¿Es posible tener 1.000 gatos en casa? Lynea Lattanzio tiene la respuesta

A sus 76 años, la fundadora de un gigantesco santuario para felinos recuerda -en una entrevista con el diario británico The Independent- cómo una pasión de la infancia la llevó a cambiar su vida y la de miles de mascotas

Su amor por los gatos, recuerda Lynea, viene de muy pequeña, sólo que su padre no le permitió tener gatos en casa. Recién cuando se casó, a los 23 años, tuvo sus tres primeros gatos. Hoy, en su casa en California, hay más de mil

Desde sus primeros años de vida, Lynea Lattanzio desarrolló una conexión profunda con los gatos, una pasión que más tarde marcaría toda su existencia. En una entrevista con el diario británico The Independent, la mujer, de 76 años, confesó: “He estado enamorada de los gatos y gatitos desde que tenía alrededor de tres o cuatro años. Es parte de mi ADN”.

Sin embargo, durante su infancia en Madera, California, no pudo tener gatos en casa: su padre no quería.

A pesar de esas limitaciones, el vínculo de Lattanzio con los felinos no desapareció. Cuando se casó, a los 23 años, finalmente tuvo sus primeros gatos: “Terminé con tres gatos abisinios y un gato mestizo”. Este paso marcó el inicio de su vida junto a los animales, pero su destino cambió drásticamente tras divorciarse a los 30 años. Soltera y sin hijos, decidió mudarse a una propiedad de cinco dormitorios en Fresno, California, cerca del mar.

Operación rescate

Fue en ese momento cuando comenzaron los rescates. Lattanzio llevó a sus cuatro gatos a la nueva casa y empezó a expandir su amor por los felinos más allá de su propio hogar. “Así fue como comenzó”, rememoró, marcando el punto de partida de lo que más tarde se convertiría en uno de los santuarios de gatos más grandes del mundo.

Los gatos se convirtieron en la debilidad de Lattanzio desde su infancia (Imagen Ilustrativa Infobae)

El amor por los felinos que la había acompañado desde su infancia no tardó en transformarse en un proyecto de vida. En 1992, apenas instalada en su nueva casa, su padre le pidió que consiguiera dos gatitos para él, ya que los suyos habían fallecido. El pedido marcó un giro inesperado: Lattanzio fue a un refugio local pero no volvió con dos... “Regresé a casa con 15 gatitos, y todos para ser alimentados con biberón”, recordó.

La experiencia de cuidar a estos pequeños felinos desencadenó algo profundo en ella. Aunque devolvió los gatitos al refugio una vez que se recuperaron, comenzó a acoger más animales que necesitaban ayuda; hacia fin de año, había rescatado un total de 96 gatos y gatitos. Ya vivía con unos 35 al mismo tiempo. “Teníamos cinco dormitorios y ellos estaban por toda la casa”, relató.

Poco después, el proceso se hizo más personal y ambicioso. Dejó de devolver los gatos a los refugios y decidió buscarles hogares ella misma. Este cambio ocurrió en 1993, cuando ya compartía su casa permanentemente con 35 gatos, además de los cuatro originales con los que había inicia

Crecimiento y desafíos legales

El amor y la dedicación de Lattanzio hacia los gatos pronto transformaron su hogar en un refugio improvisado. Para mediados de los años 90, ya vivían en su propiedad 150 gatos, cifra que siguió aumentando sin freno. “Tenían peleas y corrían sobre mi cara, ahora tengo cicatrices. La última gota fue cuando uno de ellos vomitó en mi oído”, relató, evidenciando el sacrificio que implicaba convivir con tantos animales. Sin embargo, no estaba dispuesta a ceder, incluso ante los crecientes retos.

En 1997, la expansión de su santuario atrajo la atención de las autoridades locales. El consejo municipal le notificó que no estaba autorizada para mantener tal cantidad de animales en su propiedad. “En esta zona residencial no se pueden tener tantos gatos; tenés dos semanas para deshacerte de 150”, fue la advertencia oficial. La ironía de la normativa no pasó desapercibida para ella: podía tener cerdos, gallinas, patos o incluso un elefante, pero no esa cantidad de gatos. Enfrentada a esta paradoja, tomó una decisión tajante: ignoró la orden y continuó con su misión.

Un año después, los inspectores regresaron y se encontraron con un panorama aún más complejo: para ese momento, el número de gatos había ascendido a 350. A pesar de las quejas constantes de vecinos, el Departamento de Salud y la Sociedad para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales (SPCA) concluyó que no había evidencia de maltrato o negligencia. “Dijeron que yo no estaba haciendo nada malo y que mis animales estaban siendo bien cuidados. Ellos mismos pidieron que me dejaran en paz”, relató con orgullo.

