La familia del fútbol mexicano ha perdido a una de sus grandes leyendas, Alberto Onofre, quien llegó a brillar con la camiseta de Chivas y fuese considerado una de las mayores promesas del balompié azteca, falleció a los 77 años de edad, dejando un legado de talento y pasión por el deporte.
Nacido el 5 de julio de 1947 (77 años) en Guadalajara, Jalisco, fue una de esas figuras que, a pesar de no haber alcanzado todo lo que se le vaticinaba, dejó una huella imborrable en la historia del fútbol mexicano. Criado en la Colonia Fresno, al sur de la ciudad, Onofre creció en una familia numerosa: fue el quinto de diez hermanos. Hijo de Dionisio Onofre, tornero de profesión, y Rafaela Cervantes, el joven Alberto mostró desde temprano que su futuro no estaría en los libros, sino en el campo de fútbol.
A pesar de las expectativas familiares, Onofre decidió dejar la escuela tras concluir la primaria para dedicarse por completo a lo que realmente le apasionaba: el fútbol. Sus primeros pasos en este deporte los dio en las calles del barrio, donde jugaba con amigos y vecinos. Con el tiempo, su habilidad y talento lo llevaron a formar un equipo llamado “Jalisco”, que compitió en la Liga Poniente, un semillero de futuros futbolistas en la ciudad.
La suerte le cambió a los 12 años, cuando su hermano Ernesto, lo presentó con el mediocampista de las Chivas, Sabás Ponce. Esta conexión fue el primer eslabón que lo llevó a probar suerte con el ‘Rebaño Sagrado’, aunque en las categorías inferiores. Después de superar la oposición de su padre, quien no veía con buenos ojos la carrera deportiva de su hijo, Onofre debutó en 1964 a los 17 años, comenzando su ascenso en el fútbol profesional.
Con el tiempo, Onofre se ganó un lugar en el corazón de los aficionados del fútbol mexicano. Su talento como mediocampista, su toque refinado y su habilidad para el cabezazo lo hicieron destacar tanto en Chivas como en la Selección Mexicana. Considerado uno de los mejores futbolistas del país antes del Mundial de 1970, era el eje del mediocampo del Tricolor, capaz de controlar los tiempos del juego y generar jugadas decisivas.
Sin embargo, el destino le tenía preparada una tragedia que cambiaría su carrera para siempre. A tan solo cuatro días de iniciar la justa mundialista, Onofre sufrió una grave lesión en un entrenamiento. Un choque accidental con su compañero Juan Manuel Alejándrez le causó una fractura de tibia y peroné que truncó su participación en el torneo más importante de su carrera.
Con solo 23 años, Alberto se vio obligado a abandonar su sueño mundialista, y lo que parecía ser el inicio de una brillante carrera se desmoronó en un abrir y cerrar de ojos. A pesar de someterse a rigurosos programas de rehabilitación, el talentoso mediocampista nunca logró recuperar su nivel de juego. Tras dos temporadas inactivo y un regreso apresurado a las canchas, Onofre se dio cuenta de que ya no podía ser el mismo.
Las secuelas psicológicas de su lesión lo marcaron de por vida, y a los 27 años, decidió retirarse del fútbol profesional, dejando un vacío en el fútbol mexicano y en el corazón de los aficionados que veían en él un jugador capaz de cambiar la historia del deporte en el país. Durante su paso como profesional, logró levantar el título de Liga y de Copa en la temporada 1969-1970, consiguiendo así, un nuevo doblete en la historia de Chivas.
A nivel selección, siempre será recordado por su participación con la selección juvenil que ganó la medalla de oro en los V Juegos Panamericanos de Winnipeg en 1967