En invierno, cuando se trata de higienizarse y recuperar la temperatura del cuerpo, una buena opción, superadora de la ducha, es un baño de inmersión. De hecho, muchas culturas pregonaron por años los beneficios que aporta un simple baño caliente. Sin embargo, como cambiar bruscamente de temperatura puede ser peligroso para el corazón, muchos especialistas aconsejaban no hacerlo.
Pero teniendo los cuidados del caso: con una buena hidratación, sin someterse a mucha temperatura si hay problemas de baja presión y cuidado que el cambio no sea de mucho contraste, hay evidencia científica que sugiere que este tipo de "calefacción pasiva" mejora la salud, incluso casi tanto como el ejercicio suave.
La Universidad de Loughborough, en Reino Unido, investigó el efecto de un baño caliente en los niveles de azúcar en la sangre (una medida importante para el metabolismo) y en la energía gastada (el número de calorías quemadas). Los investigadores reclutaron para ello a 14 hombres, a quienes se les asignó una hora de remojo en un baño caliente (a 40 grados centígrados) o una hora de ciclismo. Las actividades fueron diseñadas para causar un aumento de un grado centígrado en la temperatura corporal central durante el transcurso de una hora. Posteriormente midieron cuántas calorías quemaban los hombres en cada sesión y sus niveles de azúcar en sangre durante 24 horas después de cada prueba.
El ciclismo dio lugar a más calorías quemadas en comparación con un baño caliente, pero la quema de calorías en el baño eran prácticamente las mismas que las que se pierden con una caminata de media hora (alrededor de 140 calorías). La respuesta global de azúcar en sangre a ambas condiciones fue similar, pero el pico de azúcar en sangre después de haber comido fue aproximadamente un 10 por ciento menor cuando los participantes tomaron un baño caliente, en vez de ejercitarse.
También estos casos mostraron cambios en la respuesta inflamatoria, similares a los que siguen a una sesión de ejercicio. La respuesta antiinflamatoria al ejercicio es importante, ya que ayuda a proteger contra la infección y la enfermedad, pero la inflamación crónica se asocia con una capacidad reducida del organismo para combatir enfermedades. Esto sugiere que el calentamiento pasivo repetido puede contribuir a la reducción de la inflamación crónica, que a menudo se relaciona con enfermedades a largo plazo, como la diabetes tipo 2.
Si bien la calefacción pasiva en la salud humana es un campo relativamente nuevo de investigación científica, en los últimos años surgieron algunos resultados emocionantes al respecto. Una investigación de Finlandia, publicada en 2015, sugirió que las saunas frecuentes pueden reducir el riesgo de tener un ataque al corazón o un derrame cerebral, al menos en los hombres. La idea de que la calefacción pasiva puede mejorar la función cardiovascular recibió más apoyo cuando la Universidad de Oregon publicó un estudio el año siguiente que demostró que los baños calientes regulares pueden bajar la presión arterial.
En un segundo estudio, el mismo grupo examinó el mecanismo responsable de estas mejoras y encontraron que el calentamiento pasivo elevó los niveles de óxido nítrico, una molécula que dilata los vasos sanguíneos y reduce la presión arterial. Esto tiene implicaciones para tratar la presión arterial alta y mejorar la circulación periférica en las personas con diabetes tipo 2. Como la diabetes tipo 2 se asocia con reducciones en la disponibilidad de óxido nítrico, el calentamiento pasivo puede ayudar a restablecer un nivel de óxido nítrico más saludable y reducir la presión arterial.
Con el fin de establecer el efecto del aumento de la temperatura corporal de forma pasiva, a diferencia de a través del esfuerzo, otro estudio coincide con la intensidad de la calefacción de la inmersión en el agua a la de correr en una cinta de correr. La inmersión en agua resultó en un mayor aumento de la temperatura corporal en comparación con el ejercicio, así como una mayor reducción de la presión arterial media. Esto es importante ya que la reducción de la presión arterial está estrechamente asociada con un menor riesgo de desarrollar enfermedad cardíaca. Este estudio señala el efecto prometedor que puede resultar del calentamiento pasivo. También sugiere que algunos de los efectos cardiovasculares del calentamiento pasivo pueden ser comparables con los del ejercicio.
Además de los efectos cardiovasculares del calentamiento pasivo, hay evidencia que sugiere que puede haber efectos metabólicos beneficiosos también para un mejor control del azúcar en la sangre. El primer estudio, realizado en 1999 por Philip Hooper de McKee Medical Center, Estados Unidos, investigó el efecto de tres semanas de terapia de una bañera caliente en pacientes diagnosticados con diabetes tipo 2. Los resultados mostraron mejoras en el peso corporal, control de azúcar en la sangre y una menor dependencia de la insulina.
Hooper pensó que estos efectos podían ser el resultado de cambios en el flujo sanguíneo como resultado del calentamiento pasivo, pero no fue capaz de identificar un mecanismo específico por el cual su intervención llevó a estos beneficios. Desde esta investigación temprana, pocos estudios han investigado el potencial de calentamiento pasivo para mejorar el control de azúcar en la sangre en los seres humanos. "Con nuestro estudio, hemos tratado de reavivar el interés en los beneficios para la salud que pueden estar vinculados a la calefacción pasiva", indicó Steve Faulkner, autor principal del estudio más reciente.
Estudios previos con animales se aproximaron a entender cómo es que esta calefacción afecta la salud. Estos análisis sugieren que uno de los principales reguladores del control de azúcar en la sangre pueden ser las proteínas de choque térmico.
Estas proteínas son un conjunto de proteínas que producen las células cuando se encuentran en un medio ambiente que le provoca estrés o tensiones. Sus niveles suben después del ejercicio y la calefacción pasiva. A largo plazo, los niveles elevados de estas proteínas pueden ayudar a la función de la insulina y mejorar el control de azúcar en la sangre. Incluso se comprobó que las proteínas de choque térmico son más bajas en las personas con diabetes.
Al parecer, las actividades que aumentan las proteínas de choque térmico pueden ayudar a mejorar el control del azúcar en la sangre y ofrecer una alternativa al ejercicio. Estas actividades, como pasar un rato en un jacuzzi o tomar una sauna, pueden tener beneficios para la salud en las personas que no pueden hacer ejercicio regularmente. "Esperamos que nuestras futuras investigaciones, junto con las de otros grupos en todo el mundo, ayudará a establecer el verdadero potencial de la calefacción pasiva como una herramienta terapéutica", concluyó Faulkner.
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