Salud, educación, jubilaciones, niñez, y seguridad son áreas esenciales en situación de debacle. Y requieren con urgencia estrategia y fondos adicionales del Estado. Repasemos sueldos de jubilados, médicos, enfermeros, maestros, policías, o miliares; revisemos dietas escolares o el funcionamiento de los hospitales, y la urgencia será evidente. Pero la tragedia social argentina muestra su profundidad cuando consideramos sus enormes consecuencias en salud y niñez. Sin estrategia y fuerte inversión pública, la calamidad en curso tendrá efectos cruelmente duraderos. El dilema es acuciante frente a un probable inevitable ajuste.
Salud
En la Argentina, en promedio, vivimos 5 años menos que los ingleses y 9 menos que los japoneses. Nuestra mortalidad infantil (8/1.000 nacidos vivos) duplica a España o Francia, cuyos valores actuales alcanzaremos en el 2045. Nuestro riesgo de morir antes de cumplir 15 años duplica al de Alemania. Y la probabilidad de morir entre los 15 y 60 años en la Argentina (111/1.000) duplica a Dinamarca (65/1.000), separándonos seis décadas de atraso en este campo. Las cifras empeoran en sectores vulnerables. Hay 45.000 muertes anuales debidas a mala situación sanitaria en la Argentina.
Revertir el problema supone diagnosticar al 50% de las personas con hipertensión arterial, diabetes, y colesterol, que hoy ignoran su condición, y darles medicación apropiada. Globalmente debemos triplicar la cantidad actual de remedios para estas enfermedades en los 10 millones de adultos en situación de pobreza donde 40% padece alguna de ellas; hablamos de 5 a 7 millones de dosis adicionales de remedios al día cuya falta se traduce en enfermedades y muerte precoz.
Sin asistencia estatal será imposible revertir el problema; pero hablamos de más de 150 mil millones de pesos anuales adicionales.
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Nuestra mortalidad por cáncer (130 defunciones/100.000 habitantes) supera el promedio de América Latina (120/100.000); y en cáncer de colon o mama duplicamos a los países desarrollados; capítulo aparte merecen los tumores hematológicos. Todo empeora en el 40% de la población sin acceso a quimioterapia o especialistas. Necesitamos hospitales públicos de alta complejidad con capacidad de trasplante de médula ósea y radioterapia accesibles en todo el país, hoy inexistentes, y una revolución en la organización sanitaria. Usamos 9% del PBI en salud, pero necesitamos al menos el 12% según estándares internacionales, a lo que debemos agregar 30% más de eficiencia (como Brasil). Metas ambiciosas y lejanas.
Niñez
El Argentino promedio de 18 años es hoy casi medio centímetro más bajo que en Corea, mucho por mala nutrición. Hay 6 millones de niños en situación de pobreza que requieren 500 gramos/semana de carne y medio litro de leche al día, hoy fuera de su dieta. Son 3 millones de litros/día de leche y 3 millones de kilos/semana de carne, que suman unos 370 mil millones de pesos anuales adicionales; representa un presupuesto como el PAMI para alimentación escolar. ¿Y los problemas de jóvenes con diez o quince piezas dentarias menos? Requerimos tres a cuatro millones de implantes dentarios antes de que ocurra retracción irreversible de las encías, e invertir en un formidable plan de higiene bucal escolar. No mencionaremos la crisis de obesidad infantil con lipodistrofia, la epidemia de diabetes a edades tempranas, y los problemas cognitivos derivados de la calamidad alimentaria que vivimos.
Ajuste
Los problemas mencionados deben ser abordados o sus costos sociales y económicos superan 20 veces a la inversión necesaria, según los cálculos internacionales. Y son urgentes. Cada año sin la medicación adecuada o las proteínas necesarias, tienen secuelas profundas y muchas veces indelebles. Luego al momento de debatir dónde ajustar y dónde invertir para estabilizar la economía, convendrá tener en cuenta esta delicada ecuación de salud. Porque la resultante podría ser impagable.
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