Hace 10 años, el 26 de septiembre de 2014, durante el mandato del entonces presidente Enrique Peña Nieto, 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, “Raúl Isidro Burgos”, desaparecieron después de tomar cinco autobuses que usarían para ir la Ciudad de México con el objetivo de unirse a las marchas conmemorativas del 2 de octubre.
Según la versión de la entonces Procuraduría General de la República (PGR), durante la noche del 26 de septiembre y las primeras horas del día siguiente fueron atacados por sicarios y policías del municipio de Iguala, tras ser sometidos los normalistas fueron entregados al cártel Guerreros Unidos quienes, al creer que se trataba de integrantes de una organización delictiva rival, presuntamente los asesinaron e incineraron en el basurero de Cocula.
Actualmente, los padres de los normalistas desaparecidos continúan manifestando su inconformidad con las autoridades y exigiendo que les entreguen a sus hijos con vida, quienes desaparecieron a una edad en la que muchos apenas comienzan a planear su futuro.
¿Cuáles eran las edades de los normalistas?
Abel García Hernández, 19 años
La familia de Abel describió a su hijo y hermano como cariñoso, siempre quería pasar tiempo con sus sobrinos. Abel llevaba un cuaderno en el que dibujaba y escribía sus pensamientos y sueños, de acuerdo con el sitio oficial de Running for Ayotzinapa, comunidad fundada por Antonio Tizapa, padre de uno de los 43 normalistas desaparecidos.
El estudiante que ahora tendría 29 años decidió entrar a la normal de Ayotzinapa para ser maestro y ayudar a su padre con los gastos de la casa. Habla tu’un savi y está orgulloso de su identidad indígena; por eso deseaba estudiar para ser maestro bilingüe.
Abelardo Vázquez Penitén, 19 años
“El Abe” es descrito por sus compañeros como una persona tranquila, respetuosa, diestra en matemáticas y seria. Le gustaba explicar las lecciones de matemáticas a sus compañeros, además de leer y jugar futbol.
De acuerdo con Running for Ayotzinapa, sitio que recopila las historias de los normalistas desaparecidos, su corta experiencia en la normal cambió su forma de ser: “Antes casi no hablaba, pero cuando entró a la escuela empezó a platicar con nosotros”, dice el padre de Abelardo. Hoy tendría 29 años.
Adán Abraján de la Cruz, 20 años
Bernabé Abraján y Delfina de la Cruz, padres de Adán, recuerdan que, de niño, siempre estaba bailando y era capaz de memorizar las letras de las canciones con solo escucharlas una vez.
Esta habilidad para memorizar le otorgó una ventaja en la escuela, a pesar de no tener mucho interés en los estudios. Sus seres queridos lo describen como un joven juguetón y simpático, que continuó jugando al fútbol y, sobre todo, es recordado como un padre amoroso.
En su ausencia, Érica, esposa de Adán, quien ahora tendría 30 años, ha asumido los roles de madre, padre y defensora de sus hijos, mientras que los padres de Adán prácticamente han abandonado los cultivos familiares.
Alexander Mora Venancio, 19 años
Alexander dejó la facultad de derecho después de un año para intentar ingresar a la Escuela Normal de Ayotzinapa. Aunque no aprobó el examen de admisión en 2013, perseveró y fue aceptado en 2014
El otro sueño de Alexander era convertirse en futbolista profesional para los Pumas de la UNAM. Su amor por el fútbol comenzó a los seis años y se destacó como uno de los mejores jugadores de la Juventus El Pericón, donde siempre jugaba como titular en la posición de delantero. Hoy tendría 29 años.
Antonio Santana Maestro, 19 años
Antes de su desaparición, Antonio había empezado a tocar la guitarra, disfrutaba mucho leer y le gustaba jugar videojuegos con sus amigos, de acuerdo con el testimonio que sus amigos dijeron a Animal político. Hoy Antonio tendría 29 años.
Su habilidad para recordar información y repetirla hizo que se ganara el apodo de “Copia”, además formaba parte de la Casa Activista, un programa de educación política al que los estudiantes podían asistir de manera voluntaria.
