El deterioro físico que experimentó la cantante Dulce en sus últimos momentos de vida era evidente, aseguró su hija Romina Mircoli quien confesó que la última voluntad de su mamá fue no ser vista por absolutamente nadie.
“Me dijo: ‘Romina, por favor, que nadie me vea’”, fue la solicitud de su madre, una mujer que a lo largo de su vida luchó por cuidar su imagen, por mantener una figura que la definía ante el mundo.
Esas palabras quedaron grabadas en la mente de su hija, como una marca indeleble. “De hecho, yo no sé cómo se filtraron esas fotografías del hospital, ella tenía mucho miedo que le fueran a tomar fotos”, se lamentó consciente de que el rostro de su madre, ya muy deteriorado, no correspondía con la imagen que ella tanto había cuidado.
Para la intérprete, verse así, tan frágil, era una realidad que temía profundamente, expresó su hija visiblemente afectada quien rompió en llanto durante la transmisión de este lunes del programa “Ventaneando”.
Dulce tenía miedo que le tomaran fotos
“La funeraria fue muy seria pero ella tenía mucho miedo de que le tomaran fotos como ella estaba, ya estaba muy deteriorada, esa no era la imagen por la que había procurado y trabajado toda su vida. Era muy triste verla, era un trapito de persona, era una cosita así chiquitita. No había vestido, ni maquillaje ni peluca que le hicieran justicia”.
En los últimos días, las palabras de su madre se volvieron aún más dolorosas. Como si de un proceso de regresión se tratara, Romina escuchaba a su madre compartir sueños con seres queridos que la esperaban, como una forma de despedida antes de su partida definitiva.
“Así como compartíamos entusiasmos, también miedos porque es normal compartir miedos en esa situación, me dijo, me lo expresó con todas las palabras: ‘Romina, que nadie me vea’, yo no quise reparar tanto en eso porque luego me decía cosas que me ponían la piel chinita como: ‘ya estoy muy cansada o soñé con mi tía, tal persona quiere que me vaya con ella’”.
Dulce quería la urna más bella
En su última voluntad, su madre le pidió algo sencillo, pero profundo: que, en caso de su partida, eligiera la urna más bella, aquella que brillara con la misma intensidad con la que había vivido su vida.
“Empiezas a escuchar comentarios como si fuera una regresión infantil, decía todo lo que dicen las personas cuando están a punto de partir. Dijo, si algo me pasa por favor, elige la urna más preciosa, que brille y me llevas a la basílica, el deterioro de mi mamá era muy evidente”.