Décadas de disciplina, de esfuerzo y de sacrificio, de entrenamiento constante y de alimentación saludable, quedan a la vista en la figura de Soledad Cristiano, esta mujer de 51 que sueña con tener 80 y “estar colgada en un caño, haciendo dominadas”. Porque lejos de ser un rival, el tiempo para ella es un aliado. O un compañero de ruta: “Pasan los años y cada vez me siento mejor”, destaca.
No obstante, la gurú del fitness -como le gusta ser llamada- no enfoca los resultados solo en la apariencia física. “No hablamos de estética: hablamos de salud”, advierte, y repara en cómo el ejercicio apuntala la autoestima. La máxima parece acertada: para verse bien por fuera, hay que estar bien por dentro. Y aquí, vale la pena el punto y aparte.
Cristiano no había terminado aún el secundario cuando empezó a dar clases en un gimnasio. Más tarde experimentó una etapa “resalvaje” –como recuerda– con carreras de aventura extrema: corrió en el desierto y también con temperaturas de 15 grados bajo cero, entre otros escenarios inhóspitos. En el medio, fue mamá.
Tras años de estudio terminaría creando su propio método fitness –combinando entrenamiento efectivo con nutrición inteligente–, que explotó en pandemia y que ahora tiene alumnos en toda América y ¡hasta en Japón! “Un día estaba en Playa del Carmen y la gente me escribía: ‘Haceme un plan, yo te deposito’. Y dije: ‘Ah, esto puede ser online y llegar a muchas más personas que si fuera presencial’. Y ahí puse en marcha todo para hacer mi empresa”, explica sobre una modalidad que atrapó a muchos famosos.
“Siempre hice lo que quise”, se enorgullece esta cordobesa, coach fitness y CEO de SCFitness. Pero detrás de todo aquello, y en el interior de Soledad, hay una historia de vida no tan conocida. Dura. De abandono y resiliencia. Porque a la vez que cincelaba su cuerpo, también se reconstruía por dentro.
—¿Desde chiquitita supiste que era por acá?
—Totalmente. Tuve que elegir entre la música, porque había entrado al Coro Polifónico Juvenil, o dar clases en los gimnasios, donde yo gastaba mi voz y no podía tener un compromiso con el teatro, que era con sueldo. Y no me arrepiento ni un día de lo que elegí.
—¿Cómo era tu casa cuando eras chica? ¿Cómo era tu familia?
—Era una familia con un padre que nunca nos reconoció. A mi papá lo conocí a los 42 años. Gracias a Dios, pude sanar ese vínculo. Cuando yo tenía siete años mi mamá, que es médica, se fue a trabajar a otra provincia, y me crió mi abuela.
—¿Cuántos hermanos?
—Mi hermana y yo. Somos gemelas.
—¿Cuando tu mamá se fue a trabajar a otra provincia, te enojaste?
—Sí. El abandono te marca. Sí que te marca… Y te marca en relaciones. Desde los veintipico vengo haciendo mucho trabajo para sanar por dentro. Pero Dios nos da posibilidades para poder sanar todos los días, con nuevos vínculos.
—¿Le pudiste decir alguna vez a tu mamá que te dolió que se fuera?
—Sí. Ella lo supo siempre. Es más: yo creo que se arrepiente hasta el día de hoy de haberse ido. Porque ella después volvió a Córdoba, pero no armás el mismo vínculo que armamos con mi abuela, por ejemplo, que sí fue como nuestra mamá en su momento. Mi mamá volvió cuando mi abuela ya estaba por morir, hará 10, 12 años. Aunque siempre tuvimos vínculo con mi mamá: se fue pero era nuestra proveedora; venía a Córdoba, nosotros viajábamos adonde estaba. Nunca me abandonó mi mamá, para nada.
—¿Y con tu hermana gemela?
—Mi hermana es la estructura, los miedos: como que necesita todo así, armadito. Y yo soy libre: sacame todas las estructuras. Somos gemelas, pero somos la antítesis. El agua y el aceite.
—¿Hicieron de chicas esas cosas que dicen que hacen las hermanas gemelas: se cambiaron en clases, se cambiaron algún novio?
—Solo una vez, con unos chicos que salimos (risas). Íbamos en el auto, yo me puse atrás y salía con el de adelante, con el que manejaba, y viceversa. Nos reímos. Y digo: “¡Frenen el auto!”. Y nos cambiamos. No se habían dado cuenta.
