“Altazor o el viaje en paracaídas”: el creacionismo de Vicente Huidobro

Este 2 de enero conmemoramos el aniversario luctuoso 77 del poeta chileno Vicente Huidobro, uno de los vanguardistas más importantes del siglo XX, por lo cual recordamos especialmente “Altazor”, uno de los libros claves de la poética hispanoamericana, considerado obra fundamental de su autor

Guardar
María Vázquez Valdez, escritora y
María Vázquez Valdez, escritora y doctora en teoría crítica Crédito: (Cortesía de la autora)

El poeta Vicente García Huidobro (1893-1948) es uno de los vanguardistas más importantes del siglo XX. Nació en Santiago de Chile, pasó su infancia en Europa, y en 1900 volvió a su país de origen. En 1911 ingresó a la Universidad de Chile para estudiar literatura. En 1912 fundó la revista Musa Joven con Jorge Hübner Bezanilla, y en 1913 dirigió la Revista Azul.

Vicente Huidobro expresó por primera vez su pensamiento vanguardista en público en 1914; de estos lineamientos se derivaría su teoría del Creacionismo. Dos años después publicó el poema Adán, en el que ya aparecen rasgos claros de esa corriente. En Buenos Aires dio una conferencia que también sentó las bases de la corriente que estaba fundando, con la siguiente afirmación: “La primera condición del poeta es crear, la segunda crear y la tercera crear”.

Sin duda, Altazor es la obra capital de Vicente Huidobro, sin embargo hay que considerar que fue un poeta considerablemente prolífico. Publicó Ecos del alma en Santiago de Chile en 1911, cuando tenía 18 años, y posteriormente La gruta del silencio (1913), Canciones en la noche (1913), y en 1914 Pasando y pasando y Las pagodas ocultas. Entre 1915 y 1930 publicó catorce libros en Santiago de Chile, Madrid y París. En 1931 publicó Altazor o el viaje en paracaídas por primera vez en Madrid. Después de Altazor, entre 1931 y 1964, publicó doce libros, incluyendo sus obras completas.

En varias ocasiones Vicente Huidobro manifestó su interés por la obra de Rimbaud, Baudelaire y Lautrèamont, de quien sus libros tienen atisbos y referencias, como es el caso concreto de Altazor. Podríamos decir que de alguna forma Lautréamont, con su célebre Los cantos de Maldoror, ejerció una especie de Creacionismo, con los múltiples seres que se reúnen en sus páginas escalofriantes.

Vicente García Huidobro Foto: (memoriachilena.cl)
Vicente García Huidobro Foto: (memoriachilena.cl)

Así también, el Creacionismo y la poesía, como se deriva en múltiples metáforas de Altazor, constituyeron una parte fundamental en la obra de Huidobro, quien en su quehacer literario desdobló una conquista del universo en la que desafió el cosmos, y lo creó y recreó con su palabra y su imagen.

El prefacio: primer canto de Altazor

Clasificado en distintos ámbitos como un libro-poema, Altazor se compone de siete cantos, y cada uno aborda distintos temas. Su hilo conductor, aunque no es evidente, es innegable.

El primer canto o prefacio es el más extenso y complejo de todos. Aquí Huidobro señala que los cantos se refieren a planetas por los que Altazor viaja en su paracaídas. Se trata de una especie de identificación de Altazor con Dios, los ángeles, el mundo: “Amo la noche, sombrero de todos los días”.

En esta parte, Altazor señala su destino ligado al paracaídas: “Entre una estrella y dos golondrinas (…) Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte”. Altazor recorre entonces el cosmos, cose “los días uno a uno; los días que tienen un oriente legítimo y reconstituido, pero indiscutible”.

La caída vertiginosa del paracaídas es una atracción de la muerte y del sepulcro abierto: “Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la amada. La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo”.

En ese trayecto, Altazor encuentra a la Virgen sentada en una rosa, que luego se eleva y se sienta en su paracaídas. Luego llegan las montañas, el mar, los caracoles, y la revelación de la identidad: “soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su garganta con claro de luna, sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas”.

En este encuentro con el mundo, la montaña “es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro hinchado hasta tocar los pies de la amada”. Luego hay una referencia explícita al poeta de Canto a mí mismo, Walt Whitman, libro del cual Altazor tiene varios atisbos por sus acercamientos incesantes a la naturaleza humana y en general al cosmos: “Aquél que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser Walt Whitman, pues jamás he tenido una barba blanca como las bellas enfermeras y los arroyos helados”.

Altazor de Vicente García Huidobro
Altazor de Vicente García Huidobro Foto: (memoriachilena.cl)

Luego está la revelación ya no tanto de la identidad como del destino: “La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer. Vamos cayendo, cayendo de nuestro cenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo. Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del cenit al nadir porque ése es tu destino, tu miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra. Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos cayendo”.

