Las fiestas de fin de año, en particular el tránsito del año viejo al año nuevo, suelen ser un momento de balance, de evaluación de aquello que se logró, pero también de frustración por lo que no pudo lograrse en el curso del año. “Así surgen proyectos de cambio y propósitos loables, como si el fin del año marcara en la persona un momento bisagra en sus deseos. En realidad, los proyectos y deseos están pautados por tiempos internos y no por fechas de calendario”. Para el médico psicoanalista Juan Eduardo Tesone (MN 44190), “tal vez los balances de vida habría que ir haciéndolos en el curso del año, en acuerdo con los propios deseos, y no en función de mandatos externos que nos alienan”.
En ese sentido, el especialista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) recomendó: “No vivir las fiestas como un momento obligado de reunión, sino como una ocasión más de encuentro grupal, pero sin expectativas desmesuradas en cuanto a la ‘perfección’ de dicho momento. Tener en cuenta que las festividades suelen revelar estados de ánimo latentes, ya sea de tristeza o de alegría, una manera de tomar conciencia de un estado de ánimo que en otros momentos del año pueden pasar desapercibidos”.
Pero, ¿por qué el cierre del año debe ser el momento de hacer balance?
“A veces está bueno ver el pasado y la historia para comprender el ahora, ya que muchas de las tradiciones que respetamos actualmente tienen sus cimientos en el pasado”. Así comenzó a explicar la instructora de meditación y astróloga Monika Correia Nobre, quien ahondó: “Por ejemplo, durante el Imperio romano, desde el solsticio del 21 de diciembre y durante los siguientes diez días, se festejaba el fin de un ciclo de tinieblas y la esperanza en un nuevo comienzo del ciclo del Sol anticipando la temporada de la luz. Así, los festejos de fin de año suponían un montón de reuniones y disfrutes que anticipaban un futuro mejor. Estas fiestas se llamaban saturnales porque ocurrían en la época anual de Capricornio, gobernada por el dios Saturno”.
Según ella, “después de 2000 años, esa costumbre continúa y apura a todos a cerrar cosas, para no dejarlas pendientes para el próximo ciclo”. “Observados secretamente desde el inconsciente colectivo por Saturno, el dios más severo, no queremos fallar en la prueba anual. Pero en realidad no hay nada tan tajante, la vida continuará y la Tierra seguirá su recorrido alrededor del sol -remarcó Correia Nobre-. Aun así muchas personas se estresan para esta época, tratando de tener todo en orden y perfecto”.
En algunos lugares del mundo, la presión por tener la mejor fachada de la casa, la mejor iluminación del jardín o el árbol de Navidad más grande, compiten ampliamente.
“Acá en la Argentina el estrés va más asociado a cómo conformar a toda la familia esa noche y cómo estar felices en el medio de tanto tironeo emocional y económico”, opinó la experta, quien resaltó que “en las oficinas y el trabajo aparecen los balances, los cierres anuales con sus resultados: premios y objetivos alcanzados que apuran los días del mes”.
En el personal mundo íntimo el balance anual es inevitable y suele hacerse dos veces por año: en la previa a cumplir años y cerca de las Fiestas.
“Desde la meditación y sincronizándonos con la energía propia de Capricornio, la clave está en ordenarse según lo importante, haciendo una lista con las prioridades personales. Esta lista hay que efectuarla según nuestros valores internos y conectados con nuestro ser esencial y no en relación con lo que viene como exigencia del entorno”, consideró Correia Nobre, para quien, para eso “es necesario ser objetivo y realista, lo que no se hizo en los once meses anteriores difícilmente se logrará hacer en el tiempo restante. Por eso, y con una mano en el corazón, lo mejor es ser fiel a uno mismo y sincerarse preguntándose cuáles son los temas importantes para uno: el trabajo, el estudio, el hogar, la familia y establecer las prioridades en cada área”.
Y dio tres claves para llegar al 2020 libres de estrés:
1- Realizar una lista de prioridades de los distintos mundos que manejamos, y una vez que la tenemos, tomar solo lo realizable, resignar lo que ya no es posible y posicionarlo como objetivo para el próximo año ¡que también necesitará de sus propias metas!
2- Durante este tiempo puede ayudar hacer pequeñas pausas o stop para practicar respiración consciente. Centrándonos en nosotros mismos se encuentran espacios de calma y relajación en medio de la aceleración de fin de año.
3- Aumentar el contacto consciente con la naturaleza, andar descalzo, pisar el pasto, comprarse flores o darse el tiempo para pequeñas caminatas semanales en zonas verdes de la ciudad.
“Es frecuente que en esas fechas las emociones estén a flor de piel. Por un lado porque son íconos relacionados con la infancia, dan cuenta del tiempo que pasa y de la ausencia de seres queridos que no están más para festejar. Señalan con agudeza la presencia de las ausencias que en otros momentos del año no suelen ser tan vívidas. Como así también afloran conflictos latentes que pueden, paradójicamente, revitalizarse ante expectativas desmesuradas”, finalizó Tesone.
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