Conoce los virus que viven en los cepillos de dientes, en la regadera y las enfermedades que generan

Estudios de la Universidad Northwestern revelan la existencia de microorganismos en superficies de uso cotidiano y los científicos demuestran que al no ser dañinos podrían beneficiar la salud de las personas

Gracias a un estudio de la Universidad Northwestern se descubrió la existencia de bacterias que podrían beneficiar la salud de las personas. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Los virus y bacterias coexisten todo el tiempo con los seres humanos pero un estudio reciente reveló que muchos habitan en los cepillos de dientes y en el cabezal de la regadera sin suponer un riesgo para las personas.

Según destacó Erica M. Hartmann, microbióloga de la Universidad Northwestern, de Evanston, Illinois “la cantidad de virus que se ha encontrado es absolutamente asombrosa”.

El estudio dirigido por un equipo de microbiólogos de esta universidad reveló que estas superficies albergan una diversidad notable de virus principalmente desconocidos y el motivo por el que no son una amenaza directa se debe a que se enfocan en las bacterias.

Los microorganismos descubiertos en esta investigación son bacteriófagos, o “fagos”, un tipo de virus especializado en infectar y replicarse dentro de las bacterias pero llamó la atención de la comunidad científica debido a su potencial para tratar infecciones bacterianas.

Propiedades de los virus que proliferan en estas superficies

Uno de los beneficios de los fagos es que el fago también evoluciona y desarrolla estrategias para seguir infectando a las bacterias, ayudando así a controlar poblaciones evitando que causen daño en el cuerpo. (BEHNOUSH HAJIAN)

Los fagos han ganado atención en el ámbito científico por su capacidad para tratar algunas infecciones bacterianas que son resistentes a los antibióticos, por lo que estos descubrimientos podrían ser el origen de innovaciones significativas.

El estudio publicado en la revista Frontiers in Microbiomes el 9 de octubre motiva a la comunidad científica a explorar los virus aún no identificados que existen en nuestro entorno cotidiano.

“Es sorprendente la cantidad de biodiversidad sin explotar que tenemos alrededor, y ni siquiera es necesario ir lejos: está justo debajo de nuestras narices”, afirmó Hartmann, microbiólogo de interiores y profesor asociado de ingeniería civil y ambiental en la Escuela de Ingeniería McCormick de Northwestern y miembro del Centro de Biología Sintética.

Este hallazgo sugiere que elementos comunes en el hogar, como los cabezales de ducha y los cepillos dentales, podrían ser tesoros escondidos para futuras aplicaciones tanto científicas como médicas.

De acuerdo con una publicación de Ciencia UNAM, miles de millones de fagos habitan la Tierra y “prácticamente cada bacteria que se conoce, ya sea patógena o benéfica, tiene bacteriófagos asociados”.

Al existir un equilibrio natural en la población bacteriana, los bacteriófagos atacan a las bacterias, por lo que éstas para defenderse encuentran mecanismos de evolución que evitan que este virus las infecte. Pero el fago también evoluciona y desarrolla estrategias para seguir infectando a las bacterias.

Con esto se controla a las poblaciones de bacterias y se evita que algunas causen daño y se ha sugerido que estos microorganismos influyen en el cambio en el microbioma de personas con problemas intestinales.

Esto fue lo que llevó a Felix d’Herelle a utilizar por primera vez los bacteriófagos para combatir enfermedades como el cólera y la fiebre tifoidea en la entonces Unión Soviética, donde se estableció el Instituto George Eliava de Bacteriófagos, Microbiología y Virología.

Señala Ciencia UNAM que “con el descubrimiento de la penicilina en 1928 se desató la era de los antibióticos en los países occidentales y el uso de los fagos quedó en el olvido mientras que en Rusia, Georgia y Polonia continuaron las investigaciones”.

En la actualidad estos países son considerados como los sitios de origen de la aplicación de la fagoterapia, asegura el doctor González.

Cómo desarrollan resistencia los microbios

De acuerdo con Erica M. Hartmann, microbióloga de la Universidad Northwestern, de Evanston, Illinois, al atacar a los microorganismos con desinfectantes es más probable que desarrollen resistencia. (Shutterstock 163)

“Los microbios están en todas partes y la gran mayoría de ellos no nos enferman”, afirmó Hartmann. “Cuanto más los ataquemos con desinfectantes, más probabilidades hay de que desarrollen resistencia o se vuelvan más difíciles de tratar. Todos deberíamos aceptarlos”, señala el microbiólogo de interiores.

De acuerdo con información del Sistema Nacional de Salud, desde la aparición de los antibióticos en la década de 1940 se esperaba que las enfermedades infecciosas pudieran ser controladas pero sorpresivamente las bacterias desarrollaron mecanismos de resistencia que complican significativamente este objetivo.

“La resistencia que desarrollan las bacterias frente a los betalactámicos representa un grave problema...”, señala el artículo “Resistencia bacteriana a antimicrobianos: su importancia en la toma de decisiones en la práctica diaria”.

De acuerdo con la misma publicación, algunos antibióticos como la penicilina han sido fundamentales en el tratamiento de infecciones bacterianas pero al desarrollar resistencia dificultan el tratamiento de enfermedades infecciosas.

De acuerdo con el ministerio de sanidad de España, existen tres mecanismos en los que las bacterias desarrollan resistencia. La primera es produciendo enzimas y con éstas logran inhibir el efecto de los antibióticos o incluso desactivarlos.

La segunda forma es haciendo cambios en sí mismas, con lo que logran evitar que el antibiótico llegue a su destino. Una forma derivada de esta misma es alterar el lugar de acción del antibiótico.

Según el mismo artículo, las bacterias tienen la capacidad de modificar sus estructuras internas que son atacadas por los antibióticos y con esto logran sobrevivir.