Cuando los chicos llegan con "los decibeles muy arriba" tras una clase de educación física o un recreo; si tienen una prueba o se sienten eufóricos y no se pueden concentrar para aprender; para evitar problemáticas como la agresión, la demanda excesiva o la ansiedad. Por todo esto y mucho más se recomienda la práctica del yoga en todos los niveles: maternal, primario y secundario.
Y como prueba de su eficacia, cada vez son más los colegios que incorporan esta disciplina siempre vigente en Argentina como materia extracurricular. Nico (6) sentía "un nudo en la garganta" antes de entrar al colegio y pudo soltarlo después de tres inhalaciones profundas; Clara (8) se relajó al visualizar que estaba en la playa, "juntando caracoles" y Agus (15), que se autodefine "muy emocional", logró reflexionar y poner cierta distancia frente a lo que sucede meditando.
Los tres chicos son alumnos del Babar Bilingual School, de Don Torcuato, un colegio que desde sus inicios adoptó el yoga como una herramienta para la internalización de valores y el fomento de diferentes actitudes, como la posibilidad de elegir con responsabilidad.
Desde sala de dos, los chicos ensayan algunas asanas, meditan, se estiran, respiran y lo hacen sin necesitad de colchonetas ni ropa especial. Como suele ocurrir en los espacios laborales transitados por adultos, los ejercicios se adaptan a la etapa escolar de los chicos (potenciando el carácter lúdico) y al espacio y dimensiones áulicas.
PAZ PARA LLEVAR. Como toda apuesta novedosa, requiere de un entrenamiento. Al principio, cuentan las maestras, los pequeños aprendices se reían o les resultaba extraño permanecer unos minutos con los ojos cerrados, pero con el tiempo y la práctica, ellos mismos piden formar parte de esta actividad extracurricular. Incluso, son varios los que recrean fuera de la escuela lo aprendido en clase.
El otro día, por ejemplo, un alumno de secundario relató en el colegio que respiró profunda y conscientemente para sobreponerse a una noche de insomnio. Y como suele pasar, no faltan los que quieren transmitir la actitud positiva a sus padres: "mamá, me parece que estás un poco nerviosa, ¿por qué no probás gruñir como un león?".
Es que en las aulas del colegio parroquial de Saavedra en el que Romina Márquez dicta clases de Matemática, Lengua y Ciencias, la "postura del león" (en cuatro patas y lanzando un estruendo feroz para expulsar las energías negativas) es habitual para transformar el clima de hostilidad que puede aparecer tras algún enojo.
Desde abril, esta maestra de tercer grado suele integrar algunos ejercicios que aprendió gracias al taller súper práctico que encontró en Facebook ("Yoga en el aula") y la entusiasmó tanto que está a punto de terminar el instructorado. Los cambios, cuenta, fueron notables: "escuchan con más atención, se conectan con el presente y de a poco aprenden a gestionar y regular ellos mismos sus estados anímicos".
"El yoga es un recurso simple y potencial que, cuando aparece en una etapa crucial del desarrollo en el que los chicos son como esponjas, puede acompañarlos durante toda su vida", piensa Verónica Medina, profesora de yoga en jardines de infantes y colegios y formadora de educadores.
En Villa La Cava, en la escuela primaria Nº 25 Mariquita Sánchez de Thompson, los logros de los chicos que asisten desde 2009 al taller semanal de yoga dictado por la directora de la Asociación Civil Programa Yoga en la Escuela, Cecilia Carrano, son notables y evidentes. El foco está puesto en los fundamentos de la filosofía del yoga: la no violencia, la veracidad, el contentamiento (aceptar lo que no se puede cambiar) y abrazar el momento presente.
A veces, un ejercicio breve, como una invitación a percibir el silencio o los sonidos que nos rodean, al principio y al final de la jornada escolar, puede hacer una enorme diferencia.
Textos: Mara Derni (mderni@atlantida.com.ar) Fotos: Latinstock/Gentileza entrevistados.
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