El ejercicio regular es fundamental para mantener una buena salud física y mental pues brinda una innumerable cantidad de beneficios entre los que se encuentran mejorar la salud cardiovascular, fortalecer musculas y huesos, generar beneficios mentales, ayudar a mejorar la calidad del sueño y, en general, producir un incremento en la esperanza de vida de las personas.
Sin embargo, a pesar de saber sobre sus numerosos beneficios, en realidad es mayor el porcentaje de la población que no realiza actividad física en su vida diaria.
Y es que de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 80% de los adolescentes y el 27% de los adultos no realizan suficiente actividad física, lo que contribuye al aumento alarmante de enfermedades crónicas que afectan la calidad de vida.
En este sentido, diversos estudios han encontrado que, a pesar de saber que es saludable, el cerebro puede generar una gran cantidad de “pretextos” para no realizar ejercicio debido a que supone una actividad con beneficios a largo plazo y con con una recompensa inmediata, las cuales suelen ser actividades que el cerebro puede tener tendencia a elegir.
Lo anterior se debe a diferentes factores por ejemplo el hecho de que la gratificación inmediata es más concreta y fácil de procesar que los beneficios a largo plazo, que pueden parecer abstractos o inciertos, como en el caso del ejercicio.
Cuáles son las trabas más comunes que pone la mente para no hacer ejercicio
A pesar de los beneficios del ejercicio, en un inicio el cerebro puede experimentar rechazo a esta actividad, para lo cual puede generar “pretextos” o ideas que se formen como trabas mentales que dificultan a la persona a formar el hábito del ejercicio. Las siguientes son algunas de las ideas que más se repiten como trabas mentales para evitar iniciar una actividad física:
- Falta de motivación: Hacer pensar que no hay una razón lo suficientemente fuerte para empezar o continuar con una rutina.
- Percepción de falta de tiempo: Hacer pensar que no se dispone del tiempo suficiente en el día para ejercitarse.
- Procrastinación: Postergar la actividad física para un momento posterior que nunca llega haciendo pensar que se realizará en un momento próximo
- Miedo al fracaso: Instaurar preocupación en la mente de no lograr los objetivos propuestos o por no rendir adecuadamente.
- Bajo nivel de energía: Sentirse demasiado cansado para comenzar una sesión de ejercicio y tener la idea de que el ejercicio genera más cansancio. Si bien en un inicio es así, con el paso del tiempo puede tener el efecto contrario y brindar energía.
- Falta de hábito: No tener el ejercicio incorporado como una rutina regular, lo que dificulta su inicio pues se percibe la idea de que se debe ser como los que ya llevan tiempo realizando esta actividad.
- Autoimagen negativa: Sentirse incómodo o inseguro sobre el propio cuerpo al hacer ejercicio frente a otros.
Superar estas trabas suele requerir la creación de un plan realista, establecer metas alcanzables y mantener una actitud positiva hacia el ejercicio, lo cual puede requerir tiempo, voluntad e incluso, en algunos casos, apoyo psicológico para revertir el rechazo a la actividad física.