Distendido, sonriente y bromista, y en otros momentos, muy serio, conmovido y dolorido. Eso sí, siempre dispuesto a responder sin rodeos cada una de las complejas preguntas que le plantean diez jóvenes de todo el mundo. Así se muestra el Papa en “Amén. Francisco responde”, un documental de 83 minutos dirigido por los españoles Jordi Évole y Màrius Sánchez, estrenado este 5 de abril en la cadena de streaming Disney Plus y en Star Plus para América Latina.
El largometraje fue filmado en junio de 2022 en un edificio del barrio el Pigneto de Roma, cuando el Papa padecía un intenso dolor en su rodilla derecha. Por eso se le ve frágil al caminar, pero no al contestar el cuestionamiento permanente de sus interlocutores, todos hispanoparlantes de entre 20 y 25 años, procedentes de España, Senegal, Argentina, Estados Unidos, Perú, Colombia. Aunque en un inicio parecen cohibidos por el inminente diálogo con el líder de la Iglesia Católica, tras la llegada de Francisco pasan rápidamente de la timidez a la confianza, y a ratos a la vehemencia, abordando, entre otros temas, el rol de la mujer en la Iglesia, el feminismo y el aborto, el testimonio de fe y la pérdida de la misma, la identidad sexual, el drama de la migración y el racismo.
El tema del dinero suele ser uno de los caballitos de batalla cuando se habla del Vaticano, los jóvenes lo interrogan sobre su sueldo:
“A mí no me pagan nada”
Para romper el hielo es el mismo Francisco quien, con una analogía futbolística, toma la iniciativa diciendo: “¡Pelota al centro, empieza el partido!”. Inmediatamente Víctor, que se reconoce agnóstico, le pregunta si percibe un salario por su trabajo y el Papa no se demora en contestar: “¡No, a mí no me pagan nada! Yo cuando necesito plata para comprarme zapatos o algo así, voy y la pido. Yo no tengo sueldo, y a mí eso no me preocupa, porque sé también que me dan de comer gratis”. Luego les cuenta que su modo de vida es bastante honesto, “como la de un empleado de medio nivel”, y que para un gasto mayor prefiere no cargar a la Santa Sede, sino que pedir ayuda a otros.
Una Iglesia que se oxida
Cuando la plática se desplaza hacia el abandono que han hecho tantos católicos de la comunidad eclesial, Francisco propone uno de sus argumentos más recurrentes: las periferias. “Cuando no hay testimonio la Iglesia se oxida, porque se transforma en un club de gente buena, que cumple sus cosas religiosas, pero le falta el coraje de salir a las periferias. Para mí esto es clave. Cuando mirás la realidad desde el centro, sin quererlo, vas armando vallas protectoras, que te van alejando de la realidad y pierdes noción de la realidad. Si quieres ver qué es la realidad, anda a la periferia. ¿Quieres saber lo que es la injusticia social? Anda a la periferia. Y cuando digo periferias no solo hablo de pobreza, sino culturales, periferias existenciales”, puntualiza.
Migración y reforma de la Iglesia
Posteriormente toma la palabra Medha, una muchacha nacida en Estados Unidos, cuyos padres dejaron India buscando un mejor futuro para su familia, testimonio que se combina con el de Khadim, joven musulmán senegalés radicado en España. Ambos dan cuenta del racismo experimentado por venir de lejos. Así, la conversación se centra en el drama global de la migración y el Papa aprovecha de denunciar tanto la explotación de personas en los países de partida, como la falta de moralidad de aquellos que no los acogen. “Esto sucede hoy, sucede en los límites de Europa y, a veces, con la complicidad de alguna autoridad que los manda de vuelta. Hay países en Europa, no los quiero mencionar para no tener un problema diplomático, que tienen pequeñas ciudades o pueblos casi vacíos, pueblos donde no hay más de 20 ancianos y campos sin cultivar. Y estos países, que están sufriendo un invierno demográfico, tampoco reciben al migrante”, sostiene Francisco.