Pero luego llega la esperanza, que al final concluye con una sentencia: “Ah mi paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la muerte, despeñada entre los astros de la muerte”. Esta primera parte es justamente un prefacio en el que sin embargo se evidencia el Creacionismo que Huidobro desarrolló en su obra y que en Altazor queda claramente señalado.

El segundo canto: el amor

El segundo canto es un poema muy largo sobre el amor, que inicia con una serie de apasionadas frases: “Mujer el mundo está amueblado por tus ojos / Se hace más alto el cielo en tu presencia / La tierra se prolonga de rosa en rosa / Y el aire se prolonga de paloma en paloma / Al irte dejas una estrella en tu sitio / Dejas caer tus luces como el barco que pasa / Mientras te sigue mi canto embrujado / Como una serpiente fiel y melancólica / y tú vuelves la cabeza detrás de algún astro”.

Aquí aparecen los astros y el cosmos como si el poeta creara la Vía Láctea, o al menos un vecindario sideral: “¿Qué combate se libra en el espacio? / Esas lanzas de luz entre planetas / reflejo de armaduras despiadadas / ¿Qué estrella sanguinaria no quiere ceder el paso? / En dónde estás triste noctámbula / Dadora de infinito”.

Vicente García Huidobro Foto: (memoriachilena.cl)
Vicente García Huidobro Foto: (memoriachilena.cl)

Porque ella, la mujer del poema, no está, y el poeta trata de alcanzarla “perdido entre mares desiertos”, “abrigado del recuerdo de tus labios marítimos”: “He aquí tu estrella que pasa / Con tu respiración de fatigas lejanas / Con tus gestos y tu modo de andar / Con el espacio magnetizado que te saluda / Que nos separa con leguas de noche / Sin embargo te advierto que estamos cosidos / A la misma estrella / Estamos cosidos por la misma música tendida”.

Más adelante se elabora la advertencia, el vínculo amoroso: “En vano tratarías de evadirte de mi voz / Y de saltar los muros de mis alabanzas / Estamos cosidos por la misma estrella / Estás atada al ruiseñor de las lunas / Que tiene un ritual sagrado en la garganta”.

El amor se funde con el cosmos, de aquél surge éste. Pareciera que aquí el Creacionismo de Huidobro encuentra un origen creador: “Si tú murieras / Las estrellas a pesar de su lámpara encendida / Perderían el camino / ¿Qué sería del universo?”

El tercer canto: Arte poética

Esta parte es mucho más corta que las dos primeras. Parece una serie de aforismos que sin embargo alcanzan la coherencia en el poema: “Que el verso sea como una llave / que abra mil puertas”. Y en efecto abre puertas múltiples este verso: “Una hoja cae; algo pasa volando; / cuanto miren los ojos creado sea, / y el alma del oyente quede temblando”.

Más adelante, claros aforismos: “Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; / el adjetivo, cuando no da vida, mata”. Y luego: “Estamos en el ciclo de los nervios. / El músculo cuelga, / como recuerdo en los museos; / mas no por eso tenemos menos fuerza: / el vigor verdadero / reside en la cabeza”.

Uno de los fragmentos más célebres de esta parte de Altazor aparece entonces: “Por qué cantáis la rosa, ¡oh, Poetas! / Hacedla florecer en el poema”. El canto concluye con una sentencia fundamental para la teoría-corriente del Creacionismo de Huidobro: “El poeta es un pequeño Dios”.

Vicente García Huidobro Foto: (memoriachilena.cl)
Vicente García Huidobro Foto: (memoriachilena.cl)

Cuarto canto: El espejo de agua

Este canto se desarrolla de acuerdo con juegos de sintaxis que dan significados múltiples a las oraciones. Es justamente la aplicación del último enunciado del canto anterior: “Mi espejo, corriente por las noches, / se hace arroyo y se aleja de mi cuarto. / Mi espejo, más profundo que el orbe / donde todos los cisnes se ahogaron”.

Más adelante “Es un estanque verde en la muralla / y en medio duerme tu desnudez anclada. / Sobre sus olas, bajo cielos sonámbulos, / mis ensueños se alejan como barcos”. Otra serie de metáforas concluye este poema: “De pie en la popa siempre me veréis cantando. / Una rosa secreta se hincha en mi pecho / y un ruiseñor ebrio aletea en mi dedo”.

Canto cinco: Ella

Una mujer, otra mujer, o tal vez la misma pero desde una elaboración literaria distinta protagoniza este poema: “Ella daba dos pasos hacia delante / Daba dos pasos hacia atrás (…) Ella llevaba una camisa ardiente / Ella tenía ojos de adormecedora de mares / Ella había escondido un sueño en un armario oscuro / Ella había encontrado un muerto en medio de su cabeza / Cuando ella llegaba dejaba una parte más hermosa muy lejos”.

Ella es un enigma resuelto con tristeza en Altazor, una figura que “Tenía los senos abiertos y cantaba las tinieblas de su edad / Era hermosa como un cielo bajo una paloma / Tenía una boca de acero / Y una bandera mortal dibujada entre los labios”.

