"Male, estás divina!, ¿qué hiciste?, ¡bajaste mucho! No seas chota, contá un poco más". Las seguidoras de Malena Guinzburg (39), humorista y panelista de Morfi (Telefe) no se la dejaron pasar y le reclamaron, vía redes sociales, explicaciones sobre su evidente cambio estético. Y ella las dio. "De pronto –puntualiza con su estilo irreverente la integrante de Pucha– me convertí en noticia nacional". Malena nunca se imaginó la repercusión mediática que podía generar bajar diez kilos.
Perdió cinco en abril y el resto a lo largo de estos meses con la famosa dieta del metabolismo acelerado creada por la nutricionista norteamericana Haylie Pomroy. Durante 28 días (ni uno más ni uno menos, porque a las doce de la noche del último festejó con whisky) dejó las harinas, los lácteos, el alcohol y el azúcar. También abandonó los productos light "porque siempre terminás comiendo más". En el medio, se fue un mes de viaje a Miami y a Orlando y no los subió: comió ensaladas, sushi y se dio carta blanca a medida: se zampó la hamburguesa que ya sabía que se iba a permitir antes de salir.
"Pero no hay nada mágico y tampoco esta dieta lo es, aunque es muy saludable", aclara desde su PH en el barrio de Chacarita, mate en mano, una de las "licencias que se tomó", ya que el libro que siguió desaconseja la cafeína, pero nada dice de nuestra yerba. Más allá de esos "permisos", Malena siguió las instrucciones al pie de la letra. A la balanza, confiesa, la tiene en su casa, pero se prometió no pesarse durante esos 28 días. Regaló además gran parte de la ropa de su talle anterior. "No subí en este tiempo, pero me gustaría bajar unos cuatro o cinco kilos más. Igual me lo estoy tomando con un poco más de calma que al principio, que hasta arruiné una sartén por no usar ni siquiera aceite en aerosol", revela.
¿Qué es lo que más te costó seguir del plan?
-Creo que dejar las gaseosas light, era bastante adicta. Ahora tomo alguna de vez en cuando y mucha más agua. Por suerte, en el programa me ayudaron mucho, imaginate que circula comida rica todo el tiempo. Si cocinaban milanesas, a mí me hacían unos bifecitos solos o me traían palta con tomate para el desayuno. Encima tenés que comer cada tres horas. Lo social también fue un tema, pero me animé porque eran 28 días, hacerlo por más tiempo es medio insostenible. Tenés que estar muy atenta a las combinaciones y preparaciones (ver "El mapa semanal").
¿Y qué otros hábitos modificaste y ahora mantenés?
-Sigo sin harinas, las saqué de mi dieta cotidiana y elijo con qué y cómo me alimento. Me acostumbré a desayunar galletas de arroz con palta o una fruta. Como fideos de arroz y en lugar de café con leche, tomo mate. También reduje muchísimo los lácteos.
También estás haciendo más ejercicio…
-Sí, ando mucho en bici, la uso como medio de transporte en Capital. También empecé electrofitness y retomé tenis, que hacía un año que no jugaba. El gran desafío es darle continuidad al deporte, algo que nunca logré demasiado.
Siempre da miedo relajarse y recuperar lo perdido…
-¡Obvio! Y más ahora que lo sabe todo el mundo y es tema nacional (ríe). Estoy tratando de estar mucho más atenta, porque es difícil no bajar la guardia. Antes no picoteaba nada, y ahora me doy cuenta de que, si hay un pedazo de torta, por ahí lo pruebo. Pero todo el laburo que vengo haciendo tiene que ver con salir más rápido de esas zonas oscuras. Cuando empiezo con el "yo soy la peor de todas" o me tiro en el sillón a pensar que la vida es una mierda, freno. También tengo más herramientas: si me siento mal, me voy a andar en bici y levanto las endorfinas, en lugar de comerme unas galletitas y odiarme después por eso. Este cambio tiene que ver con mirarme, con volver a prestarme atención y cuidarme. Con estar más contenta con quien soy. Así como me estoy animando a salir del negro para vestirme y le doy oportunidad a prendas que antes descartaba (como el pantalón blanco), estoy tratando de reaccionar de otro modo frente al elogio.
Decir sí, gracias…
-Tal cual, a mí me decís que estoy linda y enseguida me sale el chiste, en lugar de decir "sí, gracias". Es todo un aprendizaje y un laburo cambiarlo porque también es un mecanismo de defensa. Hay mujeres con muchísimo sobrepeso que se ven divinas y vos las ves y te transmiten eso. ¡Y son hermosas!
Al final era cierto eso de que todo es una cuestión de actitud.
-Sí. Esa frase que siempre odié es muy cierta. Hay gente a la que el peso no le es un tema, le pasa por otro lado. Con todo esto, muchos me acusaron de estar promoviendo el mensaje de que para ser feliz hay que estar flaca y nada que ver, no creo eso. No soy ejemplo de nada, ni pretendo serlo. Lo único que cambió ahora es que me gusto más y es más cómodo vestirme. En lugar de probarme algo veinte veces, me pongo un jean y más o menos estoy. También me siento más liviana y eso me sirve para la vida. Había posturas, en yoga, con las que me costaba más respirar y ahora no. Además, estoy haciendo tele, estoy en un medio de mierda. Pasa algo y el "esta gorda" es lo primero que sale. Ante cualquier pavada que diga, la gente no dice "boluda", dice "gorda". Somos muy crueles. No cumplir con los cánones de belleza sigue siendo muy condenado. Pero no es que ya resolví todo, pero sí me siento mejor y más segura. Sentirse mejor con una misma te cambia en varios aspectos de la vida.
Es que todas en algún momento fantaseamos con que si fuéramos más lindas o más flacas, nuestras vidas podrían cambiar positivamente.
-Sí. Para mí, los flacos no sufrían. Siempre que tengo oportunidad de hablar con chicas lindas en el programa, como Zaira Nara, les pregunto: "¿te pasó alguna vez que te gustara alguien que no te diera bola?". La mayoría me dice que no, pero ahora entiendo que pueden no tener ese problema, pero tienen miles de otros. Para mí, que sufro por hombres y amores no correspondidos desde que estoy en la primaria, me parecen extraterrestres. Ahora sé que no, estoy pensando las cosas de otro modo.
Vas a tener que cambiar tus futuros monólogos.
-Sí, y eso es lo más difícil de todo. Porque tengo un montón de material escrito que no va a tener el mismo efecto porque habla de la gordura y de los complejos. Tendré que hacer un trabajo personal para saber qué otra cosa tengo para decir. Porque yo sé que eso que me salía, funciona. Me divierte convertir algo que duele en humor. Me gusta poder reírme de eso. Lo que no quiere decir que por reírme no duela. Para el próximo show tendré que ver qué hago. Pero la Malena que se tira abajo no va más.
textos MARA DERNI (mderni@atlantida.com.ar) producción MARÍA AGUILAR
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