El Tren Maya, uno de los proyectos más emblemáticos de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), sigue siendo objeto de controversia. Mientras que la obra ha sido presentada como una solución al desarrollo económico del sureste mexicano, la realidad sobre su ejecución y operatividad dista de ser tan prometedora como se había anticipado. Así lo asegura en su columna de opinión de este miércoles, el periodista Carlos Loret de Mola, pues aborda tanto los aspectos negativos como los positivos de esta megaproyecto.
En primer lugar, Loret de Mola destaca los problemas financieros y logísticos que han acompañado al Tren Maya desde su concepción. El costo del proyecto ha crecido desmesuradamente: de los 150 mil millones de pesos prometidos por AMLO, la cifra final supera los 550 mil millones, y aún no se ha terminado la construcción del último tramo. Esta disparidad entre el presupuesto inicial y el gasto real ha generado críticas sobre la administración de los recursos y la eficiencia del proyecto. Además, el Tren Maya fue inaugurado de manera incompleta y con serias deficiencias en su infraestructura, lo que se refleja en la desorganización de las terminales y la irregularidad de los servicios a bordo, como los precios fluctuantes de los alimentos dependiendo del vagón.
Uno de los puntos más polémicos ha sido el impacto ambiental del Tren Maya. AMLO había prometido que durante su gobierno no se talarían árboles, sin embargo, la obra ha resultado en la tala de más de siete millones de árboles. A esto se suman los daños a 121 cuevas y cenotes, espacios de gran valor ecológico y cultural. Además, el Tren ha experimentado múltiples fallas técnicas en sus primeros meses de funcionamiento, con un total de 44 incidentes reportados, entre ellos pérdidas de potencia, sobrecalentamiento de motores, fallas en neumáticos y desconexiones en la comunicación satelital. Incluso se produjo un descarrilamiento en marzo de 2024, que el gobierno intentó minimizar al referirse al incidente como una “interrupción de flujo sobre la vía”.
El bajo rendimiento del Tren Maya en términos de usuarios es otra de las críticas recurrentes. A pesar de que el gobierno había proyectado un flujo diario de 8 mil 200 pasajeros, solo mil 600 personas utilizan el servicio, lo que representa un 19% de lo estimado. La falta de infraestructura adecuada, como la ubicación de las estaciones a gran distancia de los centros urbanos, ha dificultado la accesibilidad para los viajeros. Un ejemplo claro de esto es la estación de Valladolid, que se encuentra a una hora y media a pie del centro turístico, y la de Mérida, que está a media hora en taxi.
Sin embargo, Loret de Mola también señala que el Tren Maya ha tenido un impacto positivo en ciertos sectores. Aunque la obra no ha cumplido con las expectativas en cuanto a su utilidad pública, sí ha servido como una herramienta política y económica para el gobierno de AMLO. La derrama económica generada por el proyecto ha beneficiado tanto a trabajadores de la construcción como a contratistas, muchos de los cuales tienen vínculos cercanos con el régimen. La obra también ha servido para consolidar la base electoral de Morena en el sureste mexicano, asegurando el apoyo de comunidades locales mediante empleos y contratos millonarios. Además, el Tren Maya ha sido aprovechado por los hijos del presidente, quienes se han visto involucrados en millonarios contratos vinculados a la obra.
En conclusión, el Tren Maya es un proyecto que, más allá de su impacto ambiental y económico, ha cumplido una función clave en términos políticos para el gobierno de AMLO. Aunque la obra ha tenido serios problemas de ejecución y operatividad, ha servido para consolidar la lealtad de ciertos sectores de la sociedad y la élite empresarial cercana al régimen. El Tren Maya, entonces, puede no ser el éxito que muchos esperaban en términos de transporte y desarrollo, pero sí ha servido a los intereses del actual gobierno.