Por OCCRP y Süddeutsche Zeitung
Por décadas, el Credit Suisse ha tenido entre sus clientes a personas condenadas por la Justicia, dictadores, espías, entidades sancionadas y políticos con enormes cantidades de dinero, pese a sus repetidas promesas de acabar con fondos de origen dudoso. En muchos casos, este banco suizo debería haberse dado cuenta –en ocasiones con una sencilla búsqueda en Google– de los problemáticos antecedentes de esas personas. Sin embargo, permitió la apertura de esas cuentas bancarias y las mantuvo por años.
Un jefe de espías de Yemen implicado en torturas. Los hijos de uno de los hombres fuertes de Azerbaiyán, que gobierna un territorio montañoso como si fuera su feudo privado. Funcionarios chavistas acusados de saquear la riqueza petrolera de Venezuela y de acelerar el hundimiento del país en la crisis humanitaria. Provenientes de distintos rincones del planeta, estos personajes están vinculados con un régimen autoritario y corrupto, y se han enriquecido de diferentes maneras. Pero hay algo más que los une: dónde guardaban su dinero.
Por encima de sus relojes de lujo, sus montañas nevadas y su excelente chocolate, Suiza es sobre todo conocida por el secretismo de su sector bancario. Y en el corazón de esa industria está el Credit Suisse, que a lo largo de sus 170 años de historia se ha convertido en una de las más importantes instituciones financieras del mundo. Con cerca de 50.000 trabajadores y 1,5 billones de francos suizos en activos de 1,5 millones de clientes, este coloso financiero es “apenas” el segundo banco más grande de Suiza. Una evidencia del predominio de este sector en la próspera y pudiente nación alpina.
Pero este éxito financiero tiene su lado oscuro, como revela la investigación internacional Suisse Secrets encabezada por el periódico alemán Süddeutsche Zeitung y el centro de investigación Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP), y de la que participa Infobae junto a otro 47 medios de todo el mundo. Documentos filtrados por una fuente anónima y obtenidos por los periodistas, identifican a miles de clientes extranjeros que ocultaron su dinero en Credit Suisse. Los registros distan mucho de ser una lista completa de los clientes del banco, pero brindan una visión reveladora de lo que esconde la cortina del secreto bancario suizo.
Un total de 163 periodistas de 39 países pasaron meses revisando los datos e identificaron que docenas de cuentas pertenecían a políticos corruptos, delincuentes condenados, investigados por la justicia, espías, dictadores y otros personajes turbios. En muchos casos, no se trata de nombres desconocidos, una simple búsqueda en Google permitía muchas veces identificar sus ilegalidades. Pese a eso, sus cuentas, que en conjunto acumularon más de USD 8.000 millones, permanecieron abiertas durante años.
Los clientes de Credit Suisse incluyen desde la familia de un jefe de inteligencia de Egipto, que supervisó la tortura de sospechosos de terrorismo para la CIA estadounidense, hasta un italiano acusado de blanquear fondos para la organización criminal ‘Ndrangheta. También, un ejecutivo alemán que sobornó a altos cargos del gobierno nigeriano a cambio de contratos en las telecomunicaciones, y al rey Abdalá II de Jordania, que tuvo más de 230 millones de francos suizos (USD 223 millones) en una cuenta, mientras que su país recibía miles de millones de ayuda extranjera.
En Venezuela -el país con mayor cantidad de nombres y cuentas filtradas por la fuente anónima-, élites acusadas de saquear la petrolera estatal PDVSA movieron cientos de millones de dólares a cuentas de Credit Suisse. El dinero fluyó en un momento en el que las arcas públicas eran vaciadas, lo que precipitó el hundimiento económico que ha forzado a seis millones de personas a salir del país y colocó a otras muchas al borde de la hambruna. El banco mantuvo abiertas las cuentas de esos clientes venezolanos, incluso cuando su implicación en casos de corrupción había quedado expuesta en los medios.
Si bien Argentina no aparece específicamente entre los países sobre los que la fuente protegida entregó información, sí hay varias decenas de argentino entre los beneficiarios de las más de 18.000 cuentas bancarias vinculados a Venezuela. Los nombres más relevantes que publicará Infobae a partir de mañana incluyen a quienes tuvieron intereses en Venezuela, así como venezolanos vinculados a operaciones con nuestro país.
