Los brazaletes de amistad constituyen accesorios tejidos a mano que dos personas intercambian como un símbolo de su relación. Generalmente confeccionados con hilos de colores o cuentas, estas pulseras simbolizan la unión y la permanencia del vínculo entre amigos. Cada pieza lleva consigo un significado especial, ya que quien la elabora y la regala lo hace con el objetivo de reafirmar el lazo amistoso.
Orígenes y primeros símbolos de amistad
Desde la antigüedad, la amistad se ha materializado a través de obsequios que representaban lealtad y cariño. En Irlanda, durante el siglo XVIII, se popularizó el uso del anillo de Claddagh como una manera de simbolizar la amistad y el amor. Este anillo presentaba un corazón, que aludía al amor, sostenido por dos manos que simbolizaban la unión amistosa, mientras que la forma circular evocaba el carácter eterno del vínculo. Se piensa que este diseño podría provenir del antiguo anillo fede, originado en la Roma clásica, donde el gesto de “dextrae junctio”, o “unión de las manos”, expresaba conceptos como la amistad, el compromiso y la alianza. Este símbolo romano se convirtió en un emblema utilizado en diversas ceremonias y se extendió posteriormente a otras culturas.
Los nudos llegaron a representar la amistad en la historia europea a partir del siglo XIV. Diferentes órdenes de caballería utilizaron estos símbolos como señal de lealtad y vínculos fraternales. La complejidad y el entrelazado de los nudos reflejaban la fuerza de las relaciones personales. Al otro lado del mundo, la escritura japonesa incluía una representación visual de la amistad mediante el carácter “tomo”, que significa “amigo” y que se representaba con manos unidas, una muestra de la universalidad de esta idea.
Tradiciones de intercambios y joyería
Durante el siglo XVIII y XIX, surgió una práctica peculiar para simbolizar la amistad. Amigos y amigas intercambiaban mechones de cabello como señal de afecto y unión. Estos mechones se consideraban representaciones físicas de la persona y, al no degradarse con facilidad, evocaban la idea de eternidad, al igual que la amistad. Aunque esta costumbre era más común entre enamorados o como recuerdo de un ser querido fallecido, también se realizaba entre amigos íntimos. George Washington, por ejemplo, obsequió su propio cabello a amigos cercanos, incluido su compañero y fundador de la nación, Alexander Hamilton. Las mujeres, por su parte, creaban joyas como pulseras, collares y broches donde engarzaban estos mechones, permitiendo llevar consigo una parte de su amiga a donde fueran. La ex primera dama de los Estados Unidos, Abigail Adams, intercambió mechones con su amiga Mercy Otis Warren en 1805, los cuales fueron engastados en un anillo y un broche, objetos que simbolizaban su vínculo eterno.
Durante el siglo XIX, comenzaron a intercambiarse broches de la amistad. Estos broches solían tener flores de hiedra, asociadas con la fidelidad, junto con inscripciones como “Nada puede separarme de ti”. La forma circular de los broches aludía a la continuidad y firmeza de la amistad. Un anuncio de 1913 sobre este tipo de joyería afirmaba que el broche era “como la amistad, interminable”. La cultura de los obsequios simbólicos se mantuvo en constante evolución, adaptándose a las tendencias y significados de cada época.
Las pulseras de la amistad modernas
A finales del siglo XX, se consolidó una nueva tradición que simbolizaba la amistad: el intercambio de pulseras tejidas. Aunque resulta complejo determinar con precisión la procedencia de estas pulseras, su diseño y confección parecen derivar de las pulseras tejidas de Centroamérica, inspiradas por la tradición artesanal maya. En los años 60, estas pulseras llegaron a manos de jóvenes estadounidenses que, como parte del movimiento contracultural de la época, buscaban conectar con la moda elaborada a partir de fibras naturales. El uso de estos accesorios representaba un estilo de vida basado en el naturalismo, que incluía cabello largo, ropa ligera y tonos tierra. La simpleza de su confección permitía a cualquier persona crear una pulsera personalizada, dándole a cada pieza un carácter único y significativo.
Con el paso de los años, estas pulseras fueron ganando popularidad, sobre todo entre la Generación X y los Millennials, quienes las intercambiaban durante fiestas, reuniones y momentos importantes de su juventud. A finales de la década de los 80, su influencia cultural había llegado a tal punto que aparecieron en la popular serie televisiva “Salvados por la campana”, donde los protagonistas lanzaron un negocio para venderlas a sus compañeros de instituto. Este evento marcó un punto clave en la difusión y comercialización de las pulseras de amistad, convirtiéndolas en un símbolo duradero y conocido de la juventud de esa generación.
Durante la década de los 90, la escena de la música electrónica de baile (EDM) también adoptó su propia versión de estas pulseras, conocidas como kandi. Confeccionadas con cuentas de plástico de colores brillantes, estas pulseras se intercambiaban en las raves y festivales de música electrónica, creando un ritual social que unía a los asistentes bajo su amor compartido por el EDM. En la actualidad, un fenómeno similar puede observarse en los conciertos de Taylor Swift, donde sus seguidores, conocidos como swifties, intercambian pulseras decoradas con letras de canciones y símbolos relacionados con la artista.