Entre escuelas cerradas y el desdén por la salud mental de los chicos, se convirtieron en un Gobierno antiniños

Las últimas palabras de la ministra Carla Vizzotti sobre los problemas de salud mental expresaron una postura negligente y desaprensiva frente al daño real que sufren los menores

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Aula vacía en una escuela
Aula vacía en una escuela de Buenos Aires (REUTERS/Agustin Marcarian)

“¿No hay daños psicológicos para los niños que tienen que estar encerrados en sus casas?”, le preguntó el periodista Joaquín Morales Solá a la ministra de Salud de la Nación Carla Vizzotti. Ella contestó, como si nada, que “problemas de salud mental vamos a tener todos”. Como si su obligación no fuera intentar mitigarlos.

La salud incluye múltiples factores. En su afirmación, la ministra hizo de la salud mental de los niños un daño colateral. Como algo sacrificable. Como si las consecuencias a corto y largo plazo no fueran trágicas en la vida de esos chicos y para el futuro del país, que son ellos.

Justamente porque hay una pandemia, el director del Observatorio de Psicología Social Aplicada, Gustavo González, advirtió que el riesgo de padecer un trastorno psicológico aumentó y sentenció que las escuelas son lo último que tiene que cerrarse.

Algo en lo que coinciden desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) hasta Unicef y en lo que coincidía la propia ministra antes de que el presidente cambiara en horas y pasara a ser el abanderado del cierre de las escuelas para pelearse con Horacio Rodríguez Larreta.

Unicef califica de “devastador” el impacto del cierre de escuelas e insiste en que las mismas no son el principal factor de transmisión. Cuando la ministra Vizzotti afirma que “problemas de salud mental vamos a tener todos”, expresa una postura negligente y desaprensiva frente al daño real que sufren los niños.

Además, los más chicos no tienen los recursos emocionales de un adulto ante la adversidad, están en plena formación y son extremadamente vulnerables. Sobre todo en entornos de pobreza, que en Argentina afecta a más del 60% de chicos y adolescentes menores de 14 años.

En la Argentina, el 16% de los niños y adolescentes de entre 13 y 17 años trabaja. Y, de ese total, la mitad comenzó a hacerlo durante la pandemia. Sin contar los que caen en manos del delito y especialmente el narcotráfico. La ministra afirmó también que el gobierno nacional tiene como prioridad la educación y hacer un trabajo muy fuerte en la educación virtual sin desconocer que el escenario ideal es la presencialidad.

Sin embargo, según un relevamiento del observatorio de Argentinos por la Educación, en las primarias de gestión estatal en centros urbanos de todo el país, las clases diarias por Zoom solo las pudieron poner en práctica menos de un 20% de los establecimientos que se relevaron. Uno de cada cinco chicos de la primaria directamente no tiene acceso a internet.

En pos de tapar los fracasos del Gobierno, la ministra no solo desestima el drama de millones de niños con notable insensibilidad sino que lo justifica. “Problemas de salud mental vamos a tener todos”. Y si, bánquensela. Los chicos también y se la tienen que aguantar. Ese parece ser el subtítulo de sus palabras.

La ministra olvida que los argentinos van a hacer todo lo posible para que, a pesar de un gobierno que por momentos se ha vuelto antiniñez, los chicos salgan adelante. No solo los argentinos empujados a la miseria o arruinados en sus negocios pagan la ineficiencia del Gobierno. También la pagan los chicos. Entre la falta de presencialidad por las escuelas cerradas y el desdén por la salud mental, el Gobierno por momentos se ha vuelto un gobierno antiniñez.

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