Según el Santo Padre, detrás de eso hay una conciencia social de corte colonialista que favorece la explotación y una cultura de la esclavitud encubierta por políticas migratorias que no buscan recibir, acompañar, promover ni integrar al migrante. Pero los jóvenes le enrostran al Papa que la Iglesia en el pasado colaboró y se sirvió de ese colonialismo. Él les responde que, aunque dé vergüenza, siempre hay que asumir la propia historia, y que ese criterio le ha permitido ir limpiando el Vaticano de la mundanidad espiritual que ha encontrado, pero que sigue filtrándose. “La reforma de la Iglesia tiene que empezar desde dentro, y la Iglesia siempre tiene que ser reformada, siempre, porque a medida que avanzan las culturas, las exigencias van cambiando”.
Bullying y aborto
Dora, joven evangélica originaria de Ecuador, se quiebra al contarle al Santo Padre que sufrió acoso escolar y una soledad que la oprimió hasta el punto de pensar quitarse la vida. Él la consuela, la invita a llorar tranquilamente y, cuando ya está más serena, le pregunta a qué se dedica. Dora responde que es maquilladora teatral, y el Papa le devuelve la sonrisa diciéndole: “Te voy a llamar para que me hagas más lindo”.
En ese momento los truenos de una tormenta que se desata en el exterior interrumpen por instantes la conversación, que gira hacia uno de los momentos más tensos del documental. Milagros, argentina, se presenta como catequista católica y, a la vez, como orgullosa activista pro aborto. Pone en las manos del Papa un pañuelo verde estampado con la reivindicación “Aborto libre, seguro y gratuito”. Francisco acoge el gesto y deja que fluya un debate entre las mujeres del grupo, entre las cuales sólo una se manifiesta contraria a la interrupción del embarazo y favorable a la defensa irrestricta de la vida que está por nacer.
Luego el Papa toma la palabra y lo plantea tanto en términos pastorales como biológicos. “A los curas siempre les digo que cuando se acerca una persona en esa situación, con un cargo de conciencia, pues es dura la huella que deja un aborto en la mujer, que por favor no pregunten mucho y sean misericordiosos, como es Jesús. […] Pero el problema del aborto hay que verlo científicamente y con cierta frialdad. Cualquier libro de embriología nos enseña que al mes de la concepción ya está delineado el ADN y están dibujados todos los órganos. Por tanto, no es un montón de células que se juntaron, sino que es una vida humana”. Así, el Pontífice avanza en su argumentación y, como lo ha hecho otras veces, abre preguntas: “¿Es lícito eliminar una vida humana para resolver un problema? O si yo recurro a un médico, ¿es lícito alquilar un sicario para que elimine una vida humana para resolver un problema?”, los cuestiona el pontífice.
El Papa valora la sensibilidad de las jóvenes respecto al drama de la mujer que se enfrenta a un embarazo indeseado, pero insiste en que “conviene llamar a las cosas por su nombre. Una cosa es acompañar a la persona que hizo esto y otra cosa es justificar el acto”, expresa con claridad. Aquí creo que es importante entender el punto de vista, las campañas sobre la despenalización del aborto siempre hacen hincapié en la libertad de la mujer para elegir sobre su cuerpo, y por otro lado muchos grupos cristianos en penalizar a las mujeres que abortan y tildarlas de asesinas. El Papa no deja de acompañar el dolor de una mujer que se hace un aborto, pero coloca en el centro de la discusión algo que hoy es inobjetable desde el punto de vista científico, no es solo algo que está en el cuerpo de la mujer, es una vida nueva, distinta de sus progenitores e inocente del modo en que fue concebida. Tiene derechos y es la sociedad quien debe custodiarlos ya que sus derechos humanos son los más débiles.