Promesas incumplidas
Expertos en cumplimiento bancario que examinaron los hallazgos de OCCRP afirmaron que muchas de esas personas nunca tendrían que haber sido aceptadas por el Credit Suisse.“La gente no debe tener acceso al sistema financiero si lo que están ingresando es dinero producto de la corrupción”, dijo Graham Barrow, un experto independiente en criminalidad financiera. “El banco tiene claramente el deber de asegurar que los fondos que maneja tienen un origen claro y legítimo”.
El Credit Suisse no es el único culpable. Muchos de los grandes bancos y entidades financieras han enfrentado escándalos similares. Muchos prometieron reformarse, pero - como revelan proyectos como Suisse Secrets - siguen permitiendo a clientes problemáticos llevar sus fortunas a buen recaudo, en uno de los lugares más seguros y fiables del mundo.
“La ironía es que Suiza se ha convertido en el lugar al que va el dinero sucio porque es un país puro, bien administrado, confiable”, dice James Henry, asesor senior de la organización británica Tax Justice Network que ha estudiado la evasión fiscal en el Credit Suisse. “El modelo de negocios de tomar dinero de países pobres es el problema”.
Respondiendo a un cuestionario sobre los hallazgos del proyecto Suisse Secrets, Credit Suisse señaló que la gestión del riesgo era “el núcleo de nuestro negocio”. Si bien se negó a discutir casos individuales descubiertos por periodistas, el banco señaló que eran “predominantemente históricos” y que una “mayoría abrumadora” de las cuentas problemáticas identificadas por los periodistas “están hoy cerradas o estaban en proceso de cierre antes de recibir las consultas de la prensa
“Como institución financiera líder a nivel mundial, Credit Suisse es profundamente consciente de su responsabilidad, con los clientes y el sistema financiero en su conjunto, de garantizar que las normas de conducta más estrictas se mantengan”, agregó la entidad.
Desde adentro
OCCRP habló con más de una docena de antiguos y actuales empleados para entender cómo se explica que el banco haya aceptado a tantos clientes problemáticos. Ninguno quiso dar su nombre, señalaron que el banco es muy proclive a llevar a ex trabajadores a los tribunales.
Mientras que algunos dijeron que el cumplimiento era diligente y había mejorado considerablemente en los últimos años, la mayoría habla de una cultura corporativa altamente tóxica que incentivaba tomar riesgos a cambio de beneficios y bonos.
“El banco alienta al banquero a mirar hacia otro lado con una cuenta que saben que es tóxica”, dice un ejecutivo experimentado. “Si cerrás esta cuenta tóxica, especialmente si excede de los 20 millones, te encontrás a vos mismo en un profundo agujero. Un profundo agujero del que es casi imposible salir”.
Y eso conduce a una cultura, señalan, donde hay dos tipos de reglas para dos tipos de clientes: los normales y los muy ricos. “La debida diligencia con clientes y cuentas, digamos al nivel de un millón, son muy exhaustivas”, dijo un antiguo ejecutivo senior. “Pero cuando se trata de cuentas de alto valor neto, los jefes alientan a todos a mirar hacia otro lado y los gerentes se sienten intimidados sobre sus bonos y su seguridad laboral”.
“Nunca hagas una pregunta de la que no quieras saber la respuesta”, dijo a OCCRP un ex banquero de Credit Suisse que estuvo basado en Zurich en relación al procedimiento de debida diligencia que deben realizar los bancos para prevenir darle refugio a dinero ilegal. Además, hay grandes cuentas que son mantenidas tan en secreto que solo unos pocos ejecutivos senior saben quien es su propietario.
“Cuando alguien quiere lavar dinero después de haber saqueado bienes del país, por ejemplo, necesita transferir el dinero. Así que los titulares de grandes cuentas van directamente a los gerentes de muy alto nivel”, señaló uno de los ejecutivos bancarios consultados para esta investigación.
Cuando algo termina mal, “nunca es culpa del banco, es siempre ese empleado, la “manzana podrida”, el que es responsable si pasa algo malo”, indicó un antiguo trabajador. El resultado final es una desconexión entre el banco y sus empleados.
