Es difícil escribir en julio del 2023 sobre el sistema de salud peruano con un poco de optimismo. En 2020, la pandemia de la Covid-19 develó las carencias y debilidades estructurales de nuestro sistema de salud. Por un tiempo, corto, el sistema de salud estuvo en el foco del debate público, y la necesidad de su mejora era puesta como una prioridad. Nuestro sistema de salud público demostró durante la pandemia, además de carencias, capacidades, y como con un liderazgo adecuado, era posible implementar algo tan complejo, como una campaña de vacunación universal a nivel nacional.
La pandemia de la Covid-19 nos golpeó duramente, pero nos dejó con buenos diagnósticos de las carencias del sistema en temas de equipos, suministros, infraestructura, recursos humanos y gobernanza. Lamentablemente poco hemos hecho con toda está información, con el duro aprendizaje.
Nuestra clase política ha dado cuenta que poco o nada le importa el sistema de salud. Esto junto a la crisis política, y de gobernabilidad, han debilitado aún más nuestro sistema de salud. Luego de la salida del ministro Cevallos, en el 2022, no hemos tenido un profesional competente que piense sobre todo en el sector, a la cabeza del sector. Se debilitaron programas (como el programa de inmunizaciones), y las carencias del sector salud han sido utilizadas como un arma política para deslegitimar las protestas sociales.
En lugar de tomar medidas para asegurar que plantas de oxígeno nuevas funcione, se utilizó una posible escasez de oxígeno medicinal en las regiones centro de protestas sociales, como un argumento para cuestionarlas.
En un ambiente de crisis política, es difícil gobernar, planificar y coordinar a nivel nacional. Un Ejecutivo débil, no tiene capacidad para elegir a los mejores profesionales para dirigir carteras, y esto afecta la organización y capacidad de respuesta de sectores como el de salud.
La crisis política ha hecho imposible generar una respuesta adecuada y oportuna a la epidemia del dengue, lo que ha permitido llegar a récord histórico de casos, y el cuestionamiento a la cabeza del sector. No tenemos un sistema con capacidad de planificar y garantizar el suministro regular de medicinas a los establecimientos de salud, empeorando la salud de las personas que acuden a los establecimientos para atenderse.
Esta crisis, sumado a la incompetencia de las cabezas del sector, permite que se minimice el terrible impacto de nuevos brotes de enfermedades ya conocidas (sobre las que ya deberíamos saber y tener capacidad de responder), y no hay interés de los poderes del estado competentes de vigilar y sancionar estas serias deficiencias.
A julio del 2023 conocemos muchas de las necesidades de nuestro sistema de salud, contamos con buenos documentos diagnósticos, agendas, que indican hacia dónde se debería ir para comenzar a fortalecer nuestro sistema de salud. La política nacional de salud, depende de la clase política, que lamentablemente pese a la pandemia, ha decidido seguir dándole la espalda.