Después de más de 80 días de aislamiento social preventivo y obligatorio dictado por decreto por el Gobierno Nacional a causa de la pandemia de COVID-19, muchas son las críticas, miedos y pensamientos cruzados sobre esta enfermedad y los contratiempos que genera en Argentina y en todo el mundo.
Por ello, la Fundación Bunge y Born elaboró un amplio estudio mediante el Índice IPRIS, que midió el impacto del aislamiento social en el país.
El proyecto buscó generar información acerca de los determinantes y motivaciones de los sujetos que condicionan las decisiones de aislamiento como medio de prevención del contagio del COVID-19. Para ello se propuso realizar un relevamiento dinámico de Opinión Pública, mediante una encuesta telefónica, con un cuestionario cerrado para conocer las principales variables del problema.
De esta manera pudieron identificarse grupos de personas (por ubicación, rango etario, situación económica, etc) con reticencia all aislamiento social, y a la vez su percepción individual de riesgo de sufrir la enfermedad.
Desde la Fundación Bunge y Born, explicaron que el objetivo general fue analizar los comportamientos de las personas en relación al cuidado de su salud individual, las decisiones que toman al respecto y cómo impactan en la resiliencia de la salud poblacional en la pandemia del COVID-19. También buscó estudiar los factores de riesgo del sujeto, entendidos como el conjunto de circunstancias que aumentan las probabilidades de una persona de contraer una enfermedad o cualquier otro problema de salud y relevar las actitudes y comportamiento del sujeto para evitar el contagio y propagación de la enfermedad, es decir, evaluar el costo de oportunidad que tiene para el sujeto mantener la cuarentena.
Se trató de un relevamiento de opinión pública, en todo el país, elaborado mediante 4857 encuestas completas a teléfonos celulares, a personas mayores de 15 años. Se realizó con un cuestionario cerrado, durante cuatro semanas (entre el 23 de abril y el 19 de mayo de 2020).
Los datos servirán para señalar donde deben concentrarse campañas de información, así como también los aspectos a reforzar, atendiendo al contexto socioeconómico, su grado de vulnerabilidad frente la enfermedad, y su percepción del riesgo.
Resultados sobre hábitos y riesgos
Existe una amplia aceptación de la cuarentena y/o aislamiento social (80% cree poder cumplirla) con una evolución estable en el tiempo, con la excepción del GBA, donde se percibe un cambio en el objetivo. Aumenta cuidar a “las personas que quiero”, con disminución de “para cuidar la salud de los ciudadanos”. Y, a medida que aumenta el nivel educativo, la aceptación del aislamiento, disminuye.
El 80% de los entrevistados afirma lavarse las manos con mayor frecuencia que antes, práctica que tiene una adhesión muy alta en todas las franjas de la población (sin variación entre segmentos de edad, nivel educativo, factores de riesgo), y sin variaciones temporales o interprovinciales.
También el 80% (41% muy riesgoso, 39% moderadamente) considera que existe algún tipo de riesgo en salir de sus hogares, este sentimiento se acrecienta entre los mayores y las personas con enfermedades preexistentes. Sin embargo, en términos de variaciones temporales, va disminuyendo la consideración del COVID-19 como muy riesgoso a moderadamente riesgoso.
En principio, un 55% no se siente identificado con la necesidad de salir de casa para distraerse y/o hacer ejercicio vs. un 37% que sí. A nivel país, se observa un aumento en esta necesidad, la cual luego se estabiliza. Los mayores contrastes se dan entre las grandes ciudades como CABA, Córdoba o Santa Fe, donde se observa un aumento en la necesidad de salidas recreativas y el GBA, donde esta necesidad ha crecido muy poco con el paso del tiempo.
Impacto económico
Casi el 48% se vio perjudicado en términos laborales a causa de la pandemia. Aquellos más castigados han sido los de menor nivel educativo. Dentro de este grupo, un 27.25% se quedó sin trabajo, mientras que un 5.83% fue suspendido y un 15.53% trabaja menos horas que antes.
A medida que pasó el tiempo, a nivel país, más ciudadanos necesitan salir para ir a trabajar: al comienzo (54%) cuatro semanas después (60%), y con mayor proporción aquellos con menor nivel educativo relativo, y menor nivel de resiliencia a la crisis económica. En la ciudad de Buenos Aires, esta necesidad era del 40% y creció hasta sobrepasar el 60%, lo que es un cambio que no se advierte tan bruscamente en otra zona y tampoco en el GBA.
Lo que se observa es que aquellos que pasan por dificultades laborales, no tienen una concepción negativa del objetivo de la cuarentena, con lo cual la aceptación de su propósito no está directamente relacionada con los resultados económicos. Incluso, entre quienes perdieron el trabajo a causa de la cuarentena, 87% tiene una postura altruista respecto de la misma. Al contrario, es el nivel educativo el que impacta sobre las consecuencias económicas y su concepción.
El estudio fue presentado por el Director Ejecutivo de la Fundación Bunge y Born, Gerardo della Paolera; la coordinadora senior de proyectos, Brenda Walter; el analista senior de proyectos, Julio Ichazo; el especialista en Estadística matemática y profesor en Metodología de Análisis en Opinión Pública (UBA), Tomás Olego; el Doctor en Economía, Guillermo Bozzoli; ambos fellows de la Fundación, y equipo.
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