“En nuestros talleres políticos, él siempre fue muy elocuente para expresarse…es una persona muy inteligente que conoce mucho acerca de cualquier cosa que le preguntes. … En un taller, él pasó 10 minutos hablando sobre temas que ninguno domina. Y lo que hizo fue simplemente dar un notable discurso de lo que había escuchado y leído “, mencionó un amigo de Antonio a la página web.
Benjamín Ascencio Bautista, 19
Antes de ingresar a Ayotzinapa, trabajaba como educador comunitario en el Consejo Nacional de Fomento Educativo, una institución pública que capacita a voluntarios para alfabetizar en comunidades marginadas, aisladas, rurales e indígenas de todo el país.
Benjamín daba clases de preescolar en Puente de Ixtla, municipio de Tecantenango Rendón, donde descubrió su vocación por la docencia. Actualmente tendría 29 años.
Bernardo Flores Alcaraz, 21
Bernardo es mencionado por Uriel Alonso Solís en el libro Una historia oral de la infamia de John Giber, quien reunió testimonios de estudiantes sobrevivientes. Uriel era estudiante de segundo año en el momento de la publicación y menciona que Bernardo era conocido por todos como “el Cochiloco”.
“Vine el día 26 como a las tres de la tarde. El compa que iba encargado de esa actividad está desaparecido… Él me mencionó que iba a haber una actividad en la tarde. Y la verdad sentía ganas de quedarme. Tenía un presentimiento de que algo iba a pasar. Lo primero que me vino a la mente era que íbamos seguramente a enfrentarnos con antimotines”, menciona.
Otro estudiante entrevistado, Carlos Martínez, menciona en el libro que Bernardo coordinó el tema de los autobuses que tomaron para salir rumbo a la ciudad. " Ya era noche. Nos fuimos a bordo de los autobuses. Yo me subí en el primero junto con otros, quizá seis o siete compañeros nos subimos. Ahí yo vi que abajo estaba el compañero Bernardo dirigiendo, él estaba coordinando la actividad”, mencionó.
Aunque quiso bajarse del autobús, que fue el primero en salir, sus compañeros no lo dejaron. La imagen que recuerda de Bernardo es estar abajo dirigiendo a los compañeros. Hoy tendría 31 años.
Carlos Iván Ramírez Villarreal, 20
Al principio el sueño de Carlos era tener su rancho, pero después de la preparatoria comenzó una carrera como ingeniero agrónomo.
Abandonó la carrera meses después para seguir los pasos de su primo en la Normal Rural Raúl Isidro Burgos en Ayotzinapa. Hoy en día tendría 30 años.
Carlos Lorenzo Hernández Muñoz, 19
Carlos Lorenzo es el mayor de los cinco hijos de Maximino Hernández y Beatriz Muñoz. Decidió convertirse en maestro rural debido al grave problema de analfabetismo en su comunidad.
Hoy tendría 29 años y sus compañeros lo describen como una persona servicial, respetuosa y sin vicios. Además, fue el primero en levantarse y ofrecerse como voluntario para donar sangre a una persona herida en Tixtla.
César Manuel González Hernández, 19
El viernes 26 de septiembre César llamó a su padre, Mario César González Contreras, a las tres de la tarde, pues estaba enfermo de tifoidea.
“Me dijo: “Papá, ¿cómo estás?” —Bien, bien, mi hijo. —No, yo lo oigo a usted mal. Voy a pedir permiso y me voy a ir para allá. Lo quiero ver. —No, mi hijo. Usted se me fue a estudiar. Y échele ganas al pinche estudio” recordó su padre el 5 de octubre de 2014, siete días después de la desaparición de su hijo, en un bloqueo carretero en Chilpancingo, cuyo testimonio se encuentra en el libro de Gibler.
César, quien hoy tendría 29 años, le dijo a su padre que lo iba a ir a ver pero su padre le dijo que no. Mario considera que ese fue el gran error de su vida y que nunca va a poder perdonarse. “Pero yo le dije ´sabes qué, yo te mandé a estudiar, viejo, y quiero que seas alguien en la vida´”, mencionó.
Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, 21
Talentoso bailarín se unió al club de baile folclórico de Tixtla, pagando él mismo por las lecciones. Christian llegó a dominar un repertorio de diez bailes regionales y disfrutaba actuando los domingos en la plaza central de Tixtla.
