La lección que cambió mi vida: cuando el miedo a equivocarme me impedía vivir

¿Por qué no tocás algo?, dijo el profesor de piano con el que buscaba recuperar el tiempo perdido. Las ambiciones eran desmedidas y todas las energías estaban concentradas en no cometer ningún error. La interpretación fue perfecta, pero la devolución no fue la esperada

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Cansado de esperar, había llegado
Cansado de esperar, había llegado el momento de comenzar a tocar el piano, el instrumento que siempre le había gustado (Imagen Ilustrativa Infobae)

Hace ya muchos años, decidí tocar el piano. Siempre me había conmovido la música pero por distintas razones nunca podía empezar. En determinado momento me cansé de esperar el momento oportuno que nunca llegaba y empecé con mi instrumento favorito.

Durante casi dos años estuve con diversos profesores pero ninguno me convencía. Sentía que no estaban a la altura de mis expectativas, por lo que me propuse buscar uno realmente bueno.

Después de investigar por varios lados y pedir múltiples referencias, me recomendaron a un profesor que había sido discípulo de un gran maestro, que había formado nada menos que a Daniel Barenboim y a Martha Argerich. Parecía el indicado. Concertamos una entrevista y el día acordado me presenté en su estudio.

Yo necesitaba que él se convirtiera en mi profesor. Mis ambiciones eran grandes, y si quería llegar lejos, era imprescindible no perder más tiempo porque recién había empezado a estudiar a los diecinueve años. Le expliqué lo que pretendía, cuáles eran mis objetivos, y hablé y hablé y hablé.

En un momento dado me miró, y señalando el piano, me dijo con delicadeza:

—¿Por qué no tocas algo?

Me sentí vulnerable. Era la hora de la verdad. Todo mi palabrerío no serviría para nada sino tocaba bien el piano. Seguramente él podría percibir con claridad mi nivel y decidir si me aceptaba como alumno, o me decía que no.

Sin más alternativas me senté en la banqueta, acomodé la altura, y me concentré. Mi principal preocupación era no equivocarme, no errarle a alguna nota, y que el profesor no tuviera más remedio que rechazarme.

Elegí una obra de Bach y empecé. Más allá de mis nervios por la exigencia de impresionarlo y por no equivocarme, la interpretación me salió perfecta. No erré una sola nota.

Cuando terminé me quedé inmóvil, mirando el teclado, y esperando su devolución. Me sentía exultante por mi performance.

— No cometiste ningún error...

Su comentario fue raro. Por el tono percibí que no era un elogio. Ante el temor de que fuera una crítica opté por evadirme.

"No cometiste ningún error", dijo
"No cometiste ningún error", dijo el profesor en un tono que no era precisamente elogioso (Imagen Ilustrativa Infobae)

—¿Y no cometer ningún error está mal?, le pregunté en forma retórica.

Él hizo una pausa, y después de unos instantes en los que se sacó los lentes y empezó a limpiarlos, me dijo:

-En este caso creo que sí. Estabas más preocupado en no cometer un error que interpretar esta obra. Toda tu energía estaba puesta en no equivocarte, por lo cual anuló completamente tu expresividad, quién eres, qué tienes para decir.

Al percibir la precisión y verdad de sus palabras me sentí expuesto.

— Hubiera preferido que te equivocaras en diez o en veinte notas, pero que la obra estuviera viva. Tú en cambio, la metiste en una caja fuerte, y ahí quedó, segura, a salvo, pero sin ninguna vitalidad. Así no pude conocer quién eres, ni qué pasiones te atraviesan. Solo me quedó claro que tienes pánico de cometer un error.

Se produjo un silencio profundo, que yo no me animaba a interrumpir. Mientras imaginaba su inminente rechazo, agregó:

— Si vas a ser mi discípulo, quiero que lo que te impulse sea el amor, la pasión, las ganas de vivir, de expresarte, de conectar, de hacer. Nunca el miedo.

— ¿Está claro?

Había encontrado al maestro.

¿Y vos? ¿Hasta cuándo vas a dejar que el miedo conduzca tu vida?

¿Pretendés ser perfecto? ¿Para qué destruirte?

Juan Tonelli

Autor del libro “Un elefante en el living, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar”. Speaker

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