El 29 de abril se conmemora en el mundo, el Día Internacional de la Inmunología con el objetivo fundamental de fortalecer el conocimiento público de esta ciencia como una de las bases de la salud y el bienestar de los niños.
El mundo atraviesa una de las pandemias más grandes de la historia y el fortalecimiento del sistema inmune en los niños hoy resulta trascendental para cuidarlos y protegerlos.
La respuesta inmunológica de un ser humano se desarrolla principalmente durante los tres primeros años de vida. Durante este tiempo, se debe promover el desarrollo de un fuerte sistema inmunológico a través de una dieta adecuada, un buen descanso y el fortalecimiento de su sistema neuro-emocional. Un sistema inmunológico bien equilibrado reduce el riesgo que los niños tienen de contraer alergias y ser susceptibles a infecciones. Además, los protege contra enfermedades autoinmunes.
El desarrollo del sistema inmunológico durante la primera etapa de vida es una importante base para el futuro saludable del niño. Al nacer, el sistema inmunológico del bebé aún se encuentra inmaduro y debe aprender a lidiar con agentes patógenos. El mantenimiento permanente de piel y mucosas y el funcionamiento del sistema inmune consumen mucha energía, nutrientes, minerales y vitaminas del cuerpo, por este motivo la buena nutrición tiene un impacto profundo en la prevención de infecciones.
“En los últimos años se descubrió una relación muy estrecha entre nuestra microbiota (antiguamente llamada flora bacteriana) y el sistema inmune, actuando como un regulador de las defensas. Una microbiota saludable en los niños tiene la capacidad de disminuir la respuesta inmune cuando es exagerada, como en las alergias y por otro lado puede estimularla selectivamente para que luche más eficientemente contra las infecciones”. El médico pediatra Martín Gruenberg destacó que “la manera de proteger a la microbiota durante los primeros mil días de vida es principalmente a través de la dieta y el estilo de vida”.
Según explicó el especialista miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), “la leche materna contiene células del sistema inmune y componentes de la microbiota intestinal maternas que se adaptan al intestino del bebé protegiéndolo”. “También contiene oligosacáridos de la leche materna (HMO) que son carbohidratos complejos no absorbibles y representan el tercer componente más frecuente en la leche materna; son prebióticos que sirven de alimento a la microbiota, estimulando selectivamente el crecimiento de los componentes más beneficiosos de la misma como las bifidobacterias y los lactobacilos”.
“En caso de no contar con lactancia materna, es recomendable administrar una fórmula infantil que presente HMO en la misma concentración que la leche materna, y de esta manera se podrán corregir las alteraciones de la microbiota, estimulando a las defensas, disminuyendo alergias y mejorando el funcionamiento intestinal, previniendo los cólicos y la constipación”, continuó Gruenberg.
Por otro lado, la doctora en Psicología María Roca sostuvo que “en la primera infancia, el cerebro de los niños es particularmente sensible al ambiente que los rodea, sus experiencias tempranas y la contención afectiva recibida de su entorno influenciarán en el desarrollo de su cerebro, y de las capacidades mentales que lo acompañarán en el resto de su vida”.
El sistema inmune de los niños tiene una fuerte relación con la capacidad de resiliencia, que puede definirse como la habilidad que tiene el ser humano en atravesar situaciones adversas y fortalecerse de ellas. “En este contexto, fomentar en los niños la resiliencia es fundamental para su desarrollo cognitivo y emocional -señaló Roca-. Estar atento a lo que el niño necesita, proponerles actividades de exploración y lúdicas que les permitan conocer e interactuar con el mundo, acompañándolos en este proceso pero respetando su autonomía e independencia, es fundamental”.
Asimismo, el sueño es un componente vital para el equilibrio biológico de los más pequeños ya que ayuda a la restauración energética y anímica. En ese sentido, Gruenberg remarcó que “para lograr niveles de inmunidad y protección natural adecuados –y más aún en tiempos de crisis y aislamiento social frente a un nuevo virus–, un niño de un año debe dormir entre diez y doce horas diarias, mientras que los mayores a 24 meses aproximadamente diez horas por día”.
En cuanto a una alimentación, una dieta variada en nutrientes tiene un gran efecto en el desarrollo inmune de niños. Los principales nutrientes y vitaminas que colaboran en el fortalecimiento de la inmunidad son los prebióticos encargados de beneficiar a las bacterias presentes en el intestino, que están presentes en alimentos como las bananas, cebollas, tomates, espárragos y componentes integrales. El hierro, además de su rol clave en la formación de la hemoglobina, contribuye al desarrollo cognitivo normal (los niños necesitan un aporte de cinco veces más que los adultos). El zinc, presente en alimentos como carnes, leche, queso y huevo, contribuye a la creación de células nuevas y enzimas necesarias. Por último, las vitaminas C, D y A cumplen un papel muy importante en la función inmunológica, el crecimiento y la defensa de los niños contra las infecciones.
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