¿Qué estamos haciendo para construir la sociedad que soñamos? ¿Los gobiernos se preguntan qué adultos serán los niños de hoy?
Cuando se intenta hacer un recorrido por las políticas públicas que se implementaron con niños y adolescentes, la respuesta es casi nula. No hubo un trabajo explícito y mancomunado en pos de trabajar por los más chicos, ni siquiera para garantizarles una mínima protección.
En la ciudad de Rosario, entre los casi 300 crímenes que ocurrieron durante el año pasado, 35 de ellos fueron menores de edad. Como ejemplo a lo antedicho relato algunos ejemplos: Auriazul, 6 años, asesinada junto a sus padres en una balacera, y Candelaria, una niña de 5 años víctima de una bala perdida en Navidad -ambas concurrentes al mismo jardín de infantes. A su vez, Francisco, un niño de 9 años, fue baleado cuando estaba de compras con su madre en el noroeste rosarino. Otra nena de 6 años caminaba junto a su mamá en la zona sudoeste de esa ciudad cuando recibió tres disparos al quedar en medio de un tiroteo luego de detenerse a realizar una compra en un almacén, entre otros tantos. Los medios muestran diariamente asaltos y robos callejeros en los que los niños son víctimas.
Más allá de algún tuit de los gobernantes y del esmero de los profesionales de los hospitales, quienes trabajan para insertar nuevamente a los chicos en su barrio, no hay abordaje profundo y real del problema, como tampoco prevención del tema. Me pregunto cómo resolverán los chicos sus miedos y sus recuerdos tan crueles.
Si bien es una problemática de muchas ciudades, hoy los niños y niñas tienen que aprender a sobrevivir como pueden en un mundo feroz que los excluye y que no los trata como tales.
Hoy por hoy hay un fracaso del Estado, que no garantiza derechos ni respalda a las instituciones que se ocupan de las infancias; áreas que no abarcan sólo la seguridad, sino otras que hacen a la vida cotidiana de la gente: vivienda, alimentación, trabajo, educación y cultura, entre otras.
En este sentido, los administradores actuales no creen en la educación como engranaje para un cambio social, desprecian los espacios públicos de construcción ciudadana y no aportan al encuentro colectivo. A su vez, el sistema educativo no sólo no prepara a los estudiantes para el mundo del trabajo, sino que es incapaz de socializarlos, de formarlos como ciudadanos comprometidos y responsables; especialmente a los jóvenes de los sectores más vulnerados, quienes tienen trayectorias escolares débiles o abandonan la escuela más que los de los sectores medios, quienes tienen un capital cultural más alto o familias con otras herramientas para acompañarlos.
Si queremos construir un marco de justicia y equidad, debe haber proyectos planificados para los más chicos, con espacios de lectura, de aprendizajes y de juegos. ¿Por qué no habilitar ludotecas barriales, centros culturales o de crianza con estimulación temprana para bebés, que acompañen a sus cuidadores, adecuados a niños de la primera infancia y que se constituyan parte de la vida feliz que un niño tiene como derecho?
En un mundo mediado por el conocimiento, ¿por qué no tener proyectos focalizados en los jóvenes formándolos con recursos digitales, en robótica o programación, teniendo en cuenta que los adolescentes son víctimas, pero también artífices de hechos de violencia? Un claro ejemplo fue el ataque a tiros a Televisión litoral a fines de diciembre, concretado por jóvenes de 16 y 17 años, quienes manejaban un auto robado. Incluirlos con políticas de Estado que le den herramientas para un trabajo digno, podía ser el puntapié inicial para que se sientan parte de un mundo que les es ajeno.
La gran mayoría de niños y las adolescentes conocen la violencia porque la viven a diario, como víctimas o victimarios y el Estado no puede desconocerlo. Por lo tanto tiene que resignificar todas las instituciones y encauzar las políticas públicas para garantizar los derechos de los más chicos y que los vayan constituyendo como ciudadanos libres y autónomos, capaces de construir una sociedad que merezca vivirse. Es una tarea urgente y necesaria.
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