En las tierras altas de los Andes, antiguos peruanos formaron una conexión con la naturaleza que los rodeaba. La vida, según su cosmovisión, era un todo vivo, una red interconectada donde los elementos y fenómenos naturales eran venerados como deidades. En este contexto, la relación con la salud tomaba un matiz sagrado.
Los cronistas de la época, entre ellos Bernabé Cobo e Inca Garcilaso de la Vega, destacaron la habilidad de los curanderos, ancianos poseedores de gran experiencia y profundo conocimiento de las enfermedades y de la herbolaria. Estos sabios de la medicina andina utilizaban las plantas medicinales como herramientas fundamentales en la restauración del equilibrio entre los mortales y las divinidades que moraban en cada rincón de la naturaleza.
Entre los recursos terapéuticos mencionados por los cronistas, destaca un tubérculo que trasciende su función alimentaria y medicinal: un antiafrodisiaco utilizado para controlar el deseo sexual. Inca Garcilaso de la Vega, junto a otros relatos de la época, narra cómo esta raíz se convertía en un elemento esencial en la práctica de la fitoterapia.
¿Era utilizado como método anticonceptivo?
En la exposición del biólogo Justo Mantilla Holguín sobre ‘Plantas Medicinales y el Inca Garcilaso de la Vega’, se destacó la singularidad del tubérculo conocido como ‘añu’ o mashua. Este vegetal ancestral, atribuido con propiedades antiafrodisiacas, mantiene su reconocimiento en la actualidad. En un contexto donde los métodos anticonceptivos suelen enfocarse en las mujeres, la mashua era una alternativa para el género masculino en la prevención de embarazos no deseados.
Solo en Cusco, se identifican 16 plantas con propiedades anticonceptivas, siendo la mashua, conocida como el “oro negro”, una de ellas. Antiguamente, el control de la reproducción se llevaba a cabo mediante la alimentación, incorporando el añu, ollucos y el agua de garbanzo para reducir el deseo sexual. Este enfoque ancestral, respaldado por relatos de cronistas como Bernabé Cobo y Peralta, quien en su libro “Historia del Nuevo Mundo” editado en 1653, narra que las tropas incas, quienes llevaban consigo la mashua como una suerte de antídoto para olvidarse de sus mujeres.
Investigaciones recientes corroboran científicamente las propiedades del mashua. Estudios realizados por I. Cárdenas-Valencia en 2008 y Vásquez en 2012 indican que este tubérculo, específicamente su extracto hidroalcohólico, impacta directamente en el sistema reproductor masculino, reduciendo la función testicular. Además, la ingestión regular de este tubérculo demostró disminuir temporalmente el apetito sexual y la producción de espermatozoides en los varones.
Esta información fue ratificada mediante un estudio llevado a cabo por investigadores del Laboratorio de Fisiología de la Reproducción Animal del Instituto de Ciencias Biológicas “Antonio Raimondi” de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Otros beneficios del tubérculo
El “oro negro”, no solo se consume con fines anticonceptivos. Como alimento, sus brotes tiernos y flores son parte de la dieta, ofreciendo beneficios medicinales como combatir cálculos renales, actuar como antibiótico contra diversas infecciones y ser efectivo contra las dolencias genitourinarias y la anemia.
En términos nutricionales, destaca por su riqueza en antioxidantes, hidratos de carbono, proteínas, aminoácidos esenciales, vitaminas C y B, calcio, fibra, hierro y antocianinas. Un estudio de la FAO señala su valioso aporte nutricional por cada 100 gramos de mashua fresca.
Cabe destacar que, si bien la mashua ofrece beneficios para la salud, su consumo debe ser moderado y supervisado por un médico en casos de enfermedad. Se debe evitar su ingestión en personas con hipotiroidismo, bocio, niños, embarazadas y mujeres lactantes. Consumirla con precaución, tres o cuatro veces al mes, permite aprovechar sus beneficios sin exponerse a riesgos.
Un estudio realizado por la Universidad de Granada reveló que esta raíz tiene la capacidad de eliminar hasta el 50% de las células anticancerígenas en cultivos celulares. Además, favorece la mejora de la piel al estimular la producción de elastina y colágeno, elementos esenciales para mantenerla tersa, fuerte y flexible.
¿Qué es la mashua?
En la investigación titulada “Mashua: Composición nutricional, características químicas, compuestos bioactivos y propiedades beneficiosas para la salud”, se traza el origen de la mashua entre los años (650-1350 ap.) en los sedimentos de la cueva Huachumachay, ubicada en el valle de Jauja en Perú. En las representaciones de la cultura Nazca, que datan del 1,000 a.C., se hallan evidencias de la presencia del “oro negro”, junto a otros tubérculos como la papa, oca y olluco.
Con más de 100 variedades reconocidas, como Occe añu, yana añu, puca añu, yurac añu, ckello añu o sapallu añu, checche añu y muru añu, la mashua es apreciada por su alto valor nutritivo, destacando en proteínas, carbohidratos, fibras y calorías. Su cultivo, similar al de la papa, se lleva a cabo entre los 2,400 y 4,300 m.s.n.m, siendo cosechada entre los seis y ocho meses y pudiendo almacenarse hasta seis meses en lugares fríos y ventilados.
Un estudio de la Universidad San Ignacio de Loyola, la Universidad Científica del Sur y la Estación Experimental Agraria ILLPA-Puno revela que la mashua de color púrpura exhibe propiedades nutracéuticas y antioxidantes superiores debido a su mayor contenido de compuestos fenólicos. Además, destaca por su resistencia a plagas y enfermedades, contribuyendo a la prevención de la erosión del suelo.
A pesar de tener una superficie de siembra menor en comparación con otros tubérculos, su cultivo reviste importancia para la seguridad alimentaria de las familias campesinas de los Andes. Ya sea para el autoconsumo o la generación de ingresos mediante la venta. En la actualidad, su versatilidad culinaria se manifiesta en purés, licuados, sopas, y las hojas, además de ser consumidas como té medicinal, pueden reemplazar a otros tubérculos conocidos como la papa u oca en diversos platillos.
Vinicunca: paraíso de la mashua
En la montaña Vinicunca, la comunidad de Chillihuani se muestra como guardianes de un tesoro ancestral: la mashua. Este tubérculo, originario de los Andes, ha encontrado en esta comunidad un refugio contra el olvido, rescatando 30 variedades que podrían convertirse en un aliado vital en la lucha contra el hambre y la desnutrición.
Ubicada en la ruta hacia la Montaña de Siete Colores, en el distrito de Cusipata, provincia de Quispicanchi, Cusco, Chillihuani se convirtió en un bastión de la agricultura sostenible. Su decisión de volver a las raíces como solución a los desafíos que enfrentanrevitalizó la presencia de la raíz en la región.
A pesar de su potencial, sigue siendo poco conocida en el mercado. La comunidad cusqueña, en su búsqueda por fortalecer su agricultura, se ha capacitado y ha realizado pasantías en otras zonas con experiencias similares. Además de fortalecer su producción agrícola, Chillihuani aprendió técnicas para elaborar productos con valor agregado. La asesoría recibida les abrió la puerta a la diversificación, y ahora su próxima meta es la elaboración de productos derivados de la mashua con un toque especial.