"Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla"
Marco Tulio Cicerón
Este año tuve la posibilidad de conocer personalmente el Museo del Holocausto (Yad Vashem), en Jerusalén, cuyo objetivo principal es eternizar la memoria de cada una de los seis millones de víctimas del Holocausto para la enseñanza a las generaciones futuras por medio de sus archivos, relatos, objetos, documentos y testimonios, para que las tragedias y sus terribles escenas no sean jamás olvidadas ni repetidas.
La fuerza demoledora que tiene la experiencia de sentir lo que transmite el museo deja al que lo visita en una especie de shock. "Recordando el pasado, forjando el futuro", uno de sus lemas, quedó retumbando incesantemente, desde ese entonces, en mi mente; y, desde allí, surgió en mí la idea de la importancia que tendría para nuestro país la creación de un museo que colabore con formar conciencia sobre uno de nuestros principales males recurrentes: la corrupción.
En sintonía con esto, la comunidad de familiares y sobrevivientes de la tragedia de Cromañón, desde que se restituyó el inmueble donde funcionaba el trágico local bailable a la empresa de Rafael Levy, condenado por la tragedia, viene proponiendo la expropiación del edificio que se encuentra ubicado en Bartolomé Mitre 3060 para convertirlo en un espacio para la memoria. Más allá de que aún falta conversar cómo sería el espacio y su administración, entre familiares y sobrevivientes hay consenso respecto a la expropiación y a su finalidad.
En este sentido, sería interesante reflexionar sobre una propuesta superadora, plural, que multiplique y potencie la memoria, convocando a familiares y sobrevivientes de otras tragedias para crear en conjunto, en ese espacio —si la expropiación avanzara—, el Museo de la Corrupción Argentina. Un sitio que sea el recordatorio, duro e indispensable, de lo que la corrupción es capaz, y una lección para las futuras generaciones. Un lugar para la historia, un lugar para despertar conciencias dormidas y recordarnos que algo así no se debería volver a repetir, jamás.
Además de priorizar y preservar los lugares relevantes del lugar, para lo que disponga la comunidad de Cromañón, a modo simplemente de ejemplo se podría convocar a ser parte y tener su espacio a familiares y sobrevivientes de tragedias entrelazadas por la corrupción como la tragedia de Once, las inundaciones de La Plata, Beara, la explosión del edificio en Rosario, por citar solamente algunos casos reconocidos que han trascendido en la opinión pública.
También sería una buena oportunidad para dar luz a decenas de casos en todo el país, invisibilizados, porque no llegan a los medios de comunicación. La sensibilidad especial que tenemos con quien atravesó algo similar; la escucha, la palabra de apoyo y la solidaridad mutua no son casualidad, forman parte de cómo la vida nos ha hermanado en el dolor para poder superarlo. Motivo por el cual no veo razón alguna que impida trabajar juntos, en un espacio permanente de homenaje a las víctimas que resguarde los objetos y documentos testimoniales, y que centralice un mensaje contundente, del cual somos testigos en carne propia: la corrupción lastima, la corrupción mata.
No es menor que el barrio de Once pueda albergar un museo de esta magnitud simbólica. Lleva en sus entrañas los escenarios de tres heridas mortales: AMIA, Cromañón y la tragedia de Once. Como tampoco lo es que en el lugar en cuestión se produjo, a la fecha, el siniestro no natural con más víctimas mortales de nuestro país, convirtiéndose de esta forma en un emblema de la corrupción nacional e internacional.
Asimismo, esta propuesta no sería aislada, sino que formaría parte de una creciente tendencia de concientización de otros países que, indignados por este flagelo, han avanzado en la creación de museos de la corrupción. Entre ellos, se destaca el de Kiev, Ucrania, creado en la mansión del expresidente Yanukóvich; el de Bangkok, Tailandia; y los de Paraguay, Ecuador y Brasil, que tienen museos virtuales y muestras itinerantes.
La vida nos da la posibilidad de ser resilientes. Transformemos el dolor en una virtud. El Museo de la Corrupción Argentina puede ser una excelente manera de no olvidar para no estar condenados a repetir los males de nuestro país.
Lo expresado refleja una época de nuestra historia reciente en la que fueron avasallados muchos de nuestros derechos. Algunos dilemas de esos trágicos momentos siguen vigentes aún hoy. La lucha por las libertades y los derechos de la sociedad nunca puede darse por definitivamente ganada. Esta propuesta es parte de esa lucha para que, recordando el pasado, forjemos el futuro.
El autor es abogado, sobreviviente de Cromañón y asesor legal de la Fundación Margarita Barrientos. El texto es un extracto del libro, próximo a lanzarse, "Renaciendo de las cenizas. Cromañón y las adversidades de la vida".