“El tipo de gente que atrae el banco son mercenarios que buscan, antes que nada, enriquecerse, entendiendo posiblemente que no hay una relación real con el banco. Vos solo estás ahí mientras ganes dinero, sin importar cómo lo ganes”, dijo un gerente. “No tienes que preocuparte por lo que vaya a pasar dentro de 8 o 10 años porque es poco probable que estés en ese lugar. Normalmente, ese es el tiempo en que tardan esos acuerdos en estallar”, agregó.
Las fuentes internas del banco consultadas se hicieron eco de las acusaciones que el Credit Suisse enfrenta en este momento, en la primera causa penal contra una entidad suiza en su propio país. Los fiscales sostienen que Credit Suisse permitió a un grupo de narcotraficantes búlgaros blanquear 146 millones de euros procedentes de la droga a través de sus cuentas.
Gerentes senior están acusados de ignorar numerosas advertencias que vinculaban a estos clientes búlgaros con actividades poco recomendables. Eso incluye depositar dinero en efectivo, que se movieron en coche de Sofía a Suiza, que al menos otro banco suizo rechazaron. Incluso después de que asesinaran a dos de los criminales y que medios los identificaran como traficante de cocaína, el banco miró hacia otro lado
Una banquera que trató con los búlgaros testificó que Credit Suisse la instruyó cuidadosamente sobre cómo presentarse ante clientes potenciales, y sobre la importancia del secreto bancario suizo, pero no sobre el cumplimiento de la debida diligencia exigido para prevenir el lavado de dinero. Como prueba, uno de sus exámenes de cumplimiento fue presentado en los Tribunales. Ella solo respondió correctamente una cuarta parte de las preguntas.
Una larga historia de secretos
La reputación de Suiza como garante del secreto bancario se remonta a varios siglos. En 1713, el Consejo de Ginebra prohibió a los banqueros divulgar detalles de sus clientes para salvaguardar los intereses de la monarquía francesa, que quería mantener ocultos sus negocios con bancos en un país protestante “herético”.
El estatus internacional de neutralidad de Suiza, reconocido en el siglo XIX, ayudó a traer grandes cantidades de capital desde el extranjero, al igual que un sector turístico en expansión que intentaba atraer a los más ricos de Europa para largas estadías en palacios junto a lagos y montañas.
El país se convirtió en un paraíso fiscal y empezó a competir con Francia y otros estados europeos fuertes a nivel bancario para atraer capital foráneo. Fuera por las montañas o por las leyes, la apuesta funcionó. Extranjeros adinerados comenzaron a llegar en masa con su dinero. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, los millonarios europeos voltearon sus miradas hacia Suiza para protegerse de la inestabilidad económica y de los aumentos de impuestos por el esfuerzo bélico. En la Segunda Guerra Mundial se repitió el patrón y, mientras que la mayor parte de Europa quedó en ruinas, la neutral Suiza salió indemne y con depósitos de todas partes.
En 1934, Suiza formalizó el famoso secreto suizo con una Ley Bancaria, que castigaba con cárcel a cualquier empleado bancario que revelara información confidencial de un cliente.
Y no fue hasta hace algunos años que realizó cambios en la regulación de su sector bancario. Después de la crisis financiera del 2008, el país levantó el velo sobre miles de cuentas después de que un empleado de UBS le diera información a fiscales de Estados Unidos sobre la manera como el banco ayudaba a ciudadanos de ese país a esconder sus activos. Pero también se aseguraron de que ese país desestimara los cargos por permitir la evasión fiscal y aumentaron la condena máxima por violar las leyes de secreto bancario de seis meses a tres años.
Expertos dicen que la Ley Bancaria suiza esencialmente criminaliza a los denunciantes de irregularidades, silenciando fuentes internas y periodistas que quieran exponer irregularidades en una entidad de ese país. Y el artículo 47 pone a los periodistas del país en riesgo de ser procesados por la simple posesión, sin hablar de la publicación, de datos bancarios privados. Por esta razón, Tamedia suizo declinó colaborar en la investigación de Suisse Secrets. “Esta ley es una restricción masiva de la libertad de prensa en Suiza”, advirtió Arthur Rutishause, de ese grupo de medios suizo. “Sólo sirve para censurar e intimidar a los medios de comunicación. La ley puede proteger a los delincuentes y sus bienes. Los periodistas que intentan desenmascararlos se arriesgan a un proceso penal”.
