El solsticio de invierno, que ocurre cada año entre el 20 y el 23 de diciembre en el hemisferio norte está marcado con la noche más larga y el día más corto del año. Este fenómeno tiene lugar debido a la inclinación del eje terrestre, una característica fundamental del planeta que afecta la duración de los días y las noches en diferentes épocas del año.
De acuerdo con los especialistas, la Tierra gira sobre un eje inclinado aproximadamente 23.5 grados respecto a su órbita alrededor del Sol. Durante el solsticio de invierno en el hemisferio norte, el Polo Norte está inclinado lo más lejos posible del Sol, lo que provoca que los rayos solares lleguen de manera más indirecta a esta región y que la luz del día dure menos tiempo. Por el contrario, el hemisferio sur, que está inclinado hacia el Sol, experimenta el solsticio de verano, con días más largos y noches más cortas.
<b>Cómo afecta la inclinación de la Tierra</b>
La inclinación de la Tierra no solo determina la duración de los días y las noches, sino también las estaciones del año. Durante el solsticio de invierno, el trópico de Capricornio (ubicado a 23.5 grados al sur del ecuador) recibe la mayor cantidad de luz solar directa. Mientras tanto, en regiones más al norte, como el Ártico, el Sol no aparece en el horizonte durante semanas, lo que se conoce como la noche polar.
En latitudes más cercanas al ecuador, como en México, la diferencia en la duración del día y la noche es menos extrema, pero aún se puede percibir que la noche es notablemente más larga durante esta época del año.
<b>Impacto cultural y astronómico</b>
El solsticio de invierno ha sido observado por civilizaciones de todo el mundo durante siglos. Muchas culturas antiguas consideraban este evento astronómico como un momento de renovación y esperanza, ya que marca el comienzo del retorno gradual de días más largos. Ejemplos de ello son las celebraciones del Yule en Europa del norte o las festividades relacionadas con el Sol en civilizaciones mesoamericanas.
Hoy en día, el solsticio de invierno es una oportunidad para reflexionar sobre la relación entre la Tierra y el cosmos. Este fenómeno, aunque astronómicamente predecible, sigue recordándonos la influencia de los movimientos celestes en la vida diaria. La noche más larga no solo es un fenómeno físico, sino también un símbolo de equilibrio y transformación en la naturaleza.