—¿Quién era mejor alumna?
—Las dos. Cuando me empezó a gustar mucho el fitness, sabía que me tenía que ir bien en el colegio para que no me cortaran las otras cosas. Trataba de hacer todo así, tac, tac, tac, y… “¡Listo! Ya quedé libre, me voy al gimnasio”. Amaba el gimnasio. En realidad, no es amar el gimnasio, sino amar la construcción de vos misma: de tu cabeza, de tu mente; de tus “no puedo” a saber que sí podés. No es algo frívolo. Hacés un cuerpo más fuerte y también, una mente más fuerte, con la construcción de tu autoestima. Podés decir que no, y ahí te respetás. Tenía amigas que me decían: “¡Dale! Salgamos”. Chupi, todas fumaban. Y yo era el perro verde: decía que no, porque me gustaba más la vida de día.
—¿Cómo fue ese reencuentro con tu papá?
—Dijimos: “Bueno, la historia empieza de hoy en adelante; lo que pasó, pasó”. Él también algunas cosas nunca las entendió, entonces te das cuenta de que había que escuchar las dos partes de la historia. Y encontré un familión divino. Una familia hermosa. Mi prima terminó trabajando conmigo cuatro años.
—¿Tu hermana también se vinculó con tu papá?
—No, ella no quiso. “Que él se acerque a mí”, dijo. Como mucho orgullo. Y yo le dije: “Es una cuestión tuya, de sacarte eso que tenés adentro, de que tu padre es una persona sin rostro. Hoy en día tiene rostro, le podés decir: ‘Te perdono’, y te liberás vos. O no lo perdonás pero lo conocés, sabés que es una persona”.
—¿Qué opinó tu mamá de ese reencuentro?
—Tenía miedo de que él me hiciera sufrir o me rechazara. Y nada que ver: fue todo muy sano porque yo tampoco fui con el dedito a decir “ay, porque vos, porque vos…”. No. Yo le dije: “Te quería conocer”. Cuando le conté todas las cosas que he hecho en mi vida, me dijo: “¡Qué bárbaro! Hiciste todo lo que se te antojó”. Y sí, como deberían haberlo hecho todos…
—¿Hiciste todo lo que quisiste?
—Sí. Y me faltan muchas cosas…
—Vos sos tu propia marca.
—Sí. Mi marca soy yo.
—¿En qué momento lo entendiste?
—Me costó horrores… En un principio me llamaron algunas empresas de marketing para trabajar conmigo. “Bueno, quiero posicionar este producto; tengo una línea de suplementos”, les decía. Y me decían que no: “El producto sos vos”. Me costó entenderlo, pero hoy en día sé que es así.
—¿Cuántos días por semana entrenás?
—Cinco días, dos horitas cada vez. De musculación hago 50 minutos, una hora. El resto, cardio. Salgo a pasear con mi perro y ya está.
—¿Cuándo fue que empezaste a ser la preferida de los famosos?
—¡Ay! Trabajé mucho para eso. Trabajé mucho… El primer programa al que fui era el de Celeste Muriega y Daniel Mollo en Canal 26. Me invitaban y explotaba el teléfono. A ellos les convenía que esté porque tenían rating. Entonces, yo decía: “Si me pasa esto acá, tengo que ir a la tele abierta”. Así fue que terminé en América.
—¿A qué famosos empezaste a entrenar?
—A Ale Fantino: es como mi padrino artístico. Es lo más, lo amo. Hacíamos juntos los vivos (en Instagram). Ale se portó excelente en todo.
—¿Es aplicado?
—Sí, sí. Tiene sus épocas. Ahora está con un bebito recién nacido.
—¿Quién siguió?
—Flor Peña. Vengo de la casa de ella ahora. Es muy divertida. Nos divertimos mucho.
—Ella es muy dulcera.
—Sí. Pero tiene todas las recetas fit ahora. Ahora, tiene quién le cocine: su hijo Toto es su cocinero fit. Así que no tiene excusas, digamos.
—¿Flor entrena todos los días?
—En eso estamos, en eso estamos… (risas). Después, Ale Maglietti, que cambió muchísimo. La Tora y Romina Uhrig, de Gran Hermano. Tengo muchos. Pero hay gente que ni la nombro porque son personas medio políticas, viste. Y no tengo ganas de que me involucren con alguien porque yo ayudo a cualquier persona, de cualquier franja política; no me importa.
