El cuachalalate es uno de los árboles más conocidos en el mundo desde hace varios siglos debido a sus amplias propiedades medicinales que lo hacen único, específicamente por sus efectos para tratar malestares gástricos y más recientemente por su posible poder anticancerígeno.
También conocido como chalalate, coachalalate, cuachalala o volador, pertenece a la familia de las Anacardiaceae y se trata de una planta nativa del sur de México, pues crece en las regiones tropicales y en climas cálidos, desde el Pacífico de Nayarit hasta Oaxaca. Florecen entre abril y mayo, mientras que la fruta crece de junio a marzo.
De acuerdo con el Jardín Etnobotánico del Centro del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Morelos, este árbol se caracteriza por tener ramas ascendentes y torcidas, muy ramificadas que pueden llegar a medir hasta 10 metros de altura.
La corteza es gruesa, compacta y dura, áspera y que va de un color rojizo a uno café oscuro; las hojas son obovadas y con borde aserrado, grisáceas por fuera verde opacas por dentro. En tanto, los frutos son alados de 2.5 a cinco centímetros, de color oscuro amarillento o rojizo con nervadura que además contienen de una a dos semillas aplanadas.
Usos medicinales
En el siglo XVI el naturalista y médico Francisco Hernández aseguró que el cuachalalate tenía una corteza fría, secante, que machacada es buena para aliviar tumores. Cuatro siglos más tarde, el botánico mexicano Maximino Martínez registró que era anticancerosa, antipalúdica, astringente y bueno para tratar la fiebre tifoidea.
En varios estados de México este árbol se usa con frecuencia para tratar diversos padecimientos asociados con el estómago como las úlceras o la gastritis. Para ello se debe administrar como agua de uso un macerado de la corteza hasta que el agua tome color.
De igual forma alivia las infecciones o inflamaciones intestinales, ayuda a limpiar el estómago, el hígado, la vesícula; al mismo tiempo es bueno para tratar problemas bucales como el dolor de muelas, endurece las encías y alivia fuegos en la boca.
Por otro lado, para aliviar heridas se debe beber su cocimiento o se lava la herida con el macerado; también se puede aplicar en polvo sobre ellas. Para tratar granos y llagas se puede untar de forma directa la resina de la corteza. También es común su uso para golpes, mordeduras o piquetes de animales como alacranes; asimismo favorece la cicatrización.
La corteza del cuachalalate es útil para hacer lavados cuando hay infecciones vaginales, cuando se presenta la fiebre puerperal, la caída de la matriz y la caída de ovarios.
Se usa para aliviar afecciones respiratorias, tos, inflamación de anginas, resfriados, tubérculos y otras enfermedades pulmonares. Para ésta última basta con hervir la cáscara hasta que se pinte el agua y se toma de forma endulzada al menos cuatro veces al día hasta que sea necesario.
Se emplea en problemas relacionados con la circulación sanguínea, para purificarla o desintoxicarla, para curar várices o úlceras.
Otra de sus propiedades es que sirve como un analgésico, por lo que puede usarse cuando se presenta dolor de cintura, cabeza, espalda, pulmones, hernia, reumas o punzadas.
Su valor anticancerígeno
Una investigación del Departamento de Toxicología del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinestav) ha demostrado que el árbol de cuachalalate posee un compuesto que promueve la muerte de las células tumorales, al tiempo que estimula el sistema inmune.
Según se explica en la investigación, este árbol contiene un ácido anacárdico, el 6 pentadecil salicílico, que promueve la muerte programada de las células tumorales sin afectar a las células normales o buenas.
La investigación, que se publicó en Toxicology and Applied Pharmacology, señala que el cuachalalate no causa toxicidad en comparación con otros tipos de compuestos usados en tratamientos que se utilizan contra el cáncer de mama, aunque sí corre el riesgo de disminuir la cantidad de células blancas.
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