El 7 de julio de 2020, casi seis años después de la desaparición forzada de los 43 estudiantes, un nuevo estudio forense identificó un fragmento de hueso del pie perteneciente a Christian. La identificación de Christian confirma que la “verdad histórica” fue una invención que violó el derecho a la verdad. Hoy tendría 31 años.
Christian Tomás Colón Garnica, 18
Es el menor de cinco hermanos y creció con pocas oportunidades. En su comunidad, la mayoría de los jóvenes adultos tienen solo dos opciones: formar una familia a una edad muy temprana y trabajar para mantenerla, o cruzar la frontera hacia Estados Unidos. Soñaba con ser maestro.
Sus días se dividían entre la escuela, la lectura, las tareas y el fútbol. Sus padres lo describen como un muchacho disciplinado, tranquilo, dócil y muy cariñoso, que aspiraba a estudiar y compartir sus conocimientos. Hoy tendría 28 años.
Cutberto Ortiz Ramos, 22
Antes de ir a estudiar a Ayotzinapa, Cutberto trabajaba en el campo sembrando maíz, frijol y tomate en la parcela familiar en San Juan de las Flores, y cuidaba de las gallinas y gallos. Tocaba el trombón, el clarinete y el saxofón. Forma parte de la banda de viento Tonantzin de San Juan de las Flores.
Decidió estudiar en la Normal de Ayotzinapa porque quería ser maestro. Sus padres no le permitieron postular inmediatamente después de la preparatoria, pero un año después, Bernardo Flores Alcaraz lo convenció de intentarlo de nuevo para alcanzar su sueño.
En Ayotzinapa, recibió el apodo de “Komander” por su parecido con el cantante de corridos que usa ese nombre artístico. Hoy tendría 32 años.
Doriam González Parral, 19
Su familia lo describe como inteligente y tímido. Excelente matemático soñaba con ser ingeniero civil, pero la falta de recursos económicos de su familia impidió que pudiera pagar esa educación.
En Ayotzinapa, era conocido como “Kinder” debido a su baja estatura y apariencia infantil. También era uno de los normalistas más queridos por su personalidad: aunque inicialmente reservado, una vez ganada la confianza de sus amigos, se revelaba como alguien divertido y juguetón. Este año cumpliría 29 años.
Emiliano Alen Gaspar de la Cruz, 23
A Emiliano le interesaba el cuidado de los animales y, a través de la investigación y la práctica, aprendió por sí mismo a vacunar a sus propios gallos y cerdos. Frecuentemente era llamado a los ranchos cercanos para vacunar vacas y caballos. El salario que ganaba lo entregaba a su familia para mantener a sus hermanos y permitir que su hermana menor asistiera a la universidad.
Emiliano tenía el deseo de ser maestro y apoyar a su familia con trabajo de campo mientras completa sus estudios. Hoy tendría 33 años.
Everardo Rodríguez Bello, 21
Su madre tenía que ir a la escuela a menudo debido a su mal comportamiento, pues era conocido por ser muy hablador y bromista. Le gustaban los animales y montar a caballo para recoger leña para cocinar.
Le gustaba el futbol y la música, comenzó a estudiar música a los 10 años, aprendiendo a tocar el tambor, el trombón, el saxofón y estaba aprendiendo a tocar la guitarra.
En 2014, aprobó los exámenes para ingresar a la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa junto a su mejor amigo Jhosivani Guerrero de la Cruz, quien también está entre los estudiantes desaparecidos. El día de hoy tendría 31 años.
Felipe Arnulfo Rosas, 20
De origen mixteco, Felipe se dedicaba a ayudar a su padre con la milpa y la siembra. A pesar de irse a estudiar a Ayotzinapa, prometió seguir trabajando para mantener a su familia y a sus dos sobrinos, que quedaron sin padre tras el asesinato de su hermano Victoriano Arnulfo Rosa en agosto de 2012.
La familia de Felipe vive en una casa de tablas de madera sin electricidad. Según Running for Ayotzinapa, la última vez que Felipe los visitó, el 15 de agosto de 2014, le prometió a su padre que cuando regresara en diciembre de vacaciones cortarían pinos juntos para hacer tablas y construir una nueva casa. Hoy tendría 30 años.