—¿Lo que sea? Te llama Milei para que le hagas el seguimiento, ¿y estás?
—¡Ay, me encantaría! A otra que me llamaron y dije que no… (risas).
—¿Te llamaron para Cristina?
—No, no, no.
—¿Quién?
—No, no voy a decir. Pero supe decir que no a una persona que pensaba: “Bueno, a más de uno le hubiera gustado esta posibilidad…”.
—¿Hombre o mujer?
—No, no, no voy a decir. ¿Pero sabés por qué? Porque la libertad que tengo no se la vendo a nadie.
—Para Milei, si llama estás.
—¡Sí! Me encantaría sacarle un poco el estrés (risas). Se me hace que sería redivertido.
—Además del Presidente, ¿a quién te gustaría entrenar?
—De acá, no sé. De afuera: J-Lo. Sueña en grande. Yo estoy en lugares donde ni me imaginaba, así que digo: hay que soñar más grande todavía. Y Maluma me encantaría. Pedro Capó.
—¿Qué famoso es el que más te cuesta, el que debés estar encima suyo?
—No, nunca mandaría al frente a alguien así. Como que tengo poca memoria para esas cosas… La que hizo todo al pie de la letra en su momento, que era bien soldadito, fue Debora Plager. Me hablaba y me decía: “Sole, tengo todas las preguntas. Anoté esto, anoté esto”. O sea, muy prolija, como es ella. Hizo todo perfecto. Se le recontra notó el cambio. Y sigue esa vida fit; me encanta.
—¿Cuánto es lo mínimo indispensable que hay que entrenar?
—Tres veces a la semana, fuerza. Pero yo te digo una cosa: vos te lavás los dientes todos los días para prevención bucal.
—Sí, claro.
—Y tu cuerpo: ¿qué pasa con tus músculos? Si no los movés, se mueren, se oxidan. Entonces, tenés que moverlos todos los días porque envejecés. Una persona que pierde músculo pierde funcionalidad el día de mañana, cuando sea grande: no podrá pararse o bañarse por sus propios medios.
—Dame los cinco tips que necesitamos para tener una vida sana.
—Primero que nada: que duermas. Que trates de dormir ocho horas. Y más si estás en la etapa de la menopausia. Eso es muy importante porque al dormir se producen procesos de renovación celular, de reparación, de regeneración. Si entrenaste, al dormir el músculo crece. Por otro lado, si tenés más de 40, aumentá las proteínas y bajá los carbohidratos. No los elimines: los carbohidratos justos, a raya; tenés que comerlos bien administrados.
—Dormir bien; menos carbohidratos, más proteínas. ¿Qué más?
—Inclusión de grasas buenas porque van a ser antiinflamatorias y precursores de tus hormonas. Y ciertas vitaminas, la A, D, E, K, dependen de las grasas buenas.
—¿Algunos ejemplos de grasas buenas?
—Palta. Frutos secos. Pero siempre en su justa medida, porque tienen el doble de calorías que las proteínas y los carbohidratos. Aceite de oliva, obviamente; inclúyanlo siempre.
—Nos quedan dos tips.
—Obviamente, el entrenamiento de fuerza. Y ahí nomás, el cardio. ¿Por qué? En el entrenamiento de fuerza agotás tu primera fuente energética que es el glucógeno, los carbohidratos. La glucosa, que va como glucógeno al músculo, y justamente por eso tenés que hacer ejercicio de fuerza: para que esa glucosa tenga dónde alojarse. Eso se agota cuando hacés musculación y el cuerpo recurre a la segunda fuente energética: las grasas. Y ahí necesita oxígeno, por eso el cardio va ahí.
—Te queda un consejo, un tip. ¿El que no puede faltar?
—No me hagas eso porque tengo miles…
—¿Agua?
—¡Totalmente! Más de dos litros. Y nos encontramos con que las personas, sobre todo las mujeres, toman hasta menos de un litro. También por eso suben de peso.
—¿Qué pasa con las dietas que se ponen de moda, como la keto o eliminar harinas por completo?
