En el corazón de Baja California, la Sierra de Guadalupe se erige como un testimonio de la riqueza cultural y artística de las antiguas civilizaciones que habitaron el desierto central del estado. De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), esta región alberga una de las mayores concentraciones de arte rupestre conocido como el “Gran Mural”, un conjunto de pictogramas que destacan tanto por su diversidad estilística como por su complejidad técnica.
Este legado artístico, que incluye cientos de yacimientos, supera en magnitud a los de otras sierras cercanas, como la Sierra de San Francisco, que en conjunto se han convertido en un punto de referencia para el estudio del arte prehistórico en el mundo.
De acuerdo con los registros históricos de las misiones jesuíticas, la Sierra de Guadalupe fue una de las áreas con mayor densidad de población, lo que podría explicar la abundancia de sitios arqueológicos en la región. Entre los yacimientos más destacados se encuentran la cueva de San Borjitas y Piedras Pintas, cada una con características únicas que las convierten en un recuerdo invaluable para investigadores y visitantes que pueden observar los muros y techos que narran la cosmovisión de los antiguos californios.
La riqueza estilística del Gran Mural
El arte prehistórico de la Sierra de Guadalupe se caracteriza por tener libertad creativa. Las figuras humanas, por ejemplo, suelen representarse con los brazos levantados, aunque también existen variantes con los brazos hacia abajo. De acuerdo con un artículo del paleoantropólogo, Mario García Batual, publicado en la revista científica Muy interesante, las posturas dinámicas, como las piernas dobladas o extendidas, son comunes, y en algunos casos se incluyen detalles anatómicos como los genitales masculinos y femeninos.
“Hay tocados en algunas figuras que presentan una rica variedad de formas, como punteados negros en la cara y otros el cuerpo, rellenado con trazos ajedrezados”, menciona García Bartual en la revista Muy Interesante.
Aunque en el sector norte de la Sierra de Guadalupe aún se encuentran vestigios del subestilo San Francisco, en esta región predominan otros tres subestilos: San Borjitas, La Trinidad y el semiabstracto meridional. Cada uno de estos subestilos aporta una perspectiva única al Gran Mural, con variaciones significativas en las técnicas y las actividades representadas.
El tesoro arqueológico de la Sierra de Guadalupe
En el rancho de San Baltasar, se encuentra la enigmática Cueva de San Borjitas, un sitio arqueológico que ha despertado el interés de investigadores de todo el mundo debido a su notable antigüedad. En sus paredes, las pinturas que representan figuras humanas, de animales y plantas han llevado a los expertos a retroceder miles de años en el tiempo para tratar de descifrar su significado y origen.
En el texto de García se menciona que en 2002, un análisis preliminar realizado mediante espectrometría de masas con aceleradores (AMS) estimó que algunas de estas figuras podrían tener entre cinco mil y cinco mil quinientos años de antigüedad. Sin embargo, este hallazgo planteó interrogantes. Los investigadores se preguntan si el carbono orgánico analizado realmente corresponde al momento en que las pinturas fueron creadas o si, por el contrario, está contaminado por materiales más recientes.
El interés por San Borjitas no es nuevo. En 1951, los investigadores Barbro Dahlgren y Javier Romero llevaron a cabo la primera excavación sistemática en la cueva. Durante su trabajo, también documentaron y clasificaron las pictografías que decoran las paredes. Estas figuras fueron organizadas en cuatro categorías principales: los “cardones”, que evocan las plantas cactáceas típicas de la región; los “espantajos”, caracterizados por sus formas peculiares; las figuras “bicolores”, que incluyen tanto representaciones de dos tonos como de un solo color; y las “excéntricas”, que posiblemente estén vinculadas a las creencias de los antiguos habitantes.
Para el químico francés Léon Diguet, quien estudió el sitio a finales del siglo XX, el mural principal de la cueva representa una escena de guerra. Dahlgren y Romero coincidieron con esta interpretación, argumentando que las diferencias en los colores de las figuras y los tocados en sus cabezas podrían indicar la participación de diferentes clanes en una batalla. No obstante, un equipo de prehistoriadores de la Universidad de Barcelona, liderado por Josep Maria Fullola, tiene otra perspectiva. Según ellos, las pinturas representan rituales de sacrificio humano propios de comunidades cazadoras-recolectoras, una teoría basada en la ausencia de elementos que sugieran un conflicto entre bandos.
El análisis científico también tiene un papel crucial en la investigación. El geólogo Alan Watchman y su equipo analizaron los aglutinantes orgánicos utilizados en las pinturas, intentando precisar su antigüedad. Aunque los resultados preliminares sugieren una datación de hasta cinco mil quinientos años, el debate persiste sobre si estos datos reflejan la época exacta en que se realizaron las pinturas.
Subestilos del arte rupestre en la Sierra de Guadalupe
El subestilo San Borjitas, identificado por el investigador estadounidense Harry Crosby en los 70s, se distingue por sus figuras antropomorfas y desproporcionadas, cuerpos en forma de barril decorados con líneas o cuadrículas, y extremidades cortas y separadas.
“Sus atributos incluyen cabezas cuadradas y desproporcionadas, toscos cuerpos con forma de barril, decorados con líneas, cuadrículas o motivos ajedrezados, piernas separadas y cortas y brazos extendidos”, explica el paleoantropólogo, Mario García.
Muchas de estas figuras masculinas presentan falos prominentes, lo que podría tener un significado simbólico o ritual. Incluso los animales representados en este subestilo, como ciervos y otros mamíferos, muestran características inusuales que los diferencian de los de otras regiones.
“En el subestilo La Trinidad, los cuerpos de las figuras lucen patrones cuadriculados o ausencia de color, en vez de la bicromia habitual. Los ciervos tienen un cuerpo prominente y patas generalmente cortas, así como una línea que nace en la lengua y termina en la cola” menciona el experto.
La Cueva de San Borjitas no solo es un testimonio de la creatividad y las creencias de los antiguos habitantes de la región, sino también un desafío constante para la comunidad científica. A medida que avanzan los estudios y las técnicas de análisis, este sitio promete seguir revelando secretos sobre las prácticas, los rituales y la vida cotidiana de las comunidades prehistóricas de México. Su rica historia y sus misterios continúan posicionándola como una obra para comprender el pasado remoto de esta región del país.