¿Por qué no entusiasma la escuela?

La escuela es una organización pensada en el siglo XVII en Europa para un tiempo y un espacio determinado. Años después, el objetivo es otro y la lógica de esta institución debería cambiar

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(Foto NA: APN LA PAMPA)
(Foto NA: APN LA PAMPA)

La escuela es una organización pensada en el siglo XVII en Europa para un tiempo y un espacio determinado. Aulas, horarios y gradualidad fueron algunas ideas-eje que fundamentaron un quehacer diario que aún sigue vigente.

En Argentina, la institucionalización de la escuela se dio con la promulgación de la Ley 1.420, en 1884, con un gran objetivo: la construcción de una Nación y la homogeneización de la población, fundamental para incluir la gran oleada inmigratoria de finales de siglo. Algunos datos significativos son claros a la hora de ilustrar lo señalado anteriormente. Según el segundo censo nacional, en 1895, nuestro país, contaba con una población de casi 4 millones de habitantes, más unos 60.000 pobladores no censados, unos 50.000 indios (sic) y unos 50.000 argentinos que vivían en el exterior. Veinte años después, en 1914, se duplicó y llegó a 8 millones de habitantes. Estos números dan cuenta de la necesidad de una escuela que posibilite educación a todos los ciudadanos.

Sin embargo, cien años después el objetivo es otro y la lógica de esta institución debería cambiar. Treinta niños y niñas o jóvenes sentados unos detrás de otro en un aula, viendo la nuca del compañero, no acuerda con lo que las teorías psicológicas nos plantean. Por ende, es necesaria otra organización escolar, muy diferente a la actual.

El desinterés de los estudiantes a los contenidos que enseña la escuela se debe a que la cultura escolar es rígida, uniforme y rutinizada y alejada de las problemáticas de las juventudes.

Y si bien el Plan Conectar Igualdad intentó unir esa brecha, ciertas condiciones no permitieron que se lograra. En mi libro “Escuelas reales en tiempos digitales” propongo una comparación entre este con el Plan Ceibal, de Uruguay, y con otras propuestas latinoamericanas dando cuenta de decisiones políticas y tecnológicas que promovieron el uso de las TIC en el aula. No obstante, la falta de capacitación docente o la desconfianza a la tecnología hicieron mella y no se logró el salto cualitativo esperado.

Hace más de veinte años, algunos juegos intentaron un cambio. Age of Empire, de Microsoft, en 1998, surgió como una alternativa para enseñar historia en la escuela. Sin embargo, fue tal su popularidad que no se advirtió su potencial escolar y fue un éxito fuera de ella. Hacer recorridos o campañas, siguiendo un personaje histórico, era la posibilidad para que la enseñanza de esta disciplina fuera menos lineal, menos académica y más constructivista.

Otro ejemplo es el juego Preguntados. Una app, surgida en 2013, que fue descargada 150 millones de veces en 15 idiomas. Una trivia acerca de arte, ciencia, historia, geografía, deporte y entretenimiento divirtieron a chicos y grandes durante mucho tiempo, pero nunca se pudo ver su fortaleza para usarla en el quehacer docente.

Otros tantos ejemplos de juegos cotidianos que tanto entusiasmaban a los jóvenes podrían haber sido usados en la escuela. El Pokemon Go, el video juego de realidad aumentada hubiera sido potente para el aprendizaje del barrio o de la ciudad, para el aprendizaje de tipos de plantas en la plaza o para conocer lugares históricos, museos o monumentos.

Y si bien hay que tener mucho cuidado con el uso de la tecnología en el aula, y es necesario darle un marco didáctico, es una posibilidad para dejar de “vigilar y castigar” a los estudiantes y para tener otras formas de cursado. Quizás, los juegos son una alternativa válida para lograrlo. Sin embargo, generalmente, se relaciona a la actividad lúdica con lo improductivo, con el ocio o con la pérdida de tiempo y pareciera que la escuela necesita formar sujetos productivos, desconsiderando que el juego permite ensayar roles, aprender reglas de cooperación y de colaboración, incluso, de competencia.

Una escuela entretenida que rompa con la lectura lineal y que proponga otras alternativas de enseñanza y aprendizaje no sólo permitirá mejorar los vínculos al interior de la institución, sino en el entramado social.

Hoy, lejos de homogenizar, la institución educativa tiene el objetivo de fomentar la diversidad y la escucha de las infancias y de las adolescencias, tan diferentes a las del siglo XIX.

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