El insigne poeta portugués Fernando Pessoa sobre el romance y sus riesgos escribió: “El verdadero peligro del romanticismo es que los principios por los que se rige o se dice regir, son de naturaleza tal que cualquiera los puede invocar para conferirse a sí mismo la categoría de artista”.
Algo de esto parece estar ocurriendo con el fenómeno de la longevidad, o al menos, parecería ser que es fácil caer en este tópico. Hay quien dijo que ser persona mayor es el new black y hoy gran parte de la comunicación para este grupo de personas pasa por silverizar mensajes, imágenes y slogans. Esto no es casualidad. Hoy quienes encaramos la segunda mitad de la vida lo hacemos no solo como el grupo de la población que más crecerá en las próximas tres décadas, sino como los más educados, los más conectados y los más informados que hubo en la historia de la humanidad. De esto ya se dio cuenta el sector privado que habla de belleza en evolución, que quitó términos relacionados a vejez o envejecimiento para vincular experiencia y transformación entre otros. Vivimos un estado de exaltación más cercano a los riesgos de la romantización de la que habla Pessoa que a la realidad de las personas mayores de los países de nuestra región. Personas mayores que ni tiene el respaldo de la protección social de los países europeos, ni la riqueza de bienes o ahorros que podría tener un baby boomer norteamericano.
La Comisión Económica para América latina (CEPAL) en 2020, estimó que cerca de 57 millones de personas pertenecen al grupo de 65 años y más, en 2040, se proyecta que en torno a 111 millones de personas estarán en dicho grupo etario, alcanzando el 15% de la población total en la región. Para las personas de 65 años y más los ingresos provenientes de los sistemas de pensiones son muy gravitantes y representan el único ingreso disponible en la mayoría de los casos de este grupo etario.
Según el Banco Interamericano de Desarrollo, salvo Argentina, Chile y Uruguay que son los países con más larga tradición de cobertura pensional, y a pesar de que muchos gobernantes regionales aseguran que sus connacionales mayores reciben una pensión, los niveles de cobertura formal son muy irregulares y distan de permitir una vida digna. Convengamos que con una transferencia del Estado de el equivalente a 25 o 30 dólares nadie puede vivir dignamente tenga la edad que tenga.
Esta semana leíamos en una nota de El País de España cómo las comunidades de un país como Zambia, sin pensiones ni otras prestaciones, se organizaba comunitariamente para que a esos mayores ya sin familia, no les faltase alimento o agua en sus casas. África probablemente quede lejos de nuestra geografía, pero visto los datos regionales la situación de muchas personas mayores no parece tan lejana a aquel país. En relación con la salud, el mismo BID proyecta que el nivel de dependencia, a pesar del incremento de la expectativa de vida, será en promedio del 30% en este grupo de edad, con la salvedad que no sabemos quienes de nosotros seremos o no parte de ese grupo y mucho menos en que momento y durante cuanto tiempo. Por ello, el deterioro cognitivo y el peso de problemas crónicos de salud como obesidad y diabetes, la hipertensión arterial o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica son verdaderos desafíos aun por resolver.
Ver románticamente la nueva longevidad no debe correr de lugar el verdadero foco. La longevidad no es algo binario entre ser un influencer plateado de Instagram o estar babeando abandonado en una residencia. La longevidad es un fenómeno muy nuevo y complejo, y los desafíos complejos no suelen tener una respuesta simple. Por eso, los peligros de romantizar la longevidad de la mano de supuestos expertos o aplicando modelos que no son la realidad de la mayoría, corre el riesgo de naturalizar situaciones conflictivas o no esperadas, incluyendo la normalización de estereotipos. En nuestros países tenemos situaciones acuciantes con las personas mayores que resolver y para los que venimos por detrás, en longevidad como en muchos otros aspectos, no todo lo que brilla es oro… o plata, mejor dicho.