En un plazo de 10 días, el municipio de Chilpancingo, Guerrero, fue escenario de los asesinatos de tres personajes de alta relevancia para la renovación del gobierno local.
Ulises Hernández Martínez, exdirector de la Unidad de Fuerzas Especiales de la Policía Estatal, fue ejecutado el 27 de septiembre. Todo indicaba que sería el encargado de la Seguridad Pública Municipal.
El homicidio de Francisco Gonzalo Tapia Gutiérrez ocurrió dos días después de que asumiera el cargo como secretario general del Ayuntamiento. El crimen de mayor impacto llegó el 6 de octubre, con el homicidio del alcalde Alejandro Arcos Catalán, cuyo cuerpo decapitado fue expuesto en la vía pública.
De acuerdo con información obtenida por el periodista Héctor de Mauleón, esta serie de hechos violentos habría tenido su origen en la pugna que mantienen Los Tlacos y Los Ardillos, dos de los grupos criminales con presencia en la capital guerrerense.
En su más reciente columna para El Universal, De Mauleón expone que la privación de la vida de Ulises Hernández habría sido orquestada, posiblemente, por Los Tlacos.
Aquel 27 de septiembre, el exmando de la Policía Estatal acudió a una reunión en la Secretaría de Seguridad Pública del municipio de Chilpancingo. Ahí, habría anunciado que llevaría a diez nuevos agentes como parte de una ‘purga’ en la corporación.
Ese grupo de policías, aparentemente, incluía a elementos provenientes de zonas como Tixtla y Quechultenango, que se encuentran bajo el control de Los Ardillos. “Desde adentro de la secretaría, alguien le dio el pitazo a Los Tlacos”, mencionó una fuente anónima citada por el columnista en su texto. Pocos minutos después de la reunión, Hernández Martínez fue acribillado a bordo de su vehículo.
Una semana más tarde, el 3 de septiembre, Tapia Gutiérrez fue atacado a tiros por la espalda a pocos metros de la Plaza Cívica Primer Congreso de Anáhuac, en pleno Centro Histórico de Chilpancingo. Según informantes consultados por De Mauleón, Tapia contaba con la aprobación de Los Tlacos, pero Los Ardillos habrían ordenado su asesinato en respuesta a “la pérdida de la pieza que habían logrado colocar” al frente de la Secretaría de Seguridad Municipal.
Pese a la difusión de supuestas filtraciones y testimonios de fuentes anónimas, ninguno de los tres homicidios ha sido debidamente esclarecido por las autoridades.
Respecto a la ejecución de Alejandro Arcos Catalán, el titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) confirmó que el 6 de octubre había viajado solo hacia una reunión en Petaquillas, una comunidad a 11 kilómetros del centro de Chilpancingo que, durante años, ha sido controlada por Los Ardillos.
Héctor de Mauleón señala que los 12 integrantes de su escolta sólo lo acompañaron hasta Tepechicotlán. Desde ese punto, Arcos Catalán habría ingresado, solo, a Petaquillas. Presumiblemente, su grupo de seguridad seguía apostado en la localidad vecina cuando circuló la noticia del hallazgo del alcalde sin vida, a más de 16 kilómetros de ahí.
A 11 días del crimen, aún no hay reportes oficiales sobre la naturaleza de la reunión a la que Alejandro Arcos habría acudido en esa fecha.