Un reciente reportaje publicado por The New York Times ha desatado un intenso debate en torno a la producción de fentanilo en México. El artículo, firmado por las periodistas Natalie Kitroeff y Paulina Villegas, expone la existencia de un laboratorio en el corazón de la ciudad de Culiacán, utilizado por el Cártel de Sinaloa para producir esta droga sintética.
Sin embargo, el periodista Luis Chaparro, especializado en temas de narcotráfico, ha cuestionado algunos aspectos del reportaje y ha sugerido que el lugar mostrado por las periodistas podría ser un sitio de empaquetamiento y procesamiento final, más que un laboratorio de síntesis de fentanilo.
Al subrayar que respeta totalmente el trabajo de Kitroeff y Villegas debido al riesgo que asumieron al investigar el tema en un contexto tan peligroso como el que se vive actualmente en Culiacán, en medio de la guerra entre Los Chapitos y La Mayiza, el periodista señala que debido a las limitaciones de tiempo y las condiciones de seguridad en las que trabajaron, pudieron no haber tenido oportunidad de observar o incluir más detalles técnicos sobre el laboratorio mostrado en su reportaje.
La publicación del New York Times describe el laboratorio como un pequeño departamento en una calle transitada de Culiacán. Según las imágenes publicadas, el lugar carece de medidas de seguridad estrictas, como el uso adecuado de guantes y máscaras, mientras a su vez se ven incluso botellas de cerveza y otros alimentos, lo que ha despertado un polémico debate en redes sociales sobre la veracidad del laboratorio.
Chaparro, quien ha investigado y visitado laboratorios de este tipo desde 2019, explicó en una entrevista con Adela Micha que estas características son más propias de un centro de empaquetamiento o corte de fentanilo que de un laboratorio de síntesis.
El experto en seguridad y narcotráfico apuntó que en el texto periodístico se habla de que los cocineros hacían uso de acetona, sin embargo, Chaparro explica que este químico no es exclusivo de la producción de fentanilo, pues se utiliza en una variedad de procesos como la producción de metanfetaminas, anfetaminas y otras sustancias químicas.
Chaparro indica que la presencia de acetona por sí sola no es suficiente para confirmar que el sitio mostrado sea un laboratorio de síntesis de fentanilo. En cambio, menciona que la clave para identificar un laboratorio de síntesis sería encontrar precursores químicos específicos como la 4-piperidona, que es fundamental en la producción de esta droga y tiene un uso extremadamente limitado fuera de ese contexto.
Además, sugiere que el laboratorio podría estar siendo utilizado para reducir la pureza del fentanilo ya sintetizado mediante la mezcla con acetona y otros químicos, un proceso conocido como “corte”, antes de convertirlo en tabletas. Este tipo de operaciones es común en los laboratorios de procesamiento y empaquetamiento de drogas, pero no en aquellos donde el fentanilo se produce desde cero, aclaró.
“Yo creo que hay lo que habría que buscar, como yo lo busqué en su momento, es el uso del 4-piperidona o sus derivados (...). Si en este reportaje habláramos de: ‘Mira, aquí tenemos los frascos de 4-piperidona’, no habría mayor duda. Ahora, de eso a que podría ser no un lugar de síntesis de fentanilo, sino de empaquetamiento de fentanilo, es decir, lo están reduciendo con la acetona, lo están cortando con acetona y con otros químicos, (...) y luego colorearlo y después pasarlo a tableta, eso es lo que yo pienso que puede estar pasando en ese laboratorio en el que estuvieron las colegas del New York Times”, explicó Chaparro.
La estrategia “mágica” del fentanilo
El comunicador precisó que en un laboratorio de síntesis el fentanilo se produce desde cero a partir de precursores químicos como el NPP o el ANPP, que son esenciales en su fabricación. Este proceso es complejo, requiere conocimiento técnico y está diseñado para obtener grandes cantidades de fentanilo puro. En contraste, los centros de empaquetamiento y corte, como el descrito en el reportaje, son mucho más sencillos y comunes.
Luis Chaparro destacó que la producción de fentanilo ha transformado las estrategias de las organizaciones criminales debido a la simplicidad de su fabricación y su alta rentabilidad.
“Eso fue lo mágico del fentanilo para las organizaciones criminales. Antes tenían que mandar hacer, fabricar o conseguir contenedores gigantescos para producir metanfetaminas o cocaína, que además humean, explotan y llaman mucho la atención. Con el fentanilo, no es el caso. Necesitas un cuartito, una cocina”, explicó Chaparro en entrevista con Adela Micha.
Según el periodista, los cárteles han distribuido cientos de pequeñas “cocinas” en áreas urbanas, lo que les permite mantener su producción activa incluso si una de estas es desmantelada.
“Si te cae la policía en uno de estos lugares, vas a perder una cocina de las 400 o 500 que tienes distribuidas en una sola ciudad”, añadió. Este modelo de operación reduce riesgos y asegura un flujo constante de la droga hacia los mercados.
Luis Chaparro relató que, en los laboratorios clandestinos que ha visitado, los operadores toman precauciones extremas para evitar que el fentanilo se disperse en el aire, ya que incluso una pequeña cantidad puede ser letal si se inhala. Explicó que durante el proceso de manipulación de la droga, cierran todas las ventanas y cualquier posible entrada o salida de aire para minimizar el riesgo de intoxicación.
“Se cerraron todas las ventanitas donde pudiera filtrarse aire. Porque poquito aire que hagas puede ser dañino para ellos”, comentó Chaparro sobre una de sus visitas. Además, detalló que los operadores suelen usar doble guante y cubrebocas, aunque no siempre cuentan con el equipo adecuado, lo que aumenta el riesgo de accidentes, como intoxicaciones graves o incluso comas.
Relató que en una ocasión cuando visitó uno de estos laboratorios conoció a un cocinero que había caído en coma por inhalar pequeñas cantidades de fentanilo puro.
El debate oficial
Tras la publicación del reportaje, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, descalificó la investigación y aseguró que no existe producción de fentanilo en el país. Esta postura continúa la estrategia que ya había adoptado el expresidente Andrés Manuel López Obrador, quien también afirmó que México no produce esta droga.
No obstante, Luis Chaparro declaró que desde 2020 se han registrado decomisos de 4-piperidona y otros precursores químicos en puertos como Ensenada y Manzanillo, insumos que no tienen otro uso conocido más allá de la síntesis de fentanilo.
“Es difícil imaginar que se importen cantidades tan grandes de precursores sin que haya una producción activa en el país”, señaló Chaparro.
Adicionalmente, el periodista destacó la falta de registros oficiales claros sobre estos decomisos, pese a que existen pruebas documentadas en medios de comunicación. “Las autoridades, tanto la Sedena como la Marina, han informado que no tienen datos de decomisos de 4-piperidona, aunque hay evidencia pública de lo contrario”, afirmó.
El fentanilo, un opioide sintético 50 veces más potente que la heroína, es altamente adictivo y letal en dosis mínimas. Según Chaparro, la capacidad de los cárteles para operar pequeños laboratorios dispersos les permite producir grandes cantidades de esta droga con un bajo perfil, lo que dificulta los esfuerzos para erradicar su fabricación.