“El águila y la serpiente”, inpromta perdurable de Martín Luis Guzmán

Este 22 de diciembre conmemoramos 48 años del fallecimiento del escritor mexicano, periodista y diplomático originario de Chihuahua. Su obra es fundamental en el ámbito de la novela de la Revolución mexicana, así como su trayectoria en el ámbito cultural mexicano del siglo XX, ya que fundó periódicos, revistas semanales, fue el primer titular de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg) y recibió el Premio Nacional de Literatura

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María Vázquez Valdez, escritora y
María Vázquez Valdez, escritora y doctora en teoría crítica Crédito: (Cortesía de la autora)

En la pléyade fundamental de novelas acerca de la Revolución mexicana, la obra de Martín Luis Guzmán (1887-1976) destaca por la fuerza y consistencia con que plasma este movimiento histórico y social que cimbró a México e impulsó una transformación decisiva en las estructuras de nuestro país.

Aunque no participó en el movimiento antirreeleccionista iniciado en 1909, ni en la rebelión maderista de 1910, Martín Luis Guzmán sí estuvo inmerso en el movimiento revolucionario, cuando en 1914 se vinculó a las tropas de Francisco Villa. Después fue encarcelado, y luego se fue exiliado a España.

Pero antes de esto, durante los quince meses del gobierno electo de Madero —de noviembre de 1911 a febrero de 1913—, Martín Luis Guzmán fue maestro de dibujo técnico en escuelas primarias del Distrito Federal, profesor de Lengua Nacional en la Escuela Superior de Comercio y Administración y bibliotecario de la Escuela de Altos Estudios de la —entonces— recién creada Universidad Nacional de México (1910). Su padre, Martín Luis Guzmán Rendón (1853-1910), oficial del Ejército Federal, fue subdirector de la Escuela Naval Militar, razón por la que el escritor vivió en su niñez y juventud en el puerto de Veracruz, de los 12 a los 15 años de edad.

El primer libro que publicó Martín Luis Guzmán es La querella de México, un pequeño volumen con profundas reflexiones, que apareció en 1915, y que aún hoy resulta sorprendente por su vigencia y agudeza. Su segundo libro fue A orillas del Hudson, que publicó en 1920, donde ya se advierte su vena periodística, pues está elaborado en gran medida con base en artículos. Ese libro lo publicó luego de una temporada en que vivió en Estados Unidos; después, al regresar, fue diputado, hasta que tuvo que exiliarse en España, de 1924 a 1936.

La sombra del caudillo de
La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán (Foto: Porrúa)

Es en esa época que Martín Luis Guzmán publica El águila y la serpiente, en 1928, un libro enorme, fascinante, que en su bibliografía es seguido por La sombra del caudillo, novela publicada en 1929, y que se adentra y describe la crisis del poder y la política en México.

Años después, Martín Luis Guzmán publica Memorias de Pancho Villa, a finales de la década de 1930, y Muertes Históricas, en 1958. Además de que ganó el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Literatura y Lingüística, fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, donde dio su discurso de ingreso el 11 de julio de 1952.

Se reconoce a Martín Luis Guzmán como un destacado periodista, tanto como político y novelista, pero mucho más que esto, pues también estuvo al frente de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg), y en su labor periodística dirigió y fundó varios diarios, como El Mundo, en 1922, y el semanario Tiempo, que fundó y dirigió desde 1942.

Ya desde sus libros La querella de México y A orillas del Hudson, Martín Luis Guzmán lleva a cabo una búsqueda del espíritu de lo mexicano, muy acentuada por sus exilios en el extranjero. Una búsqueda literaria generalmente ligada a la política y al periodismo, teñida a menudo por una visión cosmopolita y refinada del México de la época. Sus dos grandes obras, El águila y la serpiente y La sombra del caudillo, son enormes narraciones que tienen el común denominador de un acercamiento a la política, y una magnífica y sorprendente crítica a los mecanismos del poder.

El águila parada sobre un
El águila parada sobre un nopal y devorando una serpiente es un símbolo que hasta el día de hoy se ha considerado parte de la identidad nacional mexicana. (Foto: Diana Ortega Gómez / Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas)

El vínculo entre Francisco Villa y Martín Luis Guzmán es de gran importancia en las obras de éste, especialmente en El águila y la serpiente, que de hecho inicia una gran mitología en torno a esta figura revolucionaria, en una serie de capítulos que describen a un caudillo de pulsiones básicas, elementales, que contrasta con un reflexivo combatiente.

