El 6 de agosto de 1896 marcó un hito en la historia cultural de México. Ese día, por primera vez, se proyectó una película en el país. La privilegiada audiencia fue el entonces presidente Porfirio Díaz y su círculo más cercano, quienes asistieron a una muestra privada en el emblemático Castillo de Chapultepec. Este evento representó la llegada del séptimo arte a tierras mexicanas y mostró una nueva forma de entretenimiento que empezaba a conquistar al mundo.
La proyección fue organizada por Claude Ferdinand Bon Bernard, un representante de la compañía francesa Lumière, conocida por desarrollar uno de los primeros aparatos para grabar y reproducir imágenes en movimiento. Bernard trajo consigo una serie de cortometrajes que ya habían sorprendido al público europeo apenas un año antes. Entre los títulos exhibidos estuvieron “La salida de los obreros de la fábrica Lumière” y “La llegada de un tren a la estación”, dos de las clásicas producciones de los hermanos Lumière que causaron sensación por su realismo y su capacidad para capturar momentos del día a día.
Para Porfirio Díaz, amante de la modernización y el progreso tecnológico, el cine representó una fascinante innovación. Durante su largo mandato, Díaz promovió reformas y mejoras orientadas al desarrollo económico y social de México, viendo siempre con buenos ojos la incorporación de nuevos avances que pudieran contribuir a este fin. La llegada del cine no fue una excepción, y poco tiempo después de esta primera proyección, más funciones comenzaron a realizarse en distintas partes de la Ciudad de México, marcando así el inicio de la industria cinematográfica en el país.
El Castillo de Chapultepec, escenario de este evento histórico, sirve como un testimonio viviente de la historia de México. Situado en lo alto del cerro de Chapultepec, este imponente edificio ha sido protagonista de varios periodos críticos en el desarrollo del país. Su construcción comenzó en 1785 durante el virreinato de Nueva España, y con el tiempo, ha sido testigo de la evolución de la nación.
El castillo ha servido diferentes propósitos a lo largo de los años. Fue hogar de emperadores, como Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota, y de presidentes de México. Durante el porfiriato, se realizaron varias remodelaciones para adecuar el castillo a gustos más modernos y lujosos, convirtiéndolo en la residencia oficial del presidente Díaz.
Más allá de su función como residencia, el Castillo de Chapultepec es hoy en día un museo que preserva gran parte de la historia mexicana. Desde sus salones llenos de arte y sus hermosos jardines, el castillo ofrece vistas espectaculares de la Ciudad de México. En sus paredes, las narrativas del pasado se reflejan a través de los artefactos y retratos que cuentan la rica historia cultural y política del país.
La proyección de 1896 no fue solo un entretenimiento pionero, sino el inicio de una relación entre México y el cine que daría frutos por generaciones, convirtiéndose en una de las principales plataformas culturales del país, con una industria cinematográfica que sería reconocida y premiada a nivel internacional en los años venideros.