Así se vivió el Año Nuevo 2025 en Playa del Carmen

Miles de personas despidieron el 2024 en este destino turístico

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(Imagen Ilustrativa Infobae)
(Imagen Ilustrativa Infobae)

La arena tibia bajo los pies descalzos, el sonido del mar acariciando la costa y un cielo que parecía rivalizar con un lienzo de Monet. Así se despedía Playa del Carmen del 2024, mientras miles de almas, entre turistas y locales, daban vida a una celebración que mezcló tradiciones, música y desenfreno bajo la luz de las estrellas.

En el corazón de la ciudad, la plaza principal vibraba de energía. Al pie de la monumental escultura del portal maya, ese arco icónico que parece unir el pasado con el presente, se había instalado un escenario donde artistas y DJs mantenían en alto el ánimo de la multitud. Las luces danzaban al ritmo de la música, bañando el espacio con tonalidades que recordaban la paleta del Caribe: turquesas intensos, amarillos cálidos y rosas efímeros.

“¡Tres minutos más!” gritó un anfitrión desde el escenario, levantando la cuenta regresiva mientras el murmullo de la multitud crecía. Había quien sostenía una copa de sidra, otros alzaban cervezas artesanales, y algunos, siguiendo los rituales más tradicionales, preparaban sus 12 uvas, una para cada campanada, cada una cargada de deseos que buscaban hacerse realidad.

Y entonces llegó la medianoche.

El cielo estalló en un espectáculo de fuegos artificiales que pareció detener el tiempo. Tonos escarlata, esmeralda y zafiro danzaban sobre las olas mientras las risas, los abrazos y los brindis se entremezclaban en una coreografía espontánea. Parejas se besaban, grupos de amigos bailaban sobre la arena y familias lanzaban lentejas al aire como símbolo de abundancia.

La Quinta Avenida, ese corredor que late con la esencia misma de Playa del Carmen, se convirtió en el epicentro de la fiesta. Allí, la vida no parecía tener pausa: antros con filas interminables, restaurantes con menús temáticos de Año Nuevo y puestos ambulantes que ofrecían desde esquites hasta cócteles tropicales. Cada rincón de esta arteria peatonal se transformó en una postal navideña. Los adornos resplandecían con luces cálidas y, entre ellos, familias y turistas posaban para capturar recuerdos que durarían toda una vida.

Un mariachi, instalado frente a un bar, desató ovaciones al interpretar “El Son de la Negra”, mientras no muy lejos, un grupo de música tropical hacía vibrar a la audiencia con ritmos que iban del merengue a la cumbia. En un rincón más tranquilo de la playa, los globos de cantoya ascendían como luciérnagas errantes, llevando consigo deseos escritos en papeles arrugados por manos esperanzadas.

Las luces de bengala iluminaron brevemente los rostros sonrientes de quienes seguían el ritual, mientras otros desafiaban las normas llevando su fiesta privada al espacio público. Botellas de champagne descorchadas en plena calle, gorros con mensajes alusivos al 2025 y collares brillantes formaban parte del atrevido desfile de la madrugada.

En los restaurantes, el ambiente era igual de eufórico. Algunos grupos cantaban a pulmón canciones de Amanda Miguel y Rocío Dúrcal, mientras las mesas llenas de buffets se vaciaban lentamente. En otro rincón, un público más animado coreaba éxitos noventeros como “Shabadabada” de OV7, transformando cualquier espacio en una pista de baile improvisada.

Conforme avanzaba la noche, los más resistentes migraron hacia las discotecas, donde los ritmos electrónicos y el reggaetón mantuvieron viva la energía hasta que los primeros rayos del sol bañaron la costa. A las seis de la mañana, mientras algunos regresaban a sus hoteles tambaleantes y otros continuaban la fiesta, Playa del Carmen comenzaba a despertar nuevamente, preparándose para un año más de historias que se tejen entre arena, mar y cielos que nunca dejan de sorprender.

El 2025 había llegado, y Playa del Carmen lo había recibido como solo ella sabe hacerlo: con calor, magia y una celebración que nadie olvidará.

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