—No las podés sostener con el tiempo. Nosotros tenemos la dieta keto, que no es dieta keto, en un programa fitness que no dura más de 21 días. Después del tercer día el cuerpo empieza a utilizar las grasas como fuente energética. Libera cuerpos cetónicos y se produce este consumo de grasa del cuerpo. ¿Pero qué sucede? No es un proceso donde vas a tener un anabolismo muscular, entonces, sostenido en el tiempo, se empieza a perder masa muscular. También hay gente que sostuvo durante un año la dieta keto y empieza a tener problemas de hipotiroidismo y también a nivel hormonal.
—¿Ayuno intermitente?
—Es una herramienta. Nosotros enseñamos a comer, no a no comer. El beneficio del ayuno intermitente es la autofagia, células viejas que son canibalizadas, o sea, se las comen las células nuevas. Entonces tu cuerpo con todos los receptores lipolíticos, o sea para oxidar grasa, y anabólicos, para formar músculos limpios y más predispuestos a poder funcionar bien. Y eso es la autofagia. Eso lo mismo lo lográs con un trabajo de cardiohit, por ejemplo, de alta intensidad con pausa.
—¿Qué pasa con el sedentarismo?
—Te trae muchísimas enfermedades. Te envejece. Si no lo movés, el cuerpo se oxida y se van muriendo células. Naturalmente, vos envejecés porque vas perdiendo músculo. Y vas ganando grasa. Vos fijate un viejito: por más que haya mantenido su peso, si no hace actividad física se ve frágil, sin músculo, blandito, les cuesta moverse, les cuesta tener energía. Pero si una persona mantiene su músculo revierte ese proceso, empieza a tener energía. El músculo es tu mejor farmacia.
—¿Chip sexual sí o no?
—Sí, totalmente.
—¿Lo tenés?
—Yo me lo pongo, sí. Lo que pasa es que si te ponés el chip sexual y no hacés todo lo otro que te estoy diciendo, gastaste tu dinero al vicio. Si entrenás, vas a perder grasa y vas a ganar músculo, y eso va a elevar tu testosterona naturalmente. Y el chip sexual te va a potenciar esa elevación de testosterona. Pero si vos no hacés nada, sos sedentario, te lo vas a poner y no te va a hacer nada.
—¿La celulitis es salud o es un tema estético?
—No. La celulitis no es un tema estético: es una fisiopatología endocrina. Y como cualquier cosa hormonal, se tiene que atacar con algo que te produzca un cambio hormonal. Con el programa que nosotros tenemos, a los dos meses la gente deja de tener celulitis. ¿Sabés por qué? Porque al cambiar la composición corporal, también cambiás ejes hormonales.
—Hoy cuestionamos mucho decirle a una mujer lo linda que es. Hablar de la estética, de los cuerpos. ¿Te molesta que te digan eso?
—A ninguna mujer le gusta verse ni el rollo, ni que te sobre de acá, de allá, porque además, atrás de todo eso vienen enfermedades que se pueden evitar. En una mujer que llegó a la menopausia, bajó el estrógeno, la progesterona, que te mantenía la masa muscular. Venís perdiendo músculo desde los 30; ganó la grasa. Y se te disparó el cortisol. Tus aminoácidos musculares empiezan a comerse cuando hay cortisol arriba, y aumenta la grasa donde no tenías. Una mujer que está cerca de los 50 puede evitar todo eso. Y además, baja su autoestima cuando se ve mal. Entonces, no es hablar de estética: es hablar de salud. Porque por todo eso, esa persona no puede dormir bien, tiene sofocones, cambios de humor; se siente estresada porque tiene el cortisol disparado.
—Ahora, hay gente que, por su obsesión con el cuerpo, tiene enfermedades vinculadas a la alimentación. ¿Identificás en el programa cuando alguien está pasado de rosca?
—Es que justamente: acá sanan todo eso porque les enseñamos a amigarse con la comida. A disfrutar del proceso. Y que los cambios no son inmediatos, de una semana a otra. “Quiero una dieta que me baje ocho kilos en una semana”; “Sí, te deshidrato y quedás con ocho kilos menos”. O sea: no, no es eso. Es disfrutar del proceso del cambio de composición corporal, que lo vas construyendo vos misma. Hay una gran construcción también de tu autoestima por los logros que vas teniendo día a día, con tu organización, tu disciplina, tanto en la nutrición como en el entrenamiento. De que nada te saque de tu eje porque estás enfocado.