Humberto Mariles, el ídolo olímpico acusado de narcotráfico

Su historia está llena de claroscuros. Bicampeón olímpico, alcanzó el estatus de héroe nacional. Nadie ha podido replicar sus hazañas. Pero en su faceta de militar poderoso e influyente, fue encarcelado y acusado de narcotráfico

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México no conocía la gloria olímpica hasta que llegó él. Mariles fue campeón en ecuestres tanto individualmente como en equipos. No ha habido atleta azteca capaz de hacerse con dos medallas de oro. (Foto: Twitter @FraseParaLlevar)
México no conocía la gloria olímpica hasta que llegó él. Mariles fue campeón en ecuestres tanto individualmente como en equipos. No ha habido atleta azteca capaz de hacerse con dos medallas de oro. (Foto: Twitter @FraseParaLlevar)

Humberto Mariles es un nombre histórico para el olimpismo mexicano. Nadie ganó más medallas de oro que él. Sus hazañas datan de una época distante en el tiempo, pero cada vez que se habla de las glorias deportivas mexicanas resulta imposible no evocar sus triunfos.

Militar de formación y poseedor de un gran talento para la equitación, se convirtió en un atleta legendario. Sin embargo, su faceta como general tiñó de oscuridad lo que había sido una biografía deportiva ejemplar. Acusado de narcotráfico, Mariles dejó para la historia tres medallas olímpicas, pero también un legado de violencia y complicidades entre la cúpula militar y el crimen organizado.

Afecto a la disciplina castrense, Mariles no escatimaba en esfuerzos. Cuando montaba a caballo se sabía poderoso. Al mando de Arete, su trotón predilecto y que se caracterizaba por ser tuerto, no había nada imposible en el horizonte. Las competencias ecuestres eran un campo perfecto para los tipos que irradiaban arrojo y don de mando. Porque para ganar, no basta con la voluntad y adiestramiento propios. En la equitación hay que coexistir. Tanto mérito hay en el jinete como en el caballo. Los éxitos y los fracasos son compartidos.

Mariles, al igual que cuando montaba a Arete, se sabía poderoso. Cultivó una intima relación con el presidente Miguel Alemán y se desenvolvía con naturalidad entre las altas esferas de la sociedad. Promovió la práctica de la equitación en las élites económicas de la épica. (Foto: Twitter@for_ortega13)
Mariles, al igual que cuando montaba a Arete, se sabía poderoso. Cultivó una intima relación con el presidente Miguel Alemán y se desenvolvía con naturalidad entre las altas esferas de la sociedad. Promovió la práctica de la equitación en las élites económicas de la épica. (Foto: Twitter@for_ortega13)

Por eso la noticia de su doble medalla de oro en Londres 1948 (los primeros juegos posteriores a la Segunda Guerra Mundial) corrió como pólvora. Del otro lado del mundo, un mexicano vencía los complejos perdedores y se alzaba en la cima del podio. Mariles ganó tanto en la prueba individual como en la de equipos. El clamor no se hizo esperar. México abría los ojos ante el panorama mundial y se descubría a sí mismo como un país capaz de ganar. El general Mariles, con sus estridentes triunfos, demostró que la gloria no estaba reservada para los otros. El ADN ganador que corría en su sangre era único.

Nadie volvería a repetir tal gesta; a 73 años de distancia, ningún mexicano ganador de medalla de oro ha podido refrendarla. Y no se quedó con ese doble campeonato. Volvió a repetir en el podio en la prueba de tres días, con la medalla de bronce.

Esas deslumbrantes participaciones le aseguraron, para siempre, un lugar de privilegio en el olimpismo mexicano. Su nombre sería sinónimo de éxito, de empuje, de persistencia, valores tan socorridos en el deporte y en la idiosincrasia mexicana. Se trataba del arquetipo perfecto del mexicano portentoso y vencedor. La imagen de su rostro era venerada y estaba en todos lados. Ya en esa época el éxito deportivo y la publicidad se imantaban irrevocablemente.

Después de cuatro años en prisión por homicidio, Mariles viajó a Europa. En París fue detenido por posesión de heroína. De acuerdo con la policía francesa, el bicampeón olímpica buscaba introducirla a México gracias a su influyentismo en las aduanas. (Foto: Twitter@VictorSanoro)
Después de cuatro años en prisión por homicidio, Mariles viajó a Europa. En París fue detenido por posesión de heroína. De acuerdo con la policía francesa, el bicampeón olímpica buscaba introducirla a México gracias a su influyentismo en las aduanas. (Foto: Twitter@VictorSanoro)

Pero el relato estoico se torció. Mariles ya había dejado grabado su apellido con tinta indeleble por los más loables motivos. Después, el correr del tiempo se encargó de contar la historia completa. El 1964, Mariles asesinó a Jesús Velázquez en un pleito de tránsito. Una pena de veinte años se redujo, primero, a ocho. Y finalmente fueron sólo cuatro años los que pasó en Lecumberri, donde gozaba de todos los privilegios y libertades. El encarcelamiento era un mero formalismo que en nada medró su condición de intocable.

Ese arrebato de ira en vía pública era sólo un síntoma. En 1972, Mariles fue detenido en París por posesión de heroína. De acuerdo con las autoridades francesas, el general mexicano planeaba introducir la droga a través del Aeropuerto Internacional de la Ciudad México gracias a su influencia y al nulo control aduanero que existía sobre personalidades de su calibre, según ha relatado la periodista Ana Lilia Pérez en su libro Verdugos.

Mariles fue trasladado a la prisión de La Santé, a espera de proceso. Él siempre negó los cargos. El 7 de diciembre de 1972 murió de un edema pulmonar producto de una crisis cardíaca. La llegada de su cuerpo a México evocó el recuerdo de sus mejores días: lo recibieron como el héroe que supo ser, a pesar de la penumbra que envolvió sus últimos días. El doble campeón olímpico, emblema de una era, se despedía después de haber descendido al infierno del narcotráfico.

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