Abusos: “No quiero que esto prescriba nunca”
El tema cambia, pero la tensión aumenta cuando Juan, español, casi impedido de hablar por la congoja que lo embarga, le cuenta a Francisco que, cuando tenía once años, fue abusado en reiteradas ocasiones por un numerario del Opus Dei que trabajaba como profesor en su colegio. El ofensor fue condenado por la justicia civil, aunque con una pena reducida. El Papa se muestra adolorido, pero sobre todo sorprendido cuando ese joven le entrega una carta escrita por el mismo Francisco. Era la respuesta de puño y letra del Pontífice dirigida al padre del joven, diciéndole que la entonces llamada Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) se haría cargo de este caso a nivel canónico. El joven, quien reconoce que ya no es creyente, le explica que la CDF dictaminó que ese profesor debía ser restituido en su buen nombre, exonerándolo de responsabilidad.
Francisco se compromete a revisar el caso, pero los demás lo cuestionan por la respuesta generalmente negligente de la Iglesia al abuso de menores por parte de sus ministros. El Papa expresa su dolor por estos hechos y de modo detallado les da a conocer todo lo que se está haciendo para combatirlos, porque, al menos en la Iglesia, “estos casos de abusos con menores no prescriben. Y si por los años prescriben, yo levanto la prescripción automáticamente. No quiero que esto prescriba nunca”, sentencia seriamente.
Inclusión: ¿Sabes lo que es una persona no binaria?
Con el nombre de Celia se presenta otra muchacha española que explica que es no binaria y cristiana. “¿Sabes lo que es una persona no binaria?”, le pregunta a Francisco. Él responde que sí, pero ella igualmente explica que “una persona no binaria es aquella que no es ni hombre ni mujer o, al menos, no totalmente ni todo el tiempo”. Después quiere saber si en la Iglesia hay espacio para la diversidad sexual y de género, y él contesta ampliando el horizonte al desafío eclesial de la inclusión: “Toda persona es hija de Dios, toda persona. Dios no rechaza a nadie, Dios es Padre. Y yo no tengo derecho a echar a nadie de la Iglesia. Más aún, mi deber es recibir siempre. La Iglesia no puede cerrarle la puerta a nadie. A nadie”. Acto seguido, el Pontífice lanza una crítica a quienes, apoyándose en la Biblia, promueven discursos de odio y justifican la exclusión de la comunidad eclesial del llamado colectivo LGTB. “Esa gente son infiltrados que aprovechan la Iglesia para sus pasiones personales, para su estrechez personal. Es una de las corrupciones de la Iglesia”, asegura.
“La” Iglesia y no “el” Iglesia
Pero los temas candentes no se detienen, y Francisco es interpelado acerca del rol de la mujer en la Iglesia, que se lo plantean desde la posibilidad de abrir el sacerdocio a las mujeres. Como lo ha expresado anteriormente, el Papa argumenta que “no es mejor ser sacerdote que no serlo”, y que esto tiene un sustento en la teología, que enseña que el ministerio ordenado es para los varones. El Santo Padre añade que las mujeres están orientadas en la Iglesia a algo mucho más importante, que es la maternalidad, y privar a las mujeres de eso, según Francisco, sería privarlas de su originalidad, ejerciendo sobre ellas un machismo ministerial. Por ende, explica el Papa, la promoción de la mujer va en la línea de su propia vocación dentro de una Iglesia que en sí es mujer: “Es la Iglesia y no el Iglesia”, esclarece.
La belleza de la sexualidad frente a la pornografía
El montaje audiovisual muestra al Santo Padre que, pese a no verse siempre cómodo, permite que los jóvenes se expresen con libertad, aún cuando muchos de sus planteamientos contradicen la enseñanza de la Iglesia en distintas materias. Como, por ejemplo, el caso de Alejandra, colombiana, quien desafía al Papa desde el oficio con que sustenta su vida. Se presenta como creadora de contenido pornográfico que distribuye en redes sociales; una labor que, según ella, le ha permitido valorarse más y estar más tiempo con su hija.
Francisco escucha con atención y, siempre comenzando con algo positivo, valora la potencialidad de las redes sociales como un instrumento para facilitar la comunicación y establecer relaciones humanas. Eso sí, luego aborda la moralidad de los contenidos que estas pueden difundir. “Si tú a través del medio vendes droga, por ejemplo, estás intoxicando a la juventud, estás haciendo daño, estás fomentando un delito. Si tú a través del medio haces contactos mafiosos para crear situaciones sociales es inmoral. La moralidad de los medios depende de para qué los uses”, sostiene el Papa.