“Parece una ley de los años 1800″, dijo Jeffrey Neiman, un abogado estadounidense que representa a denunciantes de Credit Suisse. “Esa ley demoniza a aquellos que presentan buena información para exponer la corrupción”, añadió.
Clientes oscuros
Si el Credit Suisse vendía secretismo, tenía muchos compradores.
Uno de sus clientes fue el antiguo jefe de la inteligencia venezolana Carlos Luis Aguilera Borjas, cercano al ex presidente Hugo Chávez. Pero cayó en desgracia a mediados de ese año, pues no pudo prevenir el golpe de Estado que estuvo a punto de derrocar a Chávez. Salió del servicio secreto y, tras otro cargo en el Gobierno, saltó de lleno al sector privado, donde amasó una fortuna que pocos venezolanos pueden imaginar.
En 2007, Aguilera se convirtió en el principal accionista de Inversiones Dirca S.A., una sociedad venezolana que el año siguiente le aseguró un contrato de USD 1.850 millones para renovar el metro de Caracas a un consorcio empresarial español. No hubo un proceso de licitación pública y Aguilera se llevó una comisión del 4.8%, que equivalía a unos USD 90 millones.
En el 2011, se abrieron dos cuentas a nombre de Aguilera que alcanzaron un balance de al menos 7,8 millones de francos suizos (USD 8,6 millones), y permanecieron abiertas hasta bien entrada la década pasada. “Por definición, él es de alto riesgo”, dice Barrow, el experto en criminalidad financiera. Añadió que los bancos son responsables de asegurarse que las fuentes de los fondos de sus clientes con conexiones políticas sean legítimas. Aguilera no respondió a las preguntas que OCCRP le envió por correo electrónico.
Los documentos filtrados analizados por los periodistas muestran cuentas vinculadas a varios presuntos autores de violaciones de derechos humanos, como el antiguo ministro de defensa argelino Khaled Nezzar. Como jefe de las fuerzas armadas, Nezzar era considerado el líder de facto de Argelia de 1991 a 1993, cuando estalló una guerra civil marcada por las atrocidades contra civiles.
A pesar de que las acusaciones en su contra eran bien conocidas, Nezzar aparece como cliente de Credit Suisse, con dos cuentas que acumularon activos de por lo menos 2 millones de francos suizos (1,6 millones de dólares). Estuvo activa hasta 2013, dos años después de que una investigación sobre su implicación en crímenes de guerra fuera abierta en Suiza.
Los dos hijos de uno de los hombres fuertes de Azerbaiyán, que gobierna con mano de hierro una región aislada del país, también tenían cuentas en Credit Suisse. Mientras que el régimen de su padre imponía sus brutales caprichos a la población de Nakhchivan -en un momento incluso prohibió hornear pan en casa o colgar la ropa en los balcones -, Rza y Seymur Talibov usaron sus cuentas en Suiza para ingresar millones de dólares de empresas de papel asociadas a sistemas de blanqueo de dinero.
Credit Suisse también ofreció servicios bancarios a figuras involucradas en escándalos de corrupción en algunos de los países más pobres del mundo. En Angola, un banquero caído en desgracia, investigado en Portugal tras la quiebra del banco que dirigía con 5.700 millones de dólares de deuda imposible de rastrear, tenía varias cuentas de Credit Suisse, algunas de las cuales están siendo examinadas por fiscales de Portugal.
Promesas incumplidas
El banco suizo se comprometió repetidamente a luchar contra los fondos ilícitos, después de una serie de escándalos que estallaron hace dos décadas tras la muerte del dictador nigeriano, Sani Abacha. Tras el fallecimiento de Abacha en 1998 se conoció que Credit Suisse ayudó a parte de los miles de millones de dólares que su familia saqueó del país.