Giovanni Galindes Guerrero, 20
Su madre describe que Giovanni, desde pequeño, tenía la visión de ser maestro de primaria. Acostumbrado a trabajar, es cariñoso, amable y habla con todos. Aunque de niño era inquieto y travieso, siempre ha sido muy estudioso. Hoy tendría 30 años.
Gracias a su esfuerzo y dedicación, Giovanni aprobó el examen para continuar sus estudios en una escuela a cinco horas de su casa en el poblado de Poliutla, municipio de Tlapehuala, en la región de la Tierra Caliente de Guerrero, una de las zonas más inseguras y violentas debido a las disputas entre cárteles de la droga.
Israel Caballero Sánchez, 19
Su familia lo describe como un muchacho protector, sostenía tímidamente a su hija recién nacida por miedo a hacerle daño. Sabía anticiparse a las necesidades de los demás y tenía un fuerte deseo de cuidar a su familia y comunidad.
Formó una familia junto a Rocío Locena. Trabajó un año en un restaurante para poder pagar los gastos y ahorrar para el nacimiento de su hijo. Con el fin de brindar una mejor vida a su familia y servir a su comunidad, decidió estudiar para ser maestro bilingüe. Hoy tendría 29 años.
Israel Jacinto Lugardo, 19
Israel Jacinto se comunicó la noche de su desaparición con su hermano mayor para pedirle ayuda. “Él le dijo: ‘Date prisa, porque la policía nos ha llevado. Usaron gases lacrimógenos’, mencionó el padre del estudiante, Israel Galindo, en ese entonces de 19 años para CNN en Español.
Habla de su hijo y lo describe como un muchacho juguetón, tranquilo y muy trabajador a quien enseñó desde niño a reparar bicicletas, automóviles y máquina agrícola. Israel cree que su hijo sigue vivo, a pesar de lo que afirman los funcionarios del gobierno.
“Aprendía rápido y podía hacer cualquier cosa”, mencionó Galindo al San Jose Mercury News. Hoy tendría 29 años.
Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa, 21
“Mi compañero no quería ir. Está desaparecido. Se llama Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa, el Churro le decimos, y me dijo que no quería ir. No sé si ya presentía algo, pero no quería ir. Le dije que fuéramos si no nos iban a sancionar, de hecho me dijo que sí, ´vámonos pues¨”, mencionó Santiago Flores en el libro de Gibler.
Horas antes habían limpiado una milpa como parte de un módulo de producción cuando les avisaron de una actividad a la que tenían que acudir. Fueron a cambiarse y abrigarse porque sabían que en el camino se les iba a hacer de noche. Hoy tendría 31 años.
Jonás Trujillo González, 20
Lo describen como un muchacho sonriente, nunca amargado, puede hacer que quienes lo rodean se rían a carcajadas con solo entrar en la habitación. Jonás era un poco travieso cuando era más joven, se metía en problemas por gastar el dinero de los recados en máquinas de videojuegos. Hasta el día de su desaparición, saludaba a su madre con abrazos y cosquillas.
Cuando se fue de casa para estudiar en Ayotzinapa, Jonás le dejó a su padre dos terneros que había criado con mucho esmero, además de 60 árboles de mango que cultivaba en el huerto de su padre. Hoy tendría 30 años.
Jorge Álvarez Nava, 19
A Jorge le costó adaptarse a su primer año de estudios pero las cosas fueron mejorando con el paso del tiempo. El 19 de septiembre cumplió 19 años y llamó a sus padres para decirles que se sentía feliz porque lo más difícil había terminado.
“En la mañana me fui a trabajar en los campos…Cuando llegué a casa, mi esposa salió a recibirme y me dijo que algo horrible había sucedido en Iguala”, dijo el padre de Jorge, Epifanio Álvarez, quien es campesino, para CNN en español.
Álvarez mencionó que no ha parado de buscar a su hijo y que continuará hasta encontrarlo. Cuando ve cosas de su hijo en casa se siente desesperado. Hoy tendría 29 años.
Jorge Aníbal Cruz Mendoza, 19
“Él siempre me decía que soy todo para él, y como mi hijo más pequeño, yo también le decía: ‘Hijo, tú eres todo para mí’”, menciona la madre de Jorge, Carmelita Cruz, en una entrevista para CNN.