En el caso de La sombra del caudillo, una novela también fascinante, hay una condena constante al régimen callista y a los crímenes que se cometieron en esa época. Martín Luis Guzmán escribe este libro después de los asesinatos de Madero, Villa, Zapata y Carranza, y esta época histórica se refleja en un libro estremecedor, escrito con precisión y maestría, que refleja una época histórica que se relaciona con el periodo presidencial de Álvaro Obregón, y su sucesor, Plutarco Elías Calles. Una época literalmente sangrienta, si consideramos el asesinato de Francisco Serrano y sus partidarios en Huitzilac, en 1927, episodio impresionante descrito hacia el final del libro.

La sombra del caudillo devana una crítica tan aguda como magistral al caudillismo que echaba raíces en México después de la Revolución, lo cual a su vez echó raíces en el poder en el ámbito militar en México. Es pues una novela que critica, pero con un sarcasmo elegante, fino, los contornos que asume el pensamiento revolucionario luego del movimiento armado; y también desentraña la turbiedad en los manejos del gobierno de Álvaro Obregón.

Francisco Villa, personaje trascendente de
Francisco Villa, personaje trascendente de la revolución Mexicana (Gobierno de México)

Esta novela estuvo proscrita en México durante algún tiempo, pero poco a poco superó el ser vetada, en un proceso en el que también fue llevada al cine, por ejemplo por Julio Bracho. Un magnífico prólogo en la historia de esta novela es por supuesto el de Antonio Castro Leal, que la explica a gran profundidad, a la luz de la obra completa de Martín Luis Guzmán.

Así pues, mientras La sombra del caudillo es un acercamiento a la época postrevolucionaria, El águila y la serpiente se adentra de lleno y a profundidad en el contexto del movimiento armado, con un estilo único en su género, y que combina magistralmente la presentación de los datos históricos de la Revolución, con la subjetividad de experiencias personales. Es por ello que se lee también como un libro de ficción, una novela que no sólo retrata una época histórica: también es producto de la imaginación y de la potente inventiva intelectual de su autor.

El águila y la serpiente es una novela pulida a fondo, trabajada con la cualidad de un esteta, y también con la pluma de un erudito que no sólo vivió en la época que describe: también fue parte del movimiento revolucionario, por lo que nos describe una fase extremamente importante de la Revolución, mientras se adentra con precisión en la vida de un hombre —el autor mismo.

José Revueltas fue un disidente
José Revueltas fue un disidente del sistema político mexicano en todas sus vertientes, incluidas las de la izquierda (Foto: Twitter@INEHRM)

En El águila y la serpiente, así como en su obra en general, Martín Luis Guzmán supo desarrollar episodios que mantienen la consistencia, el suspenso, e incluso el humor. Como célebre botón de muestra tenemos el capítulo “La fiesta de las balas”, quizá el más sangriento, el más cruento y estremecedor de todo el libro, en el cual no podemos negar la existencia de un finísimo sarcasmo, de un humor que, paradójicamente, supera la crueldad misma de la escena.

Por otra parte, en el título del libro tenemos la revelación de lo que nos entrega Martín Luis Guzmán, pues ningún águila y ninguna serpiente son mencionados en la narración, pero de alguna manera simbolizan la lucha que se desarrolla en toda la novela. No hay escudo nacional en el contenido del libro, aunque sí lo hay en la portada de la edición crítica publicada en 2016 por la Academia Mexicana de la Lengua, y que se trata de una obra magna en muchos sentidos, no sólo por sus 1,244 páginas (en este volumen), sino por todos los aspectos que la integran.

La novela en sí comprende casi 500 páginas de esa edición crítica, y más de 700 páginas hilvanan una serie de secciones que son fruto de una espléndida investigación dirigida por la historiadora Susana Quintanilla, especialista en este tema y en este autor. Parte de ello es un extenso ensayo escrito por ella misma, así como un valioso aparato de notas a pie y complementarias, que integran un extenso volumen que forma parte de la colección Clásicos de la Lengua Española, de la Academia Mexicana de la Lengua.

La edición crítica incluye también un excelente “dossier” que incluye los ensayos, artículos, reseñas y textos más destacados que se han publicado acerca de esta novela y de su escritor; y también un extenso aparato crítico en el cual se compulsan las principales ediciones de la novela, desde la publicada en Madrid por Aguilar, en 1928, hasta la editada por la Compañía General de Ediciones en México, en 1956, y que fuera la última que revisó el autor en su totalidad. El libro incluye también un extenso índice de notas y una bibliografía enorme y meritoria. En la portada de esa edición podemos ver —como mencionaba antes—, la fusión emblemática del águila y la serpiente, a partir de un grabado de Rufino Tamayo.

Los días terrenales de José
Los días terrenales de José Revueltas (Foto: editoral ERA).

