Pasada la primera mitad de 2022 y más de dos tercios del mandato del presidente Alberto Fernández, que acaba de nombrar un “Superministro” de Economía para sortear la crisis política y económica, el sector energético está en el centro de la escena porque explica gran parte de los desequilibrios macroeconómicos.
Para entender la situación es necesario analizar lo hecho hasta ahora y los desafíos por delante.
La gestión energética del gobierno está signada por decisiones erráticas y poco fundamentadas y dejó expuesta la fragilidad de la cadena que involucra al sector. El hecho de que la economía del sector esté desconectada del mundo no es trivial. Al mes de julio de 2022 se presentan seis hechos de la gestión que describen el desorden y la falta de coordinación:
1-Subsidios y segmentación tarifaria. La segmentación no está resuelta y tampoco hay una política clara de precios de la energía. Todo indica que el efecto de un aumento de tarifas segmentado por ingresos será inocuo para las cuentas públicas y para la eliminación del sesgo “pro-ricos” del esquema de subsidios existente. Hoy los subsidios a la energía suman USD 15.000 millones en doce meses, alcanzan el 3% del PBI y explican casi la totalidad del déficit fiscal. Aún más preocupante es la tendencia: se gastan en promedio USD 1.200 millones por mes, pese a aumentos parciales en las tarifas. Si se suman a los USD 134.137 millones en subsidios erogados entre 2011 y 2021, se llega a que hacia fin de año se habrán acumulado, en doce años, subsidios por casi USD 150.000 millones (ver Gráfico)
2-Gasoil. Continúa, aunque en menor magnitud, la crisis de abastecimiento, que implicó faltante grave o escasez en casi la totalidad del país durante más de dos meses. Esto se pudo haber evitado fácilmente con las innumerables herramientas con que cuenta el Estado para arbitrar una solución. Hubo reacción tardía y mala praxis en un tema está lejos de ser resuelto de manera robusta.
3-Biocombustibles. Se redujo el corte obligatorio de la mezcla de biodiesel y bioetanol, sin justificación clara y razonable. El corte mínimo debió ser recompuesto parcialmente por la emergencia ante la falta de gasoil. La responsabilidad fue del Congreso e indica que el futuro de este subsector es incierto.
4-Gasoducto Néstor Kirchner. No ha arrancado la construcción del gasoducto Tratayen-Saliqueló, que motivó un escándalo político, renuncia de un ministro incluida. El desinterés de las empresas productoras por construir, operar y mantener un gasoducto en un territorio con reservas gasíferas es un lujo que pocos países pueden darse. La producción gasífera no tendrá la posibilidad de grandes logros hasta tanto no se resuelva este que hoy en día, es el principal cuello de botella.
5-Cuarta Central Nuclear. Se firmó un contrato de construcción con financiamiento chino. Podría costar más de USD 13.000 millones y se realizó sin la presencia del Presidente, del Ministro de Economía y el Secretario de Energía. El contrato se firmó sin conocerse estudio técnico alguno.
6-YCRT. Se promociona un proyecto extemporáneo en Yacimientos Carboníferos de Río Turbio (YCRT), con transferencias de fondos de Tesoro nacional. Es una central de carbón condenada por su pasado y aún más por su futuro. No cuenta con los estudios de factibilidad.
Del lado de los logros podría ponerse el aumento en la producción de petróleo, pero ahí el mérito es más exógeno que doméstico. La producción de crudo aumenta cada mes impulsada por precios internacionales altos, debido a la invasión rusa en Ucrania. Es destacable que un conjunto de empresas ha anunciado inversiones en expansión de la capacidad del transporte con financiamiento privado. El incentivo es exclusivamente la exportación.
La foto y una película posible
Esta foto del momento no es auspiciosa para el futuro cercano y requiere de grandes esfuerzos para solucionar, en parte, la fragilidad del sector de energía. Pero, sobre todo, para trazar un rumbo en medio del desorden generalizado, se necesita planificación energética y coordinación macroeconómica.
Los lineamientos de los próximos años deberían estar centrados en 4 bases fundamentales: recomposición institucional; reforma del sistema de subsidios, que deben estar focalizados en la demanda vulnerable; alineamiento de precios internos con las referencias internacionales; y un mecanismo de priorización claro y eficiente de los proyectos de inversión en infraestructura energética, con apego al Sistema Nacional de Inversión Pública o bien a las leyes que regulan al sector hidrocarburífero.
Es una tarea que queda para las plataformas de gobierno de la siguiente administración´pues en términos de esfuerzo técnico y político, los plazos de la actual gestión están agotados. El entrante superministro tiene muy poco tiempo para ordenar cuestiones de fondo ante la urgencia de tantos desequilibrios.
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