Antes de la desaparición de los normalistas, a Carmelita le preocupaba la seguridad de su hijo al estudiar en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, pues sabía que la escuela era políticamente activa y las autoridades habían discutido anteriormente con manifestantes estudiantiles. Ella quería que estudiara en una de las grandes escuelas universitarias públicas del país pero su hijo quería asistir a Ayotzinapa.
Cuando los investigadores iniciaron las pesquisas sobre la desaparición de los estudiantes, algunos sugirieron que podrían haber tenido vínculos con las pandillas pero Cruz afirma que no es cierto. Hoy Jorge tendría 29 años.
Jorge Antonio Tizapa Legideño, 20
Jorge tenía una expresión sombría en la mayoría de las imágenes, sin embargo su semblante no revelaba la alegría que tiene por la vida, según cuenta su mamá, Hilda Legideño.
Le gusta la música, bailar, las fiestas y ver dibujos animados. Es sociable, amigable, considerado y divertido. Hoy tendría 30 años.
Jorge Luis González Parral, 21
El hermano de Dorian, Jorge Luis, también deseaba formarse como maestro rural y estudiar en Ayotzinapa, por lo que Jorge Luis esperaría a que Dorian, tres años menor, terminara la preparatoria. Los chicos se cuidarían entre sí, y nada podría pasarles. Los hermanos ingresaron juntos a la Normal.
De niño, disfrutaba pasar las tardes con sus primos, un grupo de diez a quince niños, divirtiéndose jugando al fútbol y pasando tiempo juntos en el campo. Hoy tendría 31 años.
José Ángel Campos Cantor, 33
Antes de ir a Ayotzinapa, José Ángel trabajaba como ayudante de albañil y herrero, tocaba el saxofón en una banda típica de Guerrero llamada “Chile Frito”.
Era bailarín folclórico, uno de los tlacololeros, agricultores que realizan una danza en honor a Tláloc, el dios de la fertilidad y el agua, para pedir lluvias que irrigan los cultivos. Hoy tendría 43 años.
José Ángel Navarrete González, 18
A Pepe le gustaba mucho el futbol. Quería trabajar con las comunidades marginadas, esa fue la principal razón por la que se inscribió en la escuela rural, según su padre, Emiliano Navarrete, quien declara a los raptores de su hijo que los 43 estudiantes “son jóvenes amables e indefensos que no deberían tener que pagar por los delitos de los adultos”, declaró para CNN.
El día que José desapareció, su padre estaba descansando en casa a las diez y media de la noche. Él y su esposa lo habían visto un día antes y le había dicho que le gustaba cómo estaba y que estaba cambiado, llegaba de la escuela y se ponía a limpiar la casa.
“Entonces yo le dije ese día “¿sabes qué, hijo?”, le di un abrazo y le dije “¿sabes qué, hijo?, te voy a buscar, a donde quiera que estés voy a ir por ti”. Yo jamás pensé que llegara al siguiente día, que pasara algo, que fueran agredidos en Iguala”, mencionó Emiliano en Una historia oral de la infamia. Hoy tendría 28 años.
José Eduardo Bartolo Tlatempa, 17
Es descrito como cariñoso y romántico por amigos y familiares, José Eduardo solía decir que no quería enamorarse, decidido a terminar una carrera antes de formar una familia.
Animado por los hermanos de su abuelo paterno, egresados de Ayotzinapa, optó por estudiar en la Normal Rural, que está a apenas 10 minutos a pie de su casa. Le gustaba empujar las colchonetas para dormir en el suelo del dormitorio y hacer demostraciones de movimientos de breakdance con música hip-hop. Hoy tendría 27 años.
José Luis Luna Torres, 20
Descrito como un devoto cuidador de sus mascotas, su gato y su perro, José Luis también trabajaba como peón del campo y ayudante de albañil para ayudar a su madre con los gastos familiares.
José Luis ingresó a la Normal Rural a pesar de sus dudas iniciales por la distancia de su casa. En las semanas previas a su partida a Ayotzinapa, trabajó para reunir dinero para los zapatos que necesitaría en clase. En la Normal, sus compañeros lo apodaron “Pato” debido a que, según ellos, su voz se asemeja a la del Pato Donald. Hoy tendría 30 años.
