Minimizar el desperdicio de alimentos, un compromiso que tenemos que asumir todos

Karen Vizental

Mientras en el mundo unos 800 millones de personas se van a dormir a diario sin haber comido nada, cerca de 1300 millones de toneladas de alimentos son desechados anualmente. En Argentina, la cantidad de desperdicios asciende a 16 millones de toneladas por año, lo que equivale a casi tres platos por persona por día.

El problema es prioritario y para resolverlo debemos comprometernos entre todos. El desperdicio de alimentos no solo tiene implicancias sociales y económicas, sino que además genera impactos ambientales y en la sustentabilidad de los sistemas alimentarios: al producir productos que no se consumen se están malgastando recursos fundamentales como agua, suelo, energía, combustibles, entre otros.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) decidió encarar la iniciativa Save Food, mediante la cual colabora con organismos internacionales, el sector privado y la sociedad civil para permitir que los sistemas alimentarios reduzcan la pérdida y el desperdicio de alimentos, tanto en los países en desarrollo como en el mundo industrializado. En los primeros, un 40% de las pérdidas ocurre en las etapas de poscosecha y procesamiento, mientras que en los países industrializados más del 40% de las pérdidas se produce a nivel del comercio minorista y del consumidor.

Pero revertir esta situación es posible. ¿Cómo? En la fase de la producción, mediante la promoción de métodos de agricultura sustentable, capacitando a los pequeños agricultores en técnicas para el aprovechamiento de los recursos (algo que aumentará sus beneficios y mejorará sus habilidades para evitar el desperdicio).

Por otra parte, las compañías alimentarias deben evitar la caducidad de los productos, y si no alcanzan a comercializarlos por tiempos de distribución, tienen que garantizar que lleguen a los bancos de alimentos para ser destinados a los distintos comedores y beneficiar a más de cien mil personas por día.

Por último, se debe involucrar directamente a los consumidores, con lo que se podría evitar el mayor número de desperdicios. Es clave que la industria alimentaria asuma el compromiso de acompañarlos en el aprendizaje sobre cómo resolver este tema en los hogares.

Según la FAO, solo con los alimentos que se desperdician en América Latina se podría alimentar a trescientos millones de personas. Y no solo eso: también se ayudaría a reducir los impactos del cambio climático y a proteger los recursos naturales.

Como compañía comprometida con una nutrición sustentable, Unilever asumió la reducción del desperdicio entre los cinco compromisos de nutrición sustentable que decidió adoptar a partir de este año. La meta apunta a minimizar los desechos de alimentos desde la huerta hasta la mesa, esto es, tanto en el nivel de la producción como en el consumo. Para esto, en la Argentina impulsa, junto a Carrefour, la FAO y el Ministerio de Agroindustria de la Nación, la campaña #Notirescomida. El objetivo es dar visibilidad a la problemática del desperdicio y educar a los consumidores con estrategias de compra y consumo inteligentes, ofreciéndoles recetas prácticas para reutilizar los alimentos que, de otro modo, terminarían en la basura.

Además, en el país existen organizaciones como el Proyecto Plato Lleno, que trabaja con distintas compañías rescatando alimentos elaborados que quedan como excedentes en la producción de eventos, locales o empresas. Ya llevan recuperados más de cien mil kilos de comida que fueron distribuidos a distintas instituciones del país. Y cada día son más las empresas que se suman a este tipo de iniciativas.

Un reciente informe de un estudio encargado por Champions 12.3, iniciativa que reúne a líderes de todo el mundo para cumplir el objetivo de desarrollo sostenible de la ONU vinculado con el desperdicio de alimentos (ODS 12.3), y de la que participa Paul Polman, CEO Global de Unilever, determinó que por cada dólar que invirtieron las empresas para reducir la pérdida de alimentos y desechos, ahorraron 14 dólares en costos de operación.

Si el imperativo moral no fuera suficiente para generar un cambio en la industria, este estudio muestra claramente que no hay razones económicas que impidan encarar iniciativas corporativas para reducir el desperdicio de alimentos. No hay dudas de que el uso, el consumo y el acceso a los alimentos deben mejorar globalmente y que depende de todos los sectores de la sociedad (gobiernos, instituciones de investigación, productores, distribuidores, minoristas y consumidores) lograr que se produzca el cambio.

La autora es vicepresidenta de Comunicaciones y Sustentabilidad de Unilever Latinoamérica y Cono Sur.