Muchas son las idas y venidas con respecto a los posibles tratamientos de la pandemia que conmueve al mundo. Un estudio de la Universidad de Oxford, recientemente publicado en The New England Journal of Medicine (NEJM), demostró que el uso de la dexametasona podría salvar la vida de hasta un tercio de los pacientes hospitalizados graves.
Peter Horby, uno de los principales investigadores del ensayo y profesor de enfermedades infecciosas emergentes en el Departamento de Medicina de Nuffield, de la Universidad de Oxford, explicó que la probabilidad de supervivencia es clara y alta en aquellos pacientes graves que requirieron, por su compromiso respiratorio, tratamiento con oxígeno. En esos casos, la dexametasona cumpliría un rol fundamental. “Es económica, está a mano, de fácil aplicación y se debe usar de inmediato para salvar vidas en todo el mundo”, argumentó.
Según el mismo ensayo, los efectos no son tan claros en aquellos pacientes que no requieren asistencia respiratoria. La incidencia de muerte entre los pacientes con respiración mecánica, que recibieron dexametasona, fue del 29,3%, en comparación con el 41,4% de los que recibieron la atención habitual. En los que recibieron oxígeno sin ventilación mecánica invasiva, la incidencia de muerte fue del 23,3%, en comparación con el 26,2% para los que recibieron la atención habitual.
En una editorial del mismo diario, los doctores H. Lifford Lañe y Anthony Faucal, del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, expusieron que los resultados fueron claros en casos de controversia terapéutica y probablemente resultarán en muchas vidas salvadas.
El médico argentino José Marcó del Pont, jefe honorario de la sección de Infectología Pediátrica del Hospital Italiano, explicó el tratamiento: “Es un corticoide que se da en aquellos pacientes graves que presentan mayor compromiso respiratorio. Se administra en una dosis diaria por el término de 10 días. Su acción es anti inflamatoria y en casos severos se vio una mejor respuesta clínica”.
Por su parte, Alejandro Malbrán, experto en alergia, asma e inmunología e investigador del CONICET, en la misma línea argumentó: “No se sabe exactamente por qué algunos pacientes desarrollan una enfermedad mortal por el virus y el grueso de los demás no lo hacen. Tampoco se sabe porque los mayores responden de esta manera y los jóvenes no. Obviamente los que mueren parecen tener una respuesta inflamatoria desproporcionada al virus. Y el daño que produce esta respuesta, que en medicina se llama ‘tormenta de citoquinas’, es lo que la dexametasona podría controlar disminuyendo la mortalidad”.
Y finalizó: “Se desconoce porque una pequeña proporción de pacientes cursa la enfermedad de esta manera y la inmensa mayoría de manera normal. No se sabe el mecanismo de daño de la enfermedad severa. Pero se supone que es una respuesta desproporcionada del huésped a la infección. Y lo que trata la dexametasona es esa respuesta desproporcionada”.
Recientemente, el gobierno de Japón aprobó el uso de la dexametasona como tratamiento contra la COVID-19. La producción y distribución de este estereoide, que se utiliza desde la década de 1960 en otras dolencias y que es muy económico, también ha sido recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Se trata del segundo fármaco aprobado como tratamiento para la COVID-19 en Japón tras el remdesivir, que recibió el visto bueno el pasado mayo. El Ministerio nipón de Salud, Trabajo y Bienestar ha incluido a la dexametasona en la última versión de su manual de directrices para tratar a pacientes de COVID-19, y ha decidido asimismo que el fármaco estará cubierto por el seguro médico nacional.
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