Jhosivani Guerrero de la Cruz, 20
Después de terminar la primaria, Jhosivani decidió asistir a la preparatoria y caminaba 4 kilómetros de ida y vuelta hasta el transporte que lo llevaba y traía de la escuela en Tixtla. Al regresar a casa por la tarde, ayudaba a su familia en la milpa y cuidaba las gallinas y los cerdos.
Siempre estuvo fascinado por los animales y pensó en estudiar veterinaria, pero la distancia y los gastos eran demasiado para la familia. Jhosivani desea ser maestro y ayudar a su comunidad debido a la pobreza que rodea a su familia. Hoy tendría 30 años.
Julio César López Patolzin, 25
“Ingresé a esta universidad por la sencilla razón de que mis padres son campesinos con pocos recursos y también tengo que ser responsable académicamente…Trato de prestar mucha atención a los maestros con el propósito de ser de los mejores”, son las palabras que Julio plasmó en un cuaderno de espiral a lápiz para documentar sus primeros días de universidad, de acuerdo con un a fotografía publicada el 27 de agosto en la revista Proceso.
La residencia de estudiantes donde vivía Julio está casi vacía, sólo queda uno de los cinco que residían ahí, quien espera que sus compañeros regresen, pues también están desaparecidos.
El morral de Julio César todavía permanecen en la residencia. Tiene un vaso de plástico y un cepillo de dientes. Hoy tendría 35 años.
Leonel Castro Abarca, 18
En las fotos, Leonel da la impresión de ser un niño serio, pero en realidad es un bromista, maestro de imitaciones, bailarín, actor y comediante.
Al terminar la preparatoria, Leonel viajó a la Normal Rural Raúl Isidro Burgos en Ayotzinapa, donde logró obtener el último de los 140 espacios en la generación 2014-2018, luego de que otro estudiante no pudo asistir por un problema personal. Hoy tendría 28 años.
Luis Ángel Abarca Carrillo, 20
Su madre, Metodia Carrillo Lino, relata que cuando Luis Ángel cursaba el segundo año de primaria, le dijo: “Voy a seguir estudiando, quiero ser maestro para enseñar a los niños del pueblo”.
En la preparatoria, un maestro egresado de la Normal Rural de Ayotzinapa convenció a Luis Ángel de intentar ingresar a la escuela. Aprobó los exámenes académicos sin problemas y superó su semana de pruebas, también se había incorporado a la Casa Activista. Hoy tendría 30 años.
Luis Ángel Francisco Arzola, 20
Descrito como un muchacho muy serio, callado y poco expresivo de sus sentimientos, Luis Ángel estaba en la escuela de mecánica, ya que su sueño era ser maestro para poder ayudar económicamente a los campesinos pobres de su comunidad.
Luis Ángel había ingresado a Ayotzinapa unos años antes, pero tuvo que salir durante la semana de exámenes debido a una lesión en la rodilla. Decidió intentarlo de nuevo, fue aceptado y esta vez lo logró. Hoy tendría 30 años.
Magdaleno Rubén Lauro Villegas, 19
Algo caracteriza a Magdaleno Rubén Lauro Villegas, según contó su mamá, es su perseverancia. Su madre recuerda que cuando vio a sus dos hermanos mayores salir a la secundaria no quiso entrar al kínder porque quería ir “a una escuela de grandes”.
De niños, Magdaleno Rubén y sus hermanos Francisco, Tania, Raúl e Ismael aprendieron a sembrar maíz y frijol, y a trabajar en el campo con la familia. Tranquilo y serio, a Magdaleno Rubén le gusta andar en bicicleta, jugar baloncesto y caminar con sus amigos por las tardes. Hoy tendría 29 años.
Marcial Pablo Baranda, 20
Su familia lo llama “pelón”, pues estuvo enfermo durante el primer año de su vida y no le creció cabello hasta los cuatro meses. Es el tercero de seis hermanos y su familia lo describió como un muchacho muy rebelde.
Quería ser un maestro bilingüe y viajó a la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa un día después de terminar la secundaria. Estaba decidido a enseñar a los niños de su comunidad y trabajar para un mejor futuro para él y su familia.
