País rico, generación pobre

Somos los nietos de aquella Argentina que supo ver al modelo agroexportador como la puerta al mundo. Nos quedamos anclados en la idea de que una gran cantidad de recursos naturales comercializables es la condición necesaria para que el éxito ocurra

Los inmensos recursos naturales no lograron eximirnos de las crisis económicas y la pobreza (Franco Fafasuli)

Sabemos que Argentina es uno de los países más ricos en recursos naturales a nivel mundial. Somos capaces de producir alimentos para cientos de millones de personas. Contamos con Vaca Muerta que es el 4º yacimiento de petróleo y el 2º de gas, ambos no convencionales. Nuestro país, además, posee 57 parques eólicos y la región patagónica podría producir más de 3 millones de toneladas de Hidrógeno Verde (hoy catalogado como la energía del futuro). Todo esto sin mencionar que los glaciares y el Acuífero Guaraní representan grandes fuentes de agua dulce y que pueden abastecer a alrededor de 500 millones de individuos. Sin embargo, esta cantidad de recursos naturales no logró eximirnos de las crisis económicas que consiguieron golpearnos y ponernos en situaciones de riesgo.

Hace diez años que Argentina está atravesando un período de estancamiento e inestabilidad sin crecimiento. A modo de ejemplo, en 2021 nuestro país produjo un 3% menos de bienes y servicios que en 2011, lo que equivale a decir que la economía se achicó en la última década. Otros indicadores también son preocupantes. Por un lado, tenemos elevados niveles de pobreza y los argentinos somos 13% más pobres que hace diez años. Por otra parte, ha habido una caída del ingreso por habitante. En cuanto al mercado laboral, disminuyó el empleo privado registrado a la vez que aumentó el empleo público, hecho que también se ve reflejado en la disminución de la cantidad de empresas en funcionamiento.

Si miramos la foto general de cómo se desarrolló la actividad económica argentina durante las últimas décadas podemos observar que ésta evolucionó “en serrucho”, con períodos cortos e intensos de crecimiento y crisis. Desde mediados del siglo pasado, el estancamiento se volvió moneda corriente. El país experimentó 16 episodios recesivos que involucraron 25 años de contracción. Actualmente, Argentina carece de un horizonte previsible que permita tomar decisiones de inversión y consumo a mediano y largo plazo.

Los recursos siguen estando, pero es evidente que para salir del círculo vicioso en el que estamos inmersos es necesario buscar nuevas respuestas a las mismas problemáticas. Quizá la historia tenga algunas pistas para darnos. Pensemos en algunas de las grandes economías mundiales. Muchas de ellas, hace poco más de 50 años, se encontraban destruidas y sin esperanzas de recuperarse en un futuro cercano. A pesar de eso, lograron convertirse en verdaderos milagros económicos que presentaron crecimientos destacables a lo largo de un extenso período de tiempo.

Asia

1945. Japón seguía pagando las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y de las bombas atómicas de Nagasaki e Hiroshima. Estados Unidos ocupó su territorio con el objetivo de impedir que se convirtiera nuevamente en una amenaza para su seguridad. Como consecuencia de esto, el país asiático perdió el 42% de la riqueza nacional y el 44% de la capacidad industrial. Pero, menos de dos décadas después, fue sede de los Juegos Olímpicos de Tokio. En 1964, aprovechó los flashes y la atención internacional provocada por el evento deportivo para inaugurar el primer tren bala del planeta.

Con escasos recursos y un medio extraordinariamente hostil, Japón logró convertirse en una gran potencia económica. El país no cuenta con yacimientos mineros o petroleros y menos del 10% de sus tierras son cultivables. No obstante, pudo sacarle provecho a un capital aún más importante y que se convirtió en una de las claves de su diferencia: el humano. En apenas veinte años, logró reconstruir su economía y especializarse en nichos de mercado que hasta ese momento estaban vacantes, como la informática, la electrónica y la robótica. La intervención estatal fue clave. Si bien se implementó un sistema capitalista, el Estado intervino fuertemente y se convirtió en el responsable de la política industrial, comercial y financiera. De esta manera, el país consiguió tasas de crecimiento económico anuales cercanas al 10% al menos hasta 1980. Las mejoras económicas se vieron reflejadas también en los indicadores de bienestar social, como la tasa de mortalidad infantil y la esperanza y calidad de vida.

Europa

1945. Alemania era señalada como la gran responsable de la 2ª Guerra Mundial luego de las atrocidades cometidas por el nacionalsocialismo. Tras la rendición de las tropas nazis, el territorio alemán fue dividido entre las potencias aliadas: la Unión Soviética, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña.

Estados Unidos implementó diversas estrategias para consolidar su supremacía en la economía mundial a partir de su reconstrucción. Fue así como nació el Plan Marshall que implicó una serie de ayudas presupuestarias destinadas a los países más afectados por el conflicto bélico. Alemania fue uno de los más beneficiados con este plan al recibir más del 10% de los 13 mil millones de dólares que el gobierno estadounidense puso en circulación. Gracias a esto y a las medidas tomadas por el Canciller Ludwig Erhard, en tan solo cinco años la nación europea logró convertirse en potencia y duplicar su producción industrial y agraria.

Argentina

Si bien durante las últimas décadas nuestro país atraviesa períodos de crisis y estancamientos, esto no fue siempre así. Desde mediados del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, la economía Argentina creció en forma sostenida, a un ritmo que se aceleró a partir de 1880. El período 1880-1914 fue la etapa de mayor crecimiento económico del país. Antes del conflicto bélico, gozábamos de una tasa de crecimiento del 6%, lo que nos colocaba en una situación privilegiada a nivel mundial. Nos encontrábamos por arriba de algunas economías europeas como la italiana, la francesa y la alemana.

Nuestro sistema se caracterizaba por una apertura que atraía capitales extranjeros al mismo tiempo que dominábamos las exportaciones de productos agropecuarios. Es muy importante aclarar que este crecimiento no se correspondía con un mayor grado de igualdad social, ya que la aristocracia gobernante se aseguraba de que los beneficios fueran apenas para unos pocos.

Veamos un dato que grafique aún más esta situación privilegiada. Para ese entonces, Francia tenía una renta per cápita de 3400 dólares mientras que la Argentina rozaba los 3800. Sin embargo, en la actualidad, el país europeo alcanzó los 48 mil mientras nosotros apenas podemos mantenernos cercanos a los 10 mil.

¿Qué cambió a nivel económico desde ese entonces hasta ahora? Justamente quizá la clave esté en lo que no cambió. Somos los nietos de aquella Argentina que supo ver al modelo agroexportador como la puerta al mundo. Nos quedamos anclados en la idea de que una gran cantidad de recursos naturales comercializables es la condición necesaria para que el éxito ocurra. Como buenos descendientes de abuelos ricos, estamos acostumbrados al buen vivir y a las escasas preocupaciones. Tal vez llegó la hora de cambiar el chip y darle paso a una nueva generación comprometida e innovadora que no se valga de los logros pasados y que con fórmulas propias nos permita alcanzar mejores estándares económicos. Esta vez, de la mano de una mayor inclusión social.

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