Los seres humanos percibimos el mundo que nos rodea a través de los sentidos: los órganos de los sentidos, la vista, la audición, el tacto, el gusto y el olfato, son las vías de entrada de toda la información proveniente del mundo exterior. Le ofrecen a nuestro cerebro información precisa y vital, brindando percepciones que se transforman en conocimientos que registramos y guardamos para utilizar en caso de necesidad.
Cuando se decodificó el genoma humano, se descubrió que el 1% está diseñado para detectar estímulos olfatorios.
El olfato juega un papel importantísimo en nuestra vida. Hasta Sigmund Freud, que era neurólogo, destacó la relevancia del sistema olfativo. Remarcó que fue perdiendo importancia a medida que el ser humano abandonó la posición cuadrúpeda y alejó la nariz del suelo. Muchos años después, se demostró que la comunicación olfativa puede ocurrir a nivel inconsciente.
El olfato y el amor
En 1986, la bióloga y endocrinóloga Winnifred Cutler diseñó un estudio en el que se exponía a un grupo de mujeres a componentes de las secreciones de las glándulas axilares de los hombres durante un tiempo prolongado. Como resultado, los ciclos menstruales de estas mujeres se volvieron más regulares.
Cuando se habla de la relación entre el olfato y la atracción sexual, se piensa en las feromonas, pero ¿qué son estas sustancias? Las feromonas son sustancias químicas que usan los animales para comunicarse entre sí y desencadenar respuestas determinadas.
Derivan de dos palabras griegas: pherein (transferir) y hormas (excitar). Se trata de sustancias químicas que son captadas por receptores de un órgano accesorio del sentido del olfato, que se llama órgano vomeronasal, ubicado entre la nariz y la boca. Este órgano produce cambios en estructuras del cerebro, precisamente en el sistema límbico y en especial en el hipotálamo que, entre otras funciones, regula las conductas sexuales apetitivas como la atracción y el cortejo. En consecuencia, se producen cambios en el sistema nervioso simpático que generarán respuestas emocionales y físicas en el individuo aumentando el deseo sexual, la atracción y el placer.
Así, las feromonas activan este órgano y desencadenan respuestas fisiológicas: disminución de la respiración y aumento de la frecuencia cardíaca. Imposible no pensar en las expresiones “me quita el aire” o “me explota el corazón” cuando alguien se refiere a quien lo atrae.
Pero fue Georges Simmel (sociólogo alemán del siglo XIX) quien decía que “el olor refleja nuestra intimidad” y destacó que cada persona tiene un olor personal, particular y distinguido, que se desprende de la piel y que participa en los vínculos con los demás, por lo que se puede decir que los cuerpos desprenden señales olfatorias. Reconocemos el olor de la persona amada entre miles. Una camisa, un vestido, las sábanas, todos guardan ese olor por mucho tiempo, aun después de lavados.
Ahora que conocemos el papel que tiene el olfato en la atracción que sentimos por algunas personas en especial, podemos entender los esfuerzos que hace la industria del perfume para crear aromas que aumenten esta atracción.
En el hemisferio sur, el mes del amor tiene un plus: la ropa ligera y la exposición de mayor superficie de piel ayudan a la liberación de feromonas y aumentan la posibilidad de sentirnos atraídos por ese alguien tan especial.
* Stella Maris Cuevas, médica otorrinolaringóloga (MN 81701), experta en olfato. Alergista. Ex- presidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA)
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