Daños colaterales de la pandemia: ¿cuántos ponen en peligro sus vidas por aplazar tratamientos y consultas?

La pandemia ha concentrado las preocupaciones de salud. Mientras, la población desatiende enfermedades crónicas y problemas que hay que tratar con urgencia

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Por el coronavirus hay miedo
Por el coronavirus hay miedo a asistir a la consulta y también se dificulta a seguir con los tratamientos de enfermedades crónicas (Shutterstock)

Aunque sea COVID-19 el foco que acapare la atención por la situación inusitada en la que se ha visto envuelto el mundo casi por completo, los sujetos siguen sufriendo accidentes, recrudecen sus trastornos psicológicos o transitan nuevos y viejos problemas de salud ajenos a la pandemia. Cuando estalla, todos los recursos se centraron en detener el avance y evitar las pérdidas de vidas humanas. Pero el desvío de atención produce otras consecuencias no visibilizadas.

“Aunque estemos muy enfocados en lo que se debe, hay gente con enfermedades crónicas, cólicos de riñón, infarto… Y eso lo estamos desatendiendo totalmente ahora mismo”, afirma Salvador Tranche, presidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc).

Se superponen inusitadas coincidencias: el miedo a asistir a la consulta, la dificultad a seguir con tratamientos, la complejidad en la obtención de algunos medicamentos de ingesta crónica y sus consecuencias directas en temas tan complejos como patologías donde el tiempo o la desatención es clave, tales como el cáncer, la malaria o la desnutrición.

Según un estudio, se suspendió
Según un estudio, se suspendió la detección del cáncer, se aplazó el trabajo de diagnóstico de rutina (Shutterstock)

Un informe publicado en el Reino Unido indica que desde que se introdujo un cierre nacional en marzo en respuesta a la pandemia, se suspendió la detección del cáncer, se aplazó el trabajo de diagnóstico de rutina y solo se priorizaron los casos sintomáticos urgentes para la intervención de diagnóstico.

Los profesionales a cargo del estudio Camille Maringe, James Spicer, Melanie Morris, Arnie Purushotham, Ellen Nolte y Richard Sullivan, todos oncólogos, estimaron que los cambios en el “comportamiento de búsqueda de salud y la disponibilidad y el acceso a servicios de diagnóstico esenciales como resultado de las medidas de pandemia resultarán en una gran cantidad de muertes adicionales por cáncer de mama, colon, de pulmón y de esófago en el medio (1 año) y más largo plazo (5 años)”.

Los resultados de su estudio no consideran el efecto de la demora en otros tipos de cáncer, o el efecto adicional de los cambios en las vías de tratamiento para estos cánceres que probablemente aumenten sustancialmente las muertes evitables esperadas más allá de lo que han estimado. “Se necesitan intervenciones políticas urgentes para mitigar los efectos indirectos de la pandemia de COVID-19 en pacientes con cáncer -anunciaron-. Estas intervenciones deben centrarse en aumentar la capacidad diagnóstica de rutina a través de la cual se detectan hasta el 40% de los pacientes con cáncer”.

Álvaro Rodríguez-Lescure, presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) explica que existe “una organización interna estricta” en políticas de atención hospitalaria para pacientes en tratamiento. Las consultas externas, el hospital de día y la planta de hospitalización de oncología, “están atendidos en la medida de lo posible”. Y señala que, aunque se estén reduciendo las visitas hospitalarias de estos pacientes para reducir su exposición al coronavirus, “se mantienen las consideradas imprescindibles”.

(Shutterstock)
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La salud primaria en riesgo

En un reciente artículo publicado por el diario El País de España, Kim West, investigadora y especialista de Médicos sin Fronteras, advertía sobre una situación similar de preocupación en África con un escenario diferente. “La temporada de lluvias está comenzando en muchos países en África subsahariana -explica en su informe- y esto conlleva un aumento drástico en el número de casos de malaria y desnutrición. En tiempos normales, no pandémicos, éste es un período para el que los Gobiernos y otras agencias de salud se preparan durante meses: se distribuyen redes tratadas con insecticidas, a menudo se administra quimio-prevención contra la malaria, se llevan a cabo distribuciones de alimentos, se suministran antipalúdicos y en los centros de atención primaria se llenan los stocks de productos nutricionales terapéuticos. Durante estos meses previos a la llegada de las lluvias, se aumenta también el número de camas de hospital y se incrementa el personal para tratar a pacientes que llegarán gravemente enfermos.

La problemática concomitante al coronavirus se extiende en decenas de direcciones, aún no necesariamente críticas. Por ejemplo, Montserrat Romera, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología (SER), indica que si bien “se mantiene contacto con los pacientes para controlar los tratamientos, la posibilidad de darles continuidad se ve afectada”.

La Sociedad Española de Cardiología (SEC) ha advertido sobre una reducción del 40% en el tratamiento del infarto desde que se decretara el estado de alarma. A Oriol Rodríguez Leor, una de las firmantes del estudio que realizó la entidad, le preocupa “porque la reducción no responde a la realidad epidemiológica sino, probablemente, al miedo de los pacientes a contagiarse de Covid-19 si van al hospital”.

Además de casos de COVID-19,
Además de casos de COVID-19, en Colombia hubo más de 46 mil casos de dengue (EFE/Jeffrey Arguedas/Archivo)

En Colombia, por ejemplo, a la sombra del COVID-19, siguen creciendo los casos de dengue y de muertos por su causa. En el país se han notificado más de 46 mil este año. El 52,7% es considerado “dengue con signos de alarma”, hay alarma epidemiológica en 13 departamentos y son 7 las regiones donde se detecta incrementos inusitados de la transmisión. En Valle del Cauca, la situación es la más alarmante, con más de 8 mil casos.

En este marco la Organización Panamericana de la Salud (OPS) alertó que “las medidas de quedarse en casa, las interrupciones en la prestación de servicios de atención médica y el miedo a asistir a los centros de atención han resultado en una reducción de las visitas clínicas opcionales y en un menor acceso a diálisis renal, atención del cáncer y demoras en tratamientos de alta prioridad para pacientes con ENT (enfermedades no transmisibles, tales como el infarto de miocardio; el accidente cerebrovascular, ACV; el cáncer; la diabetes, y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, EPOC)”, lo que “pone a los pacientes en mayor riesgo de complicaciones y muerte por enfermedades” tratables.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) sigue el mismo camino, y recientemente puso el acento alertó esta semana que “la prevención y el tratamiento de enfermedades no transmisibles (ENT) se han visto gravemente afectados desde que comenzó la pandemia”. Los resultados de un relevamiento realizado por la entidad en 163 ministerios de salud revela que “más de la mitad (53%) de los países encuestados han interrumpido parcial o completamente los servicios para el tratamiento de la hipertensión; 49% para tratamiento de diabetes y complicaciones relacionadas con la diabetes; 42% para el tratamiento del cáncer y 31% para emergencias cardiovasculares”.

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