Imagina vivir en un país donde los pobladores tiran monedas a los lagos porque no les gustan las nuevas monedas. Suena surrealista, pero en la historia de México, hubo un momento en que esta paradoja se hizo realidad.
Manuel González fue el presidente que generó esta reacción entre la población mexicana. Elegido por Porfirio Díaz para gobernar el país de 1880 a 1884, era conocido por no tener un brazo, pues lo había perdido después de ser herido en una batalla en Oaxaca. Esto hizo que se ganara el apodo de “el manco González”.
La razón detrás de esta extraña etapa en la historia de México no fue meramente burocrática; sin embargo, marcaría una etapa compleja, de acuerdo con el libro Historia General de México II, publicado por El Colegio de México (COLMEX) de 1994.
La razón de esta extraña protesta
Porfirio Díaz tenía que introducir las monedas de níquel y de cobre con el objetivo de modernizar el país. Aunque las monedas de plata le daban estabilidad financiera al país, esta medida debía ayudar a introducir también la implantación del billete, de acuerdo con el libro Pendejadas célebres en la historia de México del caricaturista Antonio Garci.
“Lo intentó hacia el final de su primer gobierno y esta medida fue absolutamente aborrecida por el pueblo; la gente no confiaba en los billetes… no podía competir con la contundencia y seguridad que daban las monedas de plata”, menciona el libro.
Esto hizo que las personas rechazaran las monedas que no fueran de este valioso material y llegaron a tirarlas a barrancos y lagos para que no siguieran circulando.
Porfirio Díaz le encargó este cambio a su sucesor y González se puso a trabajar en medidas más estrictas: la persona que no aceptara el dinero “moderno” del gobierno sería enviada a la cárcel, además de tener la posibilidad de sufrir una pena corporal y pagar una multa por no aceptarlo. “México se convirtió en el único país en donde te podrían meter a la cárcel no por no pagar una deuda, sino por ¡no querer cobrarla!”, menciona Garci.
¡Muera el níquel!
La población mexicana no recibió bien la noticia y se amotinaron. “Las verduleras de La Merced y el populacho salieron a la calle, rompieron escaparates y faroles, y se pusieron roncos de tanto gritar ¡Muera el níquel! ¡Muera el manco González!”, menciona al respecto la publicación del COLMEX.
A diferencia de las monedas de plata, cuyo valor estaba respaldado por el metal que contenían, las nuevas monedas de níquel no ofrecían esa seguridad, lo que generó una gran desconfianza, de acuerdo con el artículo La circulación de la moneda de níquel en la Ciudad de México, 1881-1884 presentado en el Congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos en Lima, Perú de 2017.
“A los ojos del público ello no tendría mucha lógica dado que el resto de las monedas tenían su valor respaldado en el metal contenido, de ahí que parecía existir una contradicción al exigir que se utilizarán instrumentos sin valor”, menciona el artículo.
La prensa se hizo eco de este escepticismo. El Centinela Español destacaba que la moneda de níquel tenía solo el 20% del valor que se le asignaba nominalmente, mientras que La Oposición Radical, otro medio de la época, criticaba la idea de sustituir la plata por el níquel, sugiriendo que el gobierno intentaba despojar a los ciudadanos de sus monedas valiosas para introducir “cacharros de níquel”.
Esto generó desconfianza en consumidores y comerciantes. “Incluso antes de que circulara la moneda de níquel se comenzó a especular con la posibilidad de que los comerciantes estaban preparando un alza en los precios ante la expectativa de una depreciación, y que además estaban preparando sus contratos incluyendo la leyenda “con excepción de moneda de nikel”, menciona el artículo.
Otro problema fue la facilidad de falsificación. A diferencia de las monedas de plata, cuya producción era más costosa y difícil de replicar, las monedas de níquel podían falsificarse casi al mismo costo de producción oficial, incentivando a los falsificadores.
Aunque las sanciones para imponer el nuevo circulante se relajaron, esta disposición abrió la puerta a los pesos sin plata que poco a poco se fue consolidando y que son los que se utilizan actualmente.