A través de las coordenadas establecidas por las compulsas que integran el aparato crítico de esa edición, es fehaciente la pulcritud y el esmero en la reescritura de la novela, que llevara a cabo Martín Luis Guzmán en determinados momentos de su trayectoria, y es evidente porque podemos entrever los cambios meticulosos que el autor hizo a determinadas palabras, ciertos cambios de gran profundidad estética. Esto es posible justamente gracias al aparato crítico, que narra la trayectoria ecdótica de la obra, cuidadosamente pergeñado por Susana Quintanilla, Alejandro Higashi, y otros especialistas que originaron esta edición notable.

Parafraseando a Martín Luis Guzmán, El águila y la serpiente es un monumento, no sólo a Pancho Villa y a todo el contexto revolucionario y de historia nacional que él implica, sino a las letras mexicanas, al genio literario en nuestro país, y al mismo Martín Luis Guzmán. Es sin duda una obra en la que nos atrapa una pluma magnífica, una visión aguda de su contexto histórico, y una gran altitud literaria.

El dossier que enriquece a la edición crítica de El águila y la serpiente incluye importantes testimonios de muchos autores, entre ellos los recabados por Emmanuel Carballo, que integra, por ejemplo, la opinión de Alfonso Reyes acerca de Martín Luis Guzmán, fechada en 1958: “Su mente es clara y su pluma de primera. Sus relatos y memorias son un punto de partida, una base para la historia de los últimos lustros. Entre los novelistas de la Revolución nadie puede parangonársele”.

Vale la pena recordar también estas palabras de Rafael F. Muñoz, autor también originario de Chihuahua, en cuya obra sobresale ¡Vámonos con Pancho Villa! (1931), otro destacado libro acerca de la Revolución mexicana: “El águila y la serpiente es sencillamente espléndida. No creo que necesite retoque en el transcurso de los años. La sombra del caudillo es una obra de oportunidad, no una creación estrictamente de índole literaria. En ella las opiniones están al rojo vivo. Es una obra de combate contra ciertas personas que disgustan al autor. No tiene el mérito estético permanente de El águila y la serpiente. Su estilo es el mejor, el más hermoso que se escribe en el continente. Si existe otro escritor que escriba mejor, yo no lo conozco”.

José Revueltas escribe, en un largo ensayo incluido en el dossier de esa edición: “Debo confesar que de todos los novelistas que he leído, ninguno representa en mi trabajo literario una influencia tan importante como la de Martín Luis Guzmán, por cuanto a la enseñanza que ofrecen sus formas y recursos para esclarecer lo real, para extraerle su sentido y para transformarlo en materia novelística”.

En la conmoción de sensibilidades y creación que implicó a los artistas de la época la realización de obras representativas, tanto el Muralismo mexicano como la novela de la Revolución ejemplifican ese periodo de transformación. Y a su vez, Martín Luis Guzmán ejemplifica con maestría lo que se elaboró en torno a esa etapa, en especial a partir de El águila y la serpiente, una obra imprescindible de la Revolución mexicana, que ha legado una potencia única a la literatura mexicana.

SEMBLANZA:

* María Vázquez Valdez. Poeta, editora, periodista y traductora mexicana. Autora de once libros publicados, entre los cuales se encuentran los poemarios Caldero, Estancias, Kawsay, la llama de la selva, y Geómetra. También es autora de Voces desdobladas / Unfolded voices (libro bilingüe de entrevistas a mujeres poetas de México y Estados Unidos, 2004), Estaciones del albatros (ensayos, 2008), y de cinco libros para niños y jóvenes.

Doctora en Teoría Crítica, maestra en Diseño y Producción Editorial, y licenciada en Periodismo y Comunicación. Ha traducido varios libros del inglés al español, y ha recibido becas y apoyos del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), del Fideicomiso para la Cultura México-Estados Unidos y de la Secretaría de Cultura de México.

En distintas etapas, colaboradora en diversos medios, entre ellos las revistas Mira y Memoria de la CDMX; los periódicos Tiempo (San Cristóbal de las Casas), El Nuevo Mexicano (Santa Fe, Nuevo México), La Opinión (Los Ángeles, California), y el colectivo Bedröhte Volker, de Viena, Austria.

Ha sido parte del equipo editorial de la Academia Mexicana de la Lengua, y de diversos medios, entre ellos la revista GMPX de Greenpeace y la Editorial Santillana. Fue jefa de publicaciones de la Unión de Universidades de América Latina (udual), cofundadora y directora editorial de la revista Arcilla Roja, miembro del consejo editorial de la revista de poesía Alforja desde su fundación, y directora de la Biblioteca Legislativa y de la Biblioteca General del H. Congreso de la Unión.

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