En el marco de la celebración del Día de Muertos, cada uno de los elementos que conforman una ofrenda tiene un significado especial, pero las velas y veladoras ocupan un lugar central. Estas no sólo adornan el altar con su luz cálida, sino que también poseen un simbolismo profundo que conecta con las creencias ancestrales de la muerte y el más allá.
La ofrenda de Día de Muertos no es sólo un altar lleno de símbolos, sino un ritual que mezcla lo espiritual y lo profano. A través de este acto, las familias mexicanas se conectan con sus antepasados, celebrando la vida y la muerte como dos caras de una misma moneda. Las velas, en su simpleza, mantienen viva la tradición y crean un puente entre los vivos y sus seres queridos que ya partieron.
La luz que guía a las almas
En el contexto del Día de Muertos, las velas representan la luz que ilumina el camino de las almas para que encuentren el altar que sus familiares han preparado. Se cree que, al encenderlas, las llamas sirven como guía para que los espíritus puedan regresar al mundo de los vivos y reunirse, aunque sea momentáneamente, con sus seres queridos.
La ofrenda es un homenaje a quienes ya no están, y las velas se encienden con el propósito de hacerles saber que son esperados y bienvenidos.
Cada vela puede tener un significado individual. En muchas comunidades, es común que el número de veladoras en un altar se relacione directamente con la cantidad de difuntos a los que se desea honrar.
Cada vela está dedicada a un alma en particular, y las familias suelen colocar tantas como seres queridos deseen recibir. Este gesto simbólico reafirma la idea de que las almas no están olvidadas, sino que se les espera con luz y amor.
Simbolismo de fe y esperanza
Además de guiar a las almas, las velas y veladoras en una ofrenda representan la fe y la esperanza. Estos sentimientos son esenciales en la celebración del Día de Muertos, ya que expresan el deseo de las familias de que sus seres queridos encuentren paz y protección en su tránsito espiritual. La luz de las velas es una metáfora de la esperanza que mantiene viva la conexión entre el mundo terrenal y el espiritual, recordando que, aunque la muerte sea inevitable, la memoria de los difuntos perdura.
El color de las velas también tiene un simbolismo particular. Las velas moradas, por ejemplo, son un símbolo de duelo, y en algunos altares se colocan en forma de cruz para representar los cuatro puntos cardinales, de modo que las almas puedan orientarse en su viaje hacia el altar.
Un ritual ancestral que trasciende
El uso de velas y veladoras en las ofrendas tiene sus raíces en el sincretismo entre las tradiciones indígenas y las creencias católicas introducidas por los colonizadores europeos. Antes de la llegada de los españoles, los antiguos mexicanos usaban rajas de ocote, una madera resinosa, para crear fuego y luz en sus ceremonias. Hoy, las velas y cirios han tomado su lugar, pero el propósito sigue siendo el mismo: guiar a las almas y purificar el espacio.
La ofrenda de Día de Muertos no es solo un altar lleno de símbolos, sino un ritual que mezcla lo espiritual y lo profano. A través de este acto, las familias mexicanas se conectan con sus antepasados, celebrando la vida y la muerte como dos caras de una misma moneda. Las velas, en su simpleza, mantienen viva la tradición y crean un puente entre los vivos y sus seres queridos que ya partieron.