Ella también “Era hermosa en sus horizontes de huesos / Con su camisa ardiente y sus miradas de árbol fatigado / Como el cielo a caballo sobre las palomas”.

Canto cinco: Invierno para beberlo

La naturaleza, y el invierno en concreto, son los protagonistas de este canto, un invierno cuyas imágenes, temperatura, elementos, se resuelven con metáforas que surgen una tras otra: “El invierno ha llegado al llamado de alguien / Y las miradas emigran hacia los calores conocidos / Esta noche el viento arrastra sus chales de viento / Tejed queridos pájaros míos un techo de cantos sobre las avenidas”.

Triángulo armónico, su primer caligrama
Triángulo armónico, su primer caligrama

La visión de estos elementos naturales alcanza latitudes emocionales del poeta: “La amargura teme a las intemperies / Pero nos queda un poco de ceniza del ocaso / Golondrinas de mi pecho qué mal hacéis / Sacudiendo siempre ese abanico vegetal”.

Son el color y el calor, el cuerpo, los que se desdoblan y mezclan: “Los ojos están llenos de un líquido viajero / Y cada ojo tiene un perfume especial / El silencio es una planta que brota al interior / Si el corazón conserva su calefacción igual”. Luego, “Cuando se estrujan las nubes y cae la lluvia / Cae / Nieve con gusto a universo / Cae / Nieve que huele a mar”. Esa nieve “Cae / Nieve perfecta de los violines / Cae / La nieve sobre las mariposas”. Esa nieve cae “en tubo inconsistente”, “Nieva nieve sobre todos los rincones del tiempo”.

Últimos cantos: La poesía es un atentado celeste

El siguiente poema es una inmersión en la ausencia, en la espera de sí mismo a la que se enfrenta el poeta, y que es otro modo de presencia: “La espera de mi retorno / Yo estoy en otros objetos / Ando en viaje dando un poco de mi vida / A ciertos árboles y a ciertas piedras / Que han esperado muchos años / Se cansaron de esperarme y se sentaron”.

Esta presencia-ausencia es una pregunta por el ser pero también por el lenguaje, la transformación: “Yo no estoy y estoy / Estoy ausente y estoy presente en estado de espera / Ellos querrían mi lenguaje para expresarse / Y yo querría el de ellos para expresarlos / He aquí el equívoco el atroz equívoco”.

El libro-poema termina con la figura femenina, con la creación en torno a la belleza y el amor elaborados en la metáfora de la naturaleza: “He visto una mujer hermosa / Sobre el mar del Norte / Todas las aguas eran su cabellera / Y en su mirada vuelta hacia las playas / Un pájaro silbaba”.

Concluye con el misterio de la muerte y la vida: “Las olas truenan tan roncas / Que mis cabellos han caído / Recostada sobre la lejanía / Su vientre y su pecho no latían / Sin embargo sus lágrimas vivían / Inclinado sobre mis días / Bajo tres soles / Miraba allá lejos / El paquebot errante que cortó en dos el horizonte”.

El recorrido en el cual nos sumerge Altazor, nos muestra a un poeta que ilumina el mundo, que da vida en exceso, jugando ilimitadamente. Vicente Huidobro llevó a cabo, tanto en Altazor como en muchos otros de sus poemas, su siguiente aseveración, que es tanto concreción como síntesis de su obra: “Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía”.

SEMBLANZA:

* María Vázquez Valdez. Poeta, editora, periodista y traductora mexicana. Autora de once libros publicados, entre los cuales se encuentran los poemarios Caldero, Estancias, Kawsay, la llama de la selva, y Geómetra. También es autora de Voces desdobladas / Unfolded voices (libro bilingüe de entrevistas a mujeres poetas de México y Estados Unidos, 2004), Estaciones del albatros (ensayos, 2008), y de cinco libros para niños y jóvenes.

Doctora en Teoría Crítica, maestra en Diseño y Producción Editorial, y licenciada en Periodismo y Comunicación. Ha traducido varios libros del inglés al español, y ha recibido becas y apoyos del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), del Fideicomiso para la Cultura México-Estados Unidos y de la Secretaría de Cultura de México.

En distintas etapas, colaboradora en diversos medios, entre ellos las revistas Mira y Memoria de la CDMX; los periódicos Tiempo (San Cristóbal de las Casas), El Nuevo Mexicano (Santa Fe, Nuevo México), La Opinión (Los Ángeles, California), y el colectivo Bedröhte Volker, de Viena, Austria.

Ha sido parte del equipo editorial de la Academia Mexicana de la Lengua, y de diversos medios, entre ellos la revista GMPX de Greenpeace y la Editorial Santillana. Fue jefa de publicaciones de la Unión de Universidades de América Latina (udual), cofundadora y directora editorial de la revista Arcilla Roja, miembro del consejo editorial de la revista de poesía Alforja desde su fundación, y directora de la Biblioteca Legislativa y de la Biblioteca General del H. Congreso de la Unión.

Guardar