Un llamado a priorizar la niñez y la adolescencia

Alcanzar el crecimiento sostenible e inclusivo del país implica garantizar a las familias con niñas y niños las posibilidades, herramientas y recursos necesarios para que puedan asegurar para cada infancia un presente y un futuro pleno en el ejercicio de sus derechos

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Los chicos y las chicas no pueden ser, nunca, la variable de ajuste (UNICEF)
Los chicos y las chicas no pueden ser, nunca, la variable de ajuste (UNICEF)

Argentina atraviesa una compleja situación económica y social. Los últimos datos disponibles indican que más de seis millones de niñas, niños y adolescentes son pobres. Más de un millón y medio viven en hogares que no logran reunir ingresos suficientes para cubrir siquiera la canasta básica de alimentos. La aceleración inflacionaria de los últimos meses hace suponer que esta situación continuará siendo delicada.

Las dificultades de los hogares para acceder a ingresos se traducen de manera concreta. Dimensionar en qué medida esto sucede requiere contar con datos robustos y actualizados que permitan, además, informar la toma de decisiones. Por eso, desde el inicio de la pandemia por COVID-19, UNICEF implementó una serie de Encuestas Rápidas que permitieron analizar el impacto que tuvo sobre las niñas, niños, adolescentes y sus familias, en particular los más vulnerables. Entre abril de 2020 y noviembre de 2021 se realizaron cinco rondas y, en junio de este año, se avanzó en una nueva medición, que monitorea el contexto actual.

Este relevamiento actualizado indica que, en los últimos seis meses, más de 1 millón de chicas y chicos tuvieron que saltearse alguna comida por falta de dinero. Es decir, dejaron de desayunar, almorzar, merendar o cenar. Esta situación es aún más frecuente en los hogares más vulnerables y entre las personas adultas: 3 millones de madres, padres y otros adultos del hogar restringen su alimentación, muchas veces para evitar que sean las niñas y niños quienes tengan que hacerlo.

La falta de dinero lleva también a otras restricciones en el consumo: casi un 70% de hogares come menos carne y 40% come menos frutas y verduras, fundamentales para una nutrición sana. Aumenta, en cambio, el consumo de fideos, harina y pan. Asimismo, la mitad de los hogares indica que los ingresos no les alcanzan para cubrir los gastos escolares, entre ellos libros y útiles. Y, por falta de dinero, un 24% dejó de ir al médico o al dentista y un 17% dejó de comprar medicamentos.

Estas situaciones ponen en evidencia, por un lado, las dificultades de los hogares para obtener ingresos laborales suficientes. Por el otro, los desafíos de las políticas de protección social que, pese a su amplia cobertura y el rol esencial que han tenido en mitigar los impactos de la crisis, no logran ser suficientes para evitar que los hogares con niñas, niños y adolescentes salgan de la pobreza extrema.

En este momento, el país se encuentra definiendo las políticas económicas y sociales que permitan revertir la situación actual. Esto implica, por un lado, discutir medidas urgentes en el marco de un acotado espacio fiscal y, por el otro, definir medidas de mediano y largo plazo que resultan centrales para abordar la situación de pobreza y desigualdad estructural. Desde UNICEF hacemos un llamado para que, en este debate, la protección de los niños y niñas esté en el centro de la agenda y se generen los consensos necesarios para asegurar que no se reduzcan los recursos reales destinados a la niñez.

Los chicos y las chicas no pueden ser, nunca, la variable de ajuste. Alcanzar el crecimiento sostenible e inclusivo del país implica garantizar a las familias con niñas y niños las posibilidades, herramientas y recursos necesarios para que puedan asegurar para cada infancia un presente y un futuro pleno en el ejercicio de sus derechos.

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