Desde el inicio de la pandemia por el COVID-19, los expertos en infectología se encargaron de destacar que los niños no integran los grupos de riesgos de la enfermedad, es decir que no tienen más posibilidades de contraer la infección ni de desarrollar un cuadro grave en caso de adquirir la infección.
Salvo que padezcan alguna comorbilidad que los haga más susceptibles al SARS-CoV-2, los menores parecen estar “a salvo” en la actual crisis sanitaria. Pero el coronavirus no sólo puede enfermar su salud física: aunque no sea tan visible, la pandemia también afecta su educación, los expone a la violencia e impacta en su salud mental y nutricional.
“Las niñas y los niños son las víctimas ocultas del coronavirus”, aseguró en ese sentido Luisa Brumana, la representante de Unicef en la Argentina.
Brumana es médica epidemióloga y una ferviente defensora de los derechos de los chicos, y más aún en cuarentena. En abril, estuvo reunida durante una hora y media con el presidente Alberto Fernández en Olivos, y fue una de las expertas cuyas consideraciones el primer mandatario tuvo en cuenta para comprender en ese momento la necesidad de flexibilizar el aislamiento de los más chicos, por su bienestar mental, anímico y físico.
Para ella, “la cuarentena tiene un efecto mental” en los más chicos. “Es una interrupción de la fase de desarrollo de niños y jóvenes. Hay un aumento de casos de ansiedad y depresión”.
“Los niños y niñas más pequeños aún no han adquirido la madurez suficiente que tenemos los adultos para entender los aspectos biológicos, sociales y económicos de las pandemias, ni tienen la capacidad de reflexión necesaria para hacer un análisis crítico de las informaciones erróneas, malintencionadas o prejuiciosas que hay en circulación -explicó la epidemióloga-. Es por eso que es tan importante escucharlos, alentarlos a que expresen sus miedos, dedicar tiempo a resolver sus dudas e inquietudes en un lenguaje adaptado a su capacidad de comprensión, pero que no sea engañoso”.
Brumana señaló que “es de vital importancia proteger la salud emocional de las chicas y los chicos” y destacó que al organismo que representa le preocupa “en particular, la situación de las familias más vulnerables que viven hacinadas, las comunidades indígenas del norte del país que no cuentan con agua y jabón para lavarse las manos, las chicas y los chicos institucionalizados”.
En este contexto, Unicef presentó un Plan de Respuesta para contener los efectos del coronavirus en niños, niñas y adolescentes, basado en cuatro pilares de acción:
1- Fortalecer la prevención y control de la pandemia en las provincias de Chaco, Jujuy, Misiones, Salta y Buenos Aires, donde los indicadores de pobreza infantil son particularmente altos.
2- Contribuir a garantizar la salud de las mujeres embarazadas y de los niños y niñas menores de cinco años.
3- Trabajar en la contención de los "impactos secundarios" de la pandemia, como la pérdida de clases presenciales, la malnutrición o el aumento de la violencia.
4- Promover medidas de protección e información para prevenir el contagio del virus.
“El tercer pilar de respuesta es la contención de los impactos secundarios de la pandemia, como la inseguridad alimentaria. Unicef trabaja con los comedores populares para asegurar el acceso suficiente y continuo a alimentos nutritivos y entre otras acciones, fortalece el suministro de viandas que se distribuyen en barrios populares de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires y el norte del país, para cubrir las necesidades nutricionales de más de 20 mil niños y niñas en situación de pobreza”, puntualizó la representante.
Se sabe que la pandemia del COVID-19 también impacta fuertemente en la educación. “Unicef participa de la mesa de enlace para apoyar las acciones que desarrolla el Ministerio de Educación para enfrentar los efectos de la pandemia en el sistema educativo argentino -apuntó Brumana-. El organismo brinda asistencia técnica al plan Seguimos Educando y coopera con el ministerio para garantizar la continuidad educativa de 4.200.000 estudiantes en contextos vulnerables y rurales, entre quienes se distribuirán materiales educativos impresos”.
En la misma línea, el organismo difundió su guía “Coronavirus- (COVID-19). Lo que madres, padres y educadores deben saber: cómo proteger a hijas, hijos y alumnos”, con un apartado especial dedicado a la protección de las emociones.
“Habitualmente, cuando hablamos con ellos sobre los problemas de salud empleamos eufemismos como llamar a virus y bacterias como ‘bichitos invisibles’ o referirnos a la enfermedad con términos adaptados a la edad del menor. Estas imprecisiones no contribuyen a su formación científica (para la que aún habrá tiempo) pero contribuyen a otro aspecto muy importante de la educación en esta etapa: proteger su bienestar emocional”.
La prioridad en esta etapa debe ser, según la especialista, “proteger a niños y niñas de toda aquella información que aún no pueden procesar y que les puede llevar a desarrollar ansiedad y miedos debido a la incertidumbre”.
En este sentido conviene:
- Evitar que vean o escuchen noticias y reportajes con un enfoque sensacionalista o morboso de la situación.
- Evitar que se expongan mucho tiempo a noticias sobre el problema, aunque el tratamiento sea adecuado: el tiempo que dedicamos a un tema también puede transmitir inquietud, aunque el tono no sea alarmista.
- Evitar involucrarlos en conversaciones de adultos sobre la situación, especialmente si son acaloradas o incluyen bromas y dobles sentidos: aunque no estemos hablando con ellos, saben de lo que hablamos y sacan sus propias conclusiones.
- Dedicar tiempo a resolver sus dudas e inquietudes, en un lenguaje adaptado a su capacidad de comprensión, pero no engañoso. Si sientes que te faltan recursos para transmitir información, puedes recurrir a algunos de los cuentos que se editan cada año sobre salud y enfermedades, ya que permiten a los niños y niñas procesar el impacto emocional a través de la imaginación. En tu biblioteca o librería más cercana podrán recomendarte algunos títulos interesantes.
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