Según su madre, Eudocia Baranda Gallardo, le gustaba cantar y bailar en las fiestas del pueblo durante la fiesta anual de San Juan Bautista, patrón de Xalpatlahuac, lugar de donde es originaria la familia Baranda Gallardo. Hoy tendría 30 años.
Marco Antonio Gómez Molina, 20
Descrito como un muchacho alegre, fuerte y trabajador, Marco Antonio es un gran experto en matemáticas y física. Tras graduarse de la preparatoria, insistió en seguir estudiando con el sueño de convertirse en maestro de educación física.
De niño, jugaba fútbol después de la escuela con sus amigos. Durante la semana de exámenes en Ayotzinapa, sus compañeros quedaron impresionados por lo ágil que era para trepar las paredes rocosas del patio de la escuela. Hoy tendría 20 años.
Martín Getsemany Sánchez García, 20
En su adolescencia, Martín era rebelde: se escapaba de casa para ir a bailar, ponía música a todo volumen y se quejaba cuando le pedían ayuda con las tareas del hogar.
Después de completar la semana de pruebas en Ayotzinapa y regresar a casa de visita limpiaba la casa y hacía recados para su madre con gusto. Hoy tendría 30 años.
Mauricio Ortega Valerio, 18
“Mamá, me voy a estudiar a Ayotzinapa para ganar algo y no tener que trabajar tanto”, le dijo Mauricio a su madre, Calixta.
Desde los ocho años, Mauricio cuidaba el ganado, reparaba corrales, transportaba la cosecha con mulas, pastoreaba cabras y cosechaba café de diciembre a abril.
A los doce años, Mauricio dejó su pequeño pueblo, que tenía menos habitantes que el total de estudiantes de Ayotzinapa, para ir a Ayutla de los Libres, donde vivió con su tío para estudiar la preparatoria. Hoy tendría 28 años.
Miguel Ángel Hernández Martínez, 27
A Miguel le apasionaba la danza popular más antigua del estado de Guerrero. Es un tlacololero que sueña con formar su propio grupo de tlacololeros y ser maestro rural. Esta danza mestiza representa un ritual prehispánico dedicado al dios Tláloc para pedir lluvias que favorezcan las cosechas. Hoy tendría 37 años.
Miguel Ángel Mendoza Zacarías, 23
Antes de comenzar a estudiar en la universidad rural, Miguel Ángel trabajaba como peluquero, es por ello que es mucho más grande que sus demás compañeros.
“Cortaba el pelo y así fue como salió adelante…Él no empezó a estudiar antes porque no tenía dinero. Y decidió que era mejor ayudar a sus padres con su negocio y trabajar en los campos”, mencionó su mejor amigo en una entrevista con Animal Político, quien lo describe como una persona servicial y daba buenos consejos.
El 26 de septiembre, ellos iban sentados juntos en un autobús cuando la violencia en Iguala estalló. “Él corrió hacia un lado y yo corrí hacia el otro. Me subí a un autobús y la policía de Iguala lo arrestó. Me las arreglé para escapar…Pero desde entonces, he estado buscándolo”.
Alex Rojas, en ese entonces estudiante de primer año, lo recuerda en el libro Una historia oral de la infamia. El 26 de septiembre se subió en el segundo autobús, al igual que Miguel Ángel. “Ese compañero es del 27 pueblo de Apango. Y ya pues íbamos hablando de que no nos íbamos a separar y que íbamos a andar siempre juntos… Mi compañero, el que iba conmigo, se llama Miguel Ángel Mendoza. Él está desaparecido”, comentó. Hoy tendría 33 años.
Saúl Bruno García, 20
A Saúl le interesaba la medicina veterinaria y el diseño gráfico. Fue admitido en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa y en la Universidad Autónoma de Guerrero. Decidió convertirse en maestro con el plan de realizar estudios adicionales de diseño gráfico en la Ciudad de México.
Saúl ingresó a Ayotzinapa junto a su mejor amigo desde la primaria, Leonel Castro Abarca, quien también está entre los 43 estudiantes desaparecidos, era parte de la Casa Activista. Hoy tendría 30 años.