En un esfuerzo por aplacar esa revelación, el entonces presidente del banco dijo en 2000 que había “mejorado continuamente los procedimientos de control y su cumplimiento”. Ese mismo año, la entidad se convirtió en miembro fundador del Grupo Wolfsberg, una asociación bancaria internacional creada para frenar los flujos financieros ilícitos. “El banco se esforzará por aceptar sólo a aquellos clientes cuya fuente de riqueza y fondos pueda establecerse razonablemente como legítima”, decía una declaración de la misión del Grupo Wolfsberg en 2000.
Sin embargo, las promesas de limpieza del Credit Suisse no evitaron que la entidad terminara vinculada a otros casos delictivos. “Al banco le gusta decir que son sólo banqueros deshonestos”, afirmó Jeffrey Neiman, el abogado estadounidense. “Pero, ¿cuántos banqueros deshonestos hay que tener para empezar a tener un banco deshonesto?”.
Uno de sus clientes de Neiman es un denunciante que, en febrero de 2021, declaró en un tribunal de Estados Unidos que el Credit Suisse seguía ayudando a estadounidenses a ocultar ilegalmente cientos de millones de dólares en paraísos fiscales. De ser cierto, esto supondría una violación a un compromiso que el banco tomó en 2014, cuando llegó a un acuerdo con la justicia de Estados Unidos.
El Departamento de Justicia y la poderosa Comisión de Finanzas del Senado norteamericano investigan actualmente si el Credit Suisse siguió facilitando la evasión fiscal después de llegar al acuerdo y pagar una multa récord de USD 1.300 millones en 2014.
El presidente del banco en aquel momento, Urs Rohner, admitió errores en su manejo del escándalo de evasión de impuestos, pero le dijo a un canal de televisión suizo que él mismo tenía “las manos limpias”. En una entrevista reciente con OCCRP, el parlamentario suizo del Partido Verde Gerhard Andrey dijo que aún siente incredulidad porque los ejecutivos de Credit Suisse nunca asumieran su responsabilidad por este escándalo. “¡Es la cabeza de la empresa! Si eres director general o presidente, no puedes decir: ‘No tiene nada que ver conmigo’, porque eres responsable de definir la cultura”, afirmó Andrey por teléfono desde el Parlamento suizo. “La cultura la definen de arriba abajo los altos cargos, el consejo de administración y los ejecutivos”.
Qué recomiendan los expertos
Los expertos consultados sostienen que las multas no son suficientes. Los bancos grandes y pudientes no van a cambiar hasta que no se enfrentan a regulaciones más estrictas, como suspender sus licencias o acusar a gerentes de manera individual.
Frank Vogl, antiguo responsable en el Banco Mundial y ahora activista contra la cleptocracia, cree que los banqueros parecen tratar las multas, incluso muy abultadas, simplemente como “el costo de hacer negocios”. Opina que las autoridades judiciales estadounidenses y europeas han lanzado en los últimos años un “asombroso” número de casos contra Suiza y bancos suizos, “pero ningún director ejecutivo de estos bancos ha sido acusado personalmente, o incluso perdió su trabajo por esos crímenes”.
“Los consejeros delegados tienen que ir a la cárcel para que esto tenga efecto”, señaló Henry, del Tax Justice Network, señalando que la multa de USD 1.300 millones que recibió el Credit Suisse en Estados Unidos era incluso deducible de impuestos.
Aunque los críticos acusan al banco de negligencia, atribuyen gran parte de la culpa al gobierno suizo, responsable de un entorno normativo laxo y de leyes que castigan a quienes denuncian la corrupción. Stefan Lenz, ex fiscal federal helvético que investigó importantes casos de corrupción, señaló a OCCRP que hay muy pocas investigaciones que apuntan a los bancos suizos o a sus directivos por aceptar dinero ilícito. “Parece haber una falta de voluntad política y de recursos para la aplicación de la ley”.
A partir de hoy y durante la semana, Infobae publica una serie de notas que forman parte de esta investigación. El equipo argentino de Suisse Secrets está integrado por Mariel Fitz Patrick, Sandra Crucianelli e Iván Ruiz por Infobae, y Hugo Alconada Mon por La Nación.
SEGUIR LEYENDO: