Enclavada frente a los extensos y escarpados horizontes del estado de Durango, la población de Santiago Papasquiaro vio nacer a José Revueltas el 20 de noviembre de 1914, en una familia que se recuerda con admiración por su artística efervescencia: célebre cepa de gran talento, de la cual también serían parte el músico Silvestre, la actriz, bailarina y escritora Rosaura, y los pintores Fermín y Consuelo Revueltas.
Extraordinario narrador de notable pulcritud intelectual, José Revueltas también fue guionista, ensayista y crítico político; desde muy temprana edad y hasta su muerte, vivió y actuó en congruencia con su postura disidente del sistema político mexicano y a favor de una lucha contra la injusticia social, lo cual acentuó en su obra una aguerrida faceta de revolucionario.
Desde su juventud, hasta el 14 de abril de 1976 —día en que falleció en la Ciudad de México—, José Revueltas mostró, tanto en su obra como en su existencia, una profunda conciencia acerca de los movimientos sociales. Alguna vez declaró en ese sentido: “Yo no hago sino seguir los principios de Marx expuestos particularmente en los escritos filosóficos anteriores a 1844″. Y en efecto, Revueltas fue un comprometido militante marxista, admitido como miembro del Partido Comunista en 1930, y también fundó la Liga Leninista Espartaco; posteriormente sería expulsado de ambos, en gran medida debido a su indeleble espíritu crítico.
La intensidad con la que vivió su compromiso social y su militancia, llevaron a José Revueltas a enfrentar una constante represión, lo cual influyó en que estuviera preso en varias ocasiones en Lecumberri y en las Islas Marías. La primera vez que fue detenido no había cumplido aún los 15 años, y fue enviado a la correccional para menores.
En años posteriores, Revueltas fue preso nuevamente, en episodios que remiten a su participación en la huelga del Movimiento Ferrocarrilero en 1958, al Movimiento Estudiantil de 1968, y un año después, a una huelga de hambre que inició el 10 de diciembre de 1969 con sus compañeros por tiempo indefinido, lo cual tendría graves consecuencias para su salud. Fueron años en los que, no obstante que su obra fuera señalada, e incluso proscrita en algunas de sus partes, también recibió importantes reconocimientos, como el Premio Xavier Villaurrutia por su obra literaria, en 1967.
Las intensas experiencias que conforman la vida de José Revueltas, especialmente las relacionadas con la cárcel, fueron sublimadas en algunas de sus novelas más célebres: Los muros de agua (1941), El luto humano (1943) y Los días terrenales (1949), las cuales, así como su obra cuentística, Dios en la tierra (1965), Material de sueños (1974), y su magistral novela corta El apando (1969), los escribió luego de que, en 1937, su esposa le regalara una máquina de escribir.
En una entrevista que le hizo Margarita García Flores, y que se publicó en 1972 en Diorama de la Cultura, de Excélsior, José Revueltas explicó un poco estos títulos: “Yo hubiera querido denominar a toda mi obra Los días terrenales. A excepción tal vez de los cuentos, toda mi novelística se podría agrupar bajo el denominativo común de Los días terrenales, con sus diferentes nombres: El luto humano, Los muros de agua, etcétera. Y tal vez a la postre eso vaya a ser lo que resulte, en cuanto la obra esté terminada o la dé yo por cancelada y decida ya no volver a escribir novela o me muera y ya no pueda escribirla. Es prematuro hablar de eso, pero mi inclinación sería ésa y esto le recomendaría a la persona que de casualidad esté recopilando mi obra, que la recopile bajo el nombre de Los días terrenales”.
Años después, la Obra reunida que Ediciones Era compilara en siete tomos, atendería parte de esta petición de José Revueltas, pues el primer volumen reúne sus tres principales novelas. Esa Obra reunida incluye también, en su séptimo y último tomo, Las evocaciones requeridas, que son sus memorias inconclusas, prologadas por José Emilio Pacheco, y parte indispensable para comprender a profundidad tanto su obra como su vida.
“El arte es, por excelencia, la crítica de la realidad”, enfatizaba Revueltas, y esto impregna el conjunto de su obra, en algunas partes con más matices de contenido político, desde su primera novela publicada, Los muros de agua, que narra la estancia de cinco comunistas deportados a las Islas Marías, y de una serie de personajes engranados en una narración donde convergen lo político y lo literario, en una época de cruenta represión.
Este contenido político también se trasluce en Los días terrenales, donde Revueltas perfila una crítica al estalinismo que ocasionó que el libro se retirara de circulación. Esta crítica más adelante la enfatizaría en Los errores (1964).
En cierto sentido, y distanciado de una crítica política explícita, Revueltas boceta también en parte de su obra una crítica aun más profunda porque incide en el núcleo de lo humano. Podemos tomar como botón de muestra El apando, uno de sus relatos más relevantes, incluido en el tercer tomo de la Obra reunida. Esta poderosa novela corta la escribió en Lecumberri, luego de ser apresado a raíz de su participación en el Movimiento del 68.
El apando es un texto que admite un oxímoron que quizá explica su grandeza: es una obra tan sórdida como exquisita; un destilado de amargura descrito con soberbia belleza. En sus páginas, Revueltas nos acerca a un despeñadero donde la vida es llevada al límite, un campo minado por evasiones letales y definitivas, necesarias e inevitables.
En las páginas de El apando, Revueltas nos introduce en el Palacio Negro, y ahí encontramos un abismo ausente de virtud, inundado de deseo, vileza y desesperanza. Descrito con brillante brevedad, boceta con trazos rápidos las figuras de Albino y Polonio, y la repulsiva silueta de “El Carajo”, cual coordenadas donde convergen también la traición, la muerte y la desesperación, y que su autor definió como “una pequeña novela límite porque lleva al límite todos los cuestionamientos. La cárcel no es sino un símbolo porque es la ciudad cárcel, la sociedad cárcel”.
Si la obra de Revueltas es en conjunto una “crítica de la realidad”, tan acerba como magistral, tenemos en El apando una de sus cúspides, la descripción de un mundo con total conocimiento de causa, que el autor vivió en carne propia desde el cautiverio donde catalizó los rincones en que se destila al máximo la perfidia, la carencia y el dolor de sociedades profundamente crueles e injustas.
En Cuestionamientos e intenciones (1978), Revueltas nos dice en este sentido: “Yo diría que (la literatura) posee la verdad. Lo que sucede es que la busca donde debe buscarse: en el fondo del hombre mismo. Dialécticamente la verdad es inalcanzable, y por eso la literatura será la eterna rebelde, no importa dentro de qué sistema social”.
Según su hija Andrea, el trabajo de José Revueltas “puede calificarse ante todo como la obra y la actitud de un humanista. En efecto, el núcleo de su preocupación esencial fue el ser humano; y la lucha por la desenajenación de este último siempre lo guió a lo largo de su vida y sus escritos. Para él la doctrina que hubiera podido generar al ser humano fue el marxismo, visto no como dogma sino como herramienta de conocimiento. Y transformación. Por eso fue en realidad un marxista heterodoxo y un crítico del abuso del poder”.
Estas palabras acrisolan la actualidad de la obra de José Revueltas, sitúan esa vocación humanista con precisión en el conjunto de su obra, su preocupación por la libertad —no sólo física, también social e intelectual—, y su lucha contra la enajenación y a favor del conocimiento.
Parafraseando al mismo Revueltas, su obra es una crítica de la realidad, es arte por excelencia de inobjetable autenticidad y vigencia para los tiempos que vivimos, porque justamente busca donde debe buscar: en lo más profundo del ser humano.
SEMBLANZA:
* María Vázquez Valdez. Poeta, editora, periodista y traductora mexicana. Autora de once libros publicados, entre los cuales se encuentran los poemarios Caldero, Estancias, Kawsay, la llama de la selva, y Geómetra. También es autora de Voces desdobladas / Unfolded voices (libro bilingüe de entrevistas a mujeres poetas de México y Estados Unidos, 2004), Estaciones del albatros (ensayos, 2008), y de cinco libros para niños y jóvenes.
Doctora en Teoría Crítica, maestra en Diseño y Producción Editorial, y licenciada en Periodismo y Comunicación. Ha traducido varios libros del inglés al español, y ha recibido becas y apoyos del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), del Fideicomiso para la Cultura México-Estados Unidos y de la Secretaría de Cultura de México.
En distintas etapas, colaboradora en diversos medios, entre ellos las revistas Mira y Memoria de la CDMX; los periódicos Tiempo (San Cristóbal de las Casas), El Nuevo Mexicano (Santa Fe, Nuevo México), La Opinión (Los Ángeles, California), y el colectivo Bedröhte Volker, de Viena, Austria.
Ha sido parte del equipo editorial de la Academia Mexicana de la Lengua, y de diversos medios, entre ellos la revista GMPX de Greenpeace y la Editorial Santillana. Fue jefa de publicaciones de la Unión de Universidades de América Latina (udual), cofundadora y directora editorial de la revista Arcilla Roja, miembro del consejo editorial de la revista de poesía Alforja desde su fundación, y directora de la Biblioteca Legislativa y de la Biblioteca General del H. Congreso de la Unión.