A fines de diciembre de 2019 se dieron a conocer públicamente los primeros casos de SARS-CoV-2. La nueva enfermedad que en unos meses azotaría al mundo presentó una rápida propagación a nivel global durante el primer trimestre de 2020, lo que llevó a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declarara pandemia a principios de marzo.
Así, la enfermedad causó el colapso del sistema de salud en diferentes regiones del mundo, lo que motivó la toma de medidas preventivas en el resto de la población promovida por las autoridades sanitarias.
En la Argentina, las medidas implementadas, tales como el aislamiento social preventivo y obligatorio, el lockdown, fueron efectivas para reducir la propagación del virus, pero, sin embargo, esta cuarentena generó la cancelación de consultas y procedimientos médicos que podrían ocasionar daños colaterales en los enfermos con otras enfermedades preexistentes, o en aquellos susceptibles a desarrollarlas.
“Creemos que es oportuno informar precozmente a la sociedad y a las autoridades sanitarias que demorar, reducir la intensidad, o dejar de cumplir con las medidas de prevención y tratamiento que han demostrado beneficio en aquellos con enfermedad cardiovascular (ECV) generará, indefectiblemente, un aumento de la mortalidad”, destacó el médico cardiólogo intervencionista Pablo Lamelas (MN 129.220) de ICBA, Instituto Cardiovascular.
La ECV es la primera causa de muerte a nivel global. Se estima que cada año mueren 18 millones de personas, lo que representa el 31.8% del total de todas las muertes.
En 2017 fallecieron más de 97 mil personas por afecciones cardiovasculares en el país, lo que llevó a estas patologías a liderar el ranking del total de las muertes con 28.5%.
Desde 2000 a 2010, en la Argentina se redujo la tasa de mortalidad cardiovascular en hombres un 22% (de 271 a 212 por cada 100 mil habitantes). Según el grupo Global Burden of Disease (GBD) esta reducción de mortalidad se adjudica mayoritariamente a una mejora en la calidad y acceso a la salud. “Un sistema disfuncional donde los afectados tienen preocupaciones que lo inducen a no consultar (ya sea para sus problemas crónicos o incluso síntomas de descompensación) o no se prioriza la atención por la situación actual, se comportará como un retroceso y causará un incremento prevenible de muertes por la ECV”, consideró el especialista.
Los países de medianos y bajos ingresos poseen entre tres y seis veces más riesgo de presentar enfermedad cardiovascular fatal que los países de altos ingresos. Si bien este incremento del riesgo está asociado a diferencias socio-culturales, la integridad y el acceso a la salud son probablemente los mayores contribuyentes de este exceso de eventos cardiovasculares fatales. Se cree que la calidad y el acceso a la salud están estrechamente relacionados a la reducción de ECV observada en las últimas décadas.
“Si bien estamos en una etapa temprana de la pandemia, ya existe evidencia indirecta de que la desatención de la ECV está causando un incremento objetivo de la mortalidad -precisó Lamelas-. Se observó un incremento de mortalidad total en ciertas regiones de España, Italia y Europa por encima de lo esperado por la pandemia de COVID-19”.
Italia fue uno de los países que más sintió el impacto del coronavirus en su población y por ende en su sistema de salud. La revista Europea de Cardiología acaba de publicar un reporte que evidencia dos aspectos preocupantes: el primero tiene que ver con la caída del 48% de los infartos de corazón en Italia. Esto es consistente con lo analizado por la iniciativa Stent Save a Life en la Argentina (plataforma que reúne a cardiólogos intervencionistas, representantes gubernamentales, de la industria y a todos los actores que participan del cuidado de los pacientes con infarto agudo de miocardio con elevación del segmento ST) donde se objetivó una caída del 28% de pacientes consultando por infarto cardíaco. Estos resultados también se reportaron en Estados Unidos y en España.