Un espacio para todos

La resistencia de Lattanzio frente a las normativas locales y los desafíos legales permitió que su refugio continuara aumentando. Sin embargo, el creciente número de felinos demandaba soluciones más estructuradas. Finalmente, decidió mudarse a una casa móvil en la misma propiedad y ceder su hogar principal a los felinos. “Era ridículo y necesitaba espacio”, afirmó sobre la decisión de dejar su residencia para adaptarse a las necesidades de los gatos.

Actualmente, su santuario abarca unas 4,9 hectáreas completamente valladas y diseñadas para el bienestar de más de 1.000 gatos: 700 son residentes permanentes y alrededor de 300 se encuentran en proceso de adopción

Actualmente, su santuario abarca unas 4,9 hectáreas completamente valladas y diseñadas específicamente para el bienestar de más de 1.000 gatos. De estos, 700 son residentes permanentes y alrededor de 300 gatitos se encuentran en proceso de adopción. Cada rincón de la propiedad fue acondicionado para proporcionar un entorno seguro y adecuado. “Comparten la casa de cinco dormitorios y los edificios de toda la tierra. Todo está calefaccionado o tiene aire acondicionado”, explicó Lattanzio.

El santuario cuenta con instalaciones especializadas:

  • Espacios climatizados: para gatos mayores, equipados con patios amplios, trepadores y vistas al río.
  • Dos Unidades de Cuidados Intensivos (UCI): diseñadas para tratar a gatos enfermos o con necesidades médicas críticas.
  • Centros de adopción: para promover la reintegración de los gatitos rescatados en hogares amorosos.

Además, integró áreas específicas para diferentes tipos de felinos, incluyendo aquellos con discapacidades o comportamientos difíciles, y creó refugios para aquellos que no logran ser adoptados. Estos gatos se convierten en residentes permanentes, disfrutando de libertad supervisada dentro de la propiedad.

El santuario también amplió su alcance más allá de los límites locales. Rescata gatos de lugares tan lejanos como China y Oriente Medio, enfocándose en aquellos con historias de maltrato, discapacidades o problemas emocionales. Su infraestructura y equipo de 45 empleados aseguran que cada animal reciba atención personalizada.

A pesar de lo monumental del proyecto, Lattanzio nunca perdió de vista su objetivo: “Haré todo lo que pueda para mejorar sus vidas: lo que hacemos son castraciones y esterilizaciones de bajo costo. Mi objetivo es detener el problema; esa es mi pasión”.

Además de sus propios gatos, Lattanzio se preocupa especialmente por rescatar gatos que necesitan determinados tratamientos veterinarios (Imagen Ilustrativa Infobae)

Cuestiones personales

El compromiso absoluto con el rescate y cuidado de gatos definió su vida profesional y personal. Desde 1992, su día a día giró por completo en torno a las necesidades de los felinos bajo su protección, sacrificando su propio bienestar y comodidades en el proceso. La decisión de mudarse a una casa móvil para ceder su hogar de cinco dormitorios a los gatos simboliza el nivel de entrega que caracterizó su labor.

“Los gatos han interferido con mi vida, pero ya no”, reconoció Lattanzio, refiriéndose a los años en los que su vida estaba completamente consumida por el cuidado de los animales. Cada día comenzaba a las cuatro de la mañana para alimentar y atender a los felinos, una rutina que se convirtió en su única prioridad durante más de tres décadas. Por mucho tiempo, no tuvo espacio para relaciones personales ni para actividades fuera del refugio.

Además, el impacto físico y emocional de convivir con tantos gatos dejó huellas visibles. Recuerda con humor los desafíos más insólitos: “Llegó al punto en el que no había lugar en la cama para mí. Probablemente tenía 60 gatos y tres perros en mi cama cada noche. Ahora tengo cicatrices. La última gota fue cuando uno de ellos vomitó en mi oído”.

Poco a poco, los gatos empezaron a tomar el control en la casa de Lattanzio

En años recientes, Lattanzio ha intentado equilibrar su misión con algo de vida personal. Su pareja, David, fue una figura clave en este proceso, ayudándola a reconectar con el mundo fuera del refugio. Por primera vez en más de 30 años, se permitió viajar, algo que anteriormente era impensable debido a su dedicación a los gatos. “Es la primera vez que me alejo de los gatos desde 1992″, explicó.

Actualmente, planea mudarse a una nueva casa al otro lado de la calle con David, sus tres gatos y su bengalí llamado Ringo. Aunque su vida sigue girando en torno al bienestar felino, está decidida a encontrar tiempo para sí misma. “Tengo casi 76 años. No he hecho nada por mí en 33 años. Es el momento, eso es seguro”, afirmó, reflexionando sobre los años dedicados exclusivamente a su misión.

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