Francisco reivindica la importancia de prevenir la violencia contra la mujer
Entonces, María, la joven católica que previamente se había manifestado contraria al aborto, arguye lo pernicioso que resulta la pornografía tanto para quien la produce como para quien la consume. A partir de eso Francisco retoma la palabra y recuerda que el que hace uso de la pornografía disminuye humanamente, “el que es adicto a la pornografía es como que fuera adicto a una droga que lo mantiene en un nivel que no lo deja crecer”, sentencia.
El diálogo deriva hacia el tema de la masturbación y el Papa opta nuevamente por ampliar la mirada, ofreciendo una aproximación sana a la sexualidad: “El sexo es una de las cosas bellas que Dios dio a la persona humana. El expresarse sexualmente es una riqueza. Entonces, todo aquello que disminuya la real expresión sexual te disminuye a ti también, te parcializa y te empobrece esa riqueza. El sexo tiene su dinámica, tiene su razón de ser. La expresión del amor es probablemente el punto central de la actividad sexual. Entonces todo aquello que te lo tire para otro lado y que te lo saque de esa dirección te disminuye la actividad sexual”. Eso sí, el Pontífice reconoce que en la Iglesia la catequesis sobre el sexo todavía está en pañales, y asegura que los cristianos no siempre hemos tenido una catequesis madura sobre el sexo.
El testimonio cristiano a contracorriente de María
El documental se cierra con el contraste de las experiencias de dos mujeres en el seno de la Iglesia: una alimentada y bendecida por la fe; la otra, herida y dañada profundamente.
En este contexto María vuelve a manifestar sin complejos su fe católica y su pertenencia a la Iglesia, de la que se muestra orgullosa. A ratos con la voz entrecortada, ante la mirada de otros nueve jóvenes que han disentido sostenidamente con ella a lo largo de la conversación, María explica cómo su relación con Cristo le da sentido a su vida. El Papa la escucha con atención, la admira, pero la previene que su camino será difícil: “El testimonio de fe que das a mí me toca el corazón porque hace falta ser valiente para decir lo que estás diciendo en esta reunión. Gracias por tu testimonio. […] No te quiero asustar, pero toma fuerzas y prepárate para la prueba. Sigue haciendo bien estas cosas, pero cuando llegue la prueba no te asustes, porque también en el momento de oscuridad está el Señor, que se esconde”, le aconseja directamente Francisco.
Pero la experiencia de María se opone al desgarro y la lejanía de Lucía, joven peruana que perdió la fe en Cristo tras sufrir años de abuso de poder y psicológico mientras buscó servir a los demás como miembro de una comunidad de religiosas. Le explica al Papa que es más feliz ahora que no es ni católica ni creyente, mientras imágenes de su vida cotidiana la muestran abrazada cariñosamente con otra muchacha. Francisco no busca convencerla de algo distinto. De hecho, le explica que muchas veces la verdadera valentía está en abandonar aquello que nos daña, en tomar distancia: “Este lugar malo, este lugar de corrupción, este convento me deshumaniza, vuelvo adonde salí, a buscar la humanidad de mis raíces. A mí no me escandaliza eso”, le expresa el Papa con una mirada paterna que arranca una sonrisa en Lucía.
Así concluye la conversación y da paso al agradecimiento del Santo Padre por la experiencia compartida. Y reconociendo las diferencias de pensamiento y opinión manifestadas en el diálogo, Francisco subraya que ese es el camino de la Iglesia, es decir, en la diversidad todos unidos, todos hermanos, en una fraternidad que nunca se debe negociar.
En Buenos Aires, siendo su vocero protagonicé muchos encuentros de Francisco con los jóvenes, siempre abierto y dispuesto a dialogar. Lo interesante de esta propuesta es la diversidad y el alcance que le ofrece la plataforma que lo difunde.
Seguir leyendo: