El 13 de mayo de 1846, Estados Unidos declaró la guerra a México, impulsado por el deseo expansionista de apoderarse de los territorios del norte mexicano. Bajo la administración del presidente James K. Polk, el conflicto comenzó tras la anexión de Texas y el territorio de Oregón por parte de Estados Unidos.
A lo largo de más de 15 meses de combates, las batallas se sucedieron con intensidad, dejando miles de bajas en ambos bandos. Uno de los episodios más significativos del conflicto fue la ocupación de la Ciudad de México, la primera capital extranjera en ser capturada por el ejército estadounidense.
El 8 de agosto de 1847, las tropas estadounidenses, bajo el mando del general Winfield Scott, entraron triunfalmente a la capital mexicana con 14,000 hombres. Las hostilidades comenzaron seriamente entre el 19 y 20 de agosto, con una serie de enfrentamientos que desembocaron en la toma definitiva de la ciudad.
La primera batalla se llevó a cabo en Padierna, en la actual alcaldía Álvaro Obregón, donde las tropas estadounidenses pelearon en zonas como el Pedregal de San Ángel y San Jerónimo. Mientras los combates se prolongaban, el general Antonio López de Santa Anna, líder de las fuerzas mexicanas, ordenó una retirada hacia el centro de la ciudad tras la derrota del general Valencia.
El 20 de agosto, se libró la batalla en el Convento de Churubusco. A pesar de las propuestas estadounidenses para negociar la paz, Santa Anna rechazó cualquier posibilidad de armisticio y decidió continuar con la resistencia.
Dos eventos cruciales en septiembre marcaron el punto crítico de la ocupación. El 8 de septiembre, la intensa batalla en Molino del Rey antecedió a la emblemática defensa del Castillo de Chapultepec el 13 de septiembre. La caída del Castillo, que se recuerda por la heroica defensa de los jóvenes cadetes conocidos como los Niños Héroes, preludió la ocupación completa de la ciudad al día siguiente.
Una vez caído Chapultepec, las fuerzas estadounidenses avanzaron hacia el Zócalo, donde alzaron la bandera estadounidense en el Palacio Nacional. Aunque la resistencia continuó, tanto por los maltrechos militares mexicanos como por la población civil, el control sobre la ciudad se mantuvo.
En su diario, el cabo Israel Uncapher, perteneciente a las fuerzas estadounidenses, describió las tensiones vividas durante la ocupación con un relato que ilustraba la resistencia y el caos que predominaban en las calles.
Finalmente, el conflicto concluyó con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, bajo la presidencia de Manuel de la Peña y Peña. Este tratado obligaba a México a ceder una vasta extensión de su territorio, que hoy comprende California, Nevada, Utah, Nuevo México, Texas, Colorado, Arizona, y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma. Además, México renunció a cualquier reclamación sobre Texas, estableciendo el Río Bravo como la frontera. A cambio, Estados Unidos compensó a México con quince millones de dólares por los territorios cedidos.
El 15 de junio de 1848, las tropas estadounidenses finalizaron su ocupación, marcando el fin de un capítulo agudo en la historia de México que dejó huellas profundas en su territorio y soberanía.