El segundo aspecto del reporte italiano tiene que ver que en aquellos pacientes que consultaron, la mortalidad por infarto fue el triple de lo normal. Similar a lo anterior, el relevamiento de Stent Save a Life también sugiere una tendencia de incremento de mortalidad durante el período de cuarentena en la Argentina. El reporte italiano también agregó que las complicaciones por infarto tratado tardíamente (como la rotura cardíaca) también fueron sustancialmente más altas durante la pandemia.
“Otro aspecto muy preocupante a lo relevado tiene que ver con la mortalidad de pacientes que consultaron, desconociendo el impacto sobre el 30 o 40% de los pacientes que no consultaron. Es probable que la mortalidad de los que no consultaron sea varias veces superior al observado en los internados, que de por sí fue dos a tres veces superior a la habitual”, sostuvo en tanto la médica cardióloga intervencionista Alfonsina Candiello (MN 105.073), del mismo instituto.
Tanto la caída de pacientes que consultaron por infarto de corazón como el incremento de mortalidad fue consistente en todo el territorio italiano, incluyendo regiones donde no existió colapso del sistema de salud importante. “Esto hace pensar que la hipótesis más probable tiene que ver con el miedo de los pacientes a consultar. Este sería el mayor causante de la disminución de consultas -consideró la experta-. Difícilmente podemos culpar a la saturación del sistema de salud cuando el mismo fenómeno se observó en la Argentina, donde no hubo saturación del sistema bajo ningún punto de vista”.
Un reporte previo del ICBA, Instituto Cardiovascular publicado en la Revista Medicina Buenos Aires a mediados de abril había alertado mediante el uso de proyecciones sobre lo que se está observando ahora como una realidad. De hecho, realizando una nueva proyección con datos publicados por Italia y Stent Save a Life en Argentina, duplicar o triplicar su mortalidad anual podría equivaler entre un exceso de 4.500 a 9.000 muertes evitables solamente por infarto de corazón, siendo aún más preocupante que las proyecciones originales.
Esto sumado al impacto que puede tener sobre otras enfermedades cardiovasculares, como el accidente cerebrovascular o la falla cardíaca, se trataría de números aún más alarmantes.
Para agosto de 2020, en el mundo se estima una mortalidad acumulada por ECV cercana a los 12 millones, donde un incremento de tan solo un 10% representaría 1.2 millones de muertes prevenibles.
Tanto el reporte de Italia como el del ICBA concluyen lo mismo: se necesita informar a la población sobre el posible impacto colateral de la pandemia en la salud cardiovascular, que ameritan acción a la brevedad para evitar mayores consecuencias. Los pacientes deben continuar controlando sus afecciones cardiovasculares para evitar complicaciones.
“Un manejo subóptimo de los pacientes cardiovasculares, o incluso en aquellos próximos a desarrollarla, puede tener una consecuencia de gran magnitud en la calidad y expectativa de vida de nuestra población”, señaló Candiello, quien destacó que “las enfermedades cardiovasculares son las las más evidentes por incidencia y gran carga de enfermedad ya instalada en la población pero el principio aplica también para otras enfermedades prevalentes”.
“Por lo tanto, creemos que la población debe ser educada sobre estos riesgos y cómo manejarse. Los pacientes cardiovasculares (con enfermedad establecida o en riesgo de desarrollarla) deberían continuar realizando sus controles médicos y procedimientos, tomando los recaudos para no contagiarse o diseminar SARS-CoV-2 en nuestra población, siempre y cuando existan los recursos”, sostuvo Lamelas.
Para Candiello, “la finalidad de este análisis no es establecer una competencia entre COVID-19 y ECV sino demostrar con estas estadísticas la evidencia de un efecto de ‘fatiga’ de la población en la cual las consecuencias adversas de un mal conocido, como la enfermedad cardiovascular, pasen desapercibidas e impacten duramente en los resultados”.
"Los cálculos utilizados podrían ser conservadores y, a juzgar por el colapso de los sistemas de salud observado en países como Italia y España, “en Argentina podríamos estar enfrentando un escenario mucho peor de incremento de muertes no relacionadas a COVID-19”, concluyeron los especialistas.
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