El Palacio de Bellas Artes, uno de los monumentos más emblemáticos de la Ciudad de México, no sólo cautiva por su majestuosa arquitectura y su rica historia cultural, sino por un sorprendente fenómeno que muchas veces se pasa por alto: su hundimiento progresivo.
Este intrigante suceso, según un artículo de la Universidad Autónoma de México (UAM), tiene su origen en un episodio del siglo XX,cuando una disputa singular entre poderosos intereses definió el destino del icónico edificio.
Atrayendo la atención de los curiosos y de los apasionados por la historia, el hundimiento del Palacio de Bellas Artes se convierte en un reflejo de las tensiones y decisiones que marcaron una era.
El inicio del proyecto
El proyecto del Palacio de Bellas Artes en Ciudad de México surgió durante el Porfiriato, según el artículo El Palacio de Bellas Artes antes y después de Adamo Boari de Javier Rivera de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa (UAM-I).
Inicialmente, se contemplaba renovar el antiguo Teatro Nacional, edificado por el expresidente Antonio López de Santa Anna. No obstante, debido al deterioro del teatro, se optó por construir uno nuevo.
El arquitecto italiano Adamo Boari fue el encargado del diseño del nuevo edificio, por lo que viajó a Europa para estudiar los edificios y construcciones de recintos culturales de esa región. El ingeniero Gonzalo Garita estuvo encargado de encontrar la ubicación del nuevo teatro, esta fue en el centro de la Ciudad de México, en un lugar que anteriormente albergaba el ex convento de Santa Isabel.
La construcción inició en 1904 con la intención de finalizar en cuatro años; sin embargo, se extendió a lo largo de 30 años.
El conflicto
Gonzalo Garita salió del proyecto del Palacio de Bellas Artes y, aunque no se conoce exactamente cómo surgió el conflicto, se dice que no estaba de acuerdo con la decisión de Adamo Boari de utilizar mármol en toda la construcción, pues el tipo de suelo no soportaría el peso.
Como advirtió Garita en 1907 comenzaron a observarse los primeros signos de que el edificio se estaba hundiendo. Inicialmente, se inclinó hacia el suroeste y luego cambió su inclinación hacia el noroeste, una dirección que ha mantenido desde entonces.
Para 1910, la edificación de los muros y la instalación de la maquinaria del escenario principal añadieron más peso al edificio. En 1911, movimientos sísmicos intensificaron el hundimiento del nuevo teatro nacional y, para 1921, alcanzó su punto máximo con una profundidad de 1.80 metros.
“El hundimiento se vio influenciado por la exclusión del ingeniero Garita del proyecto. Aunque era un experto en cimentaciones en la Ciudad de México, sus trabajos no pudieron ser completados, ya que la empresa Milliken Brothers asumió el control total y no le permitió influir en las decisiones, a pesar de que anteriormente había sido contratista para ellos”, menciona el artículo de la UAM-I.
Este no fue el único proyecto en el que trabajaron, de 1902 a 1907 ambos especialistas construyeron el Palacio Postal, también llamado la Quinta Casa de Correos, edificio ubicado a unos pasos de Bellas Artes. Se cree que la razón por la que este recinto se mantuvo a nivel de piso fue porque se utilizaron los conocimientos de Garita.
El Palacio de Bellas Artes en Ciudad de México ha experimentado un hundimiento desde su construcción. Aunque no se tiene una cifra exacta del hundimiento desde el principio, los registros inician en 1992, de acuerdo con una Solicitud de Acceso a la Información con el número de folio 330018523000030 a la Gerencia del Palacio de Bellas Artes (GPBA).
“Desde el inicio de la construcción del Recinto hasta la actualidad, el hundimiento no está suficientemente documentado para proporcionar una cifra exacta, sin embargo, desde el inicio de los registros cuatrimestrales de nivelación en 1992, la velocidad de hundimiento es constante y, éstos arrojaron un promedio de 2970.85 mm, sin considerar el hundimiento propio de la ciudad. Es importante mencionar que, desde la década de los noventa, el inmueble se hunde al ritmo del resto de la Ciudad”, menciona el documento.
La inauguración del recinto
El sábado 29 de septiembre de 1934, a las 10:20 de la mañana, el presidente Abelardo L. Rodríguez, inauguró el Palacio de Bellas Artes en una ceremonia dividida en dos partes, de acuerdo con el Instituto Nacional de Bellas y Literatura (INBAL).
En el programa de la mañana, se interpretó el Himno Nacional y se presentó por primera vez la sinfonía “Llamadas, sinfonía proletaria”, dirigida por su compositor, el maestro Carlos Chávez, e interpretada por la Orquesta Sinfónica de México, los coros del Conservatorio Nacional de Música y las escuelas de artes para trabajadores.
La ceremonia culminó con la declaración de apertura del presidente, una visita al Museo de Arte Popular y recorridos por las exposiciones de artes del libro, escultura antigua mexicana y galerías de pintura.
Por la noche, a partir de las 21:00 horas, se iniciaron las actividades con la Sinfonía Pastoral de Beethoven, interpretada por la Orquesta Sinfónica de México. La inauguración concluyó con la representación de “La verdad sospechosa” de Juan Ruiz de Alarcón, dirigida por Alfredo Gómez de la Vega, contando con la actuación principal de María Tereza Montoya, junto a Ricardo Mondragón, Isabela Corona y Miguel Manzano.
“El director del Departamento de Bellas Artes, Antonio Castro Leal, declaró días antes a la prensa capitalina que se había elegido la presentación de una obra dramática para la inauguración del Palacio de Bellas Artes, con el propósito de que hubiese un mayor contacto con el público y para que éste pudiera apreciar los recursos del moderno escenario